Usted está aquí: jueves 2 de marzo de 2006 Opinión El Grupo de los 8 hacia la cumbre de San Petersburgo

Vladimir Putin*

El Grupo de los 8 hacia la cumbre de San Petersburgo

Ampliar la imagen El presidente de la Federación Rusa Foto: Ap

Ampliar la imagen Putin, quien ayer admitió en Praga su responsabilidad moral por la invasión en 1968 a Checoslovaquia por tropas soviéticas, es recibido en el aeropuerto por el presidente Vaclav Klaus Foto: Ap

Al empezar 2006 Rusia asumió la presidencia del Grupo de los Ocho (G-8). Somos bien conscientes de la seriedad de este trabajo y de la amplitud de semejante responsabilidad. No es mucha la labor organizativa que nos espera. Lo más importante es que tendremos que proponer para la discusión, y determinar junto con nuestros colegas, las lí-neas prioritarias y sustanciales de este foro prestigioso. Y es que se trata de un foro que desde hace más de 30 años representa uno de los mecanismos claves para armonizar los enfoques en las soluciones de los más importantes problemas del desarrollo mundial.

Hemos propuesto a nuestros socios concentrar nuestra atención sobre tres importantes temas de la actualidad: la seguridad energética global, la lucha contra las enfermedades infecciosas y la educación.

Estas prioridades han sido encauzadas a un objetivo que, esperamos, sea claro para cada uno de nuestros socios: elevar la calidad y el nivel de vida de las personas, tanto de la presente generación como de las venideras.

Sin duda, una de las tareas estratégicas del G-8 y, en general, de toda la comunidad internacional es crear un sistema eficaz y universal de seguridad energética. El complejo industrial-energético global en el día de hoy es el más importante y concreto motor del progreso económico-social. Es precisamente por esto que ejerce influencia directa sobre el bienestar de miles de millones de habitantes del planeta.

Nuestra intención es buscar activamente que durante la presidencia rusa resulte posible no sólo elaborar los principios básicos para superar los problemas corrientes en este sector, sino también acordar nuestra política común para el futuro.

La inestabilidad del mercado de hidrocarburos representa una amenaza real para el suministro energético global. En particular, aumenta la brecha entre la demanda y la oferta. Es evidente el aumento del consumo de los recursos energéticos en Asia. No solamente los altibajos de la coyuntura económica provocan esta situación, sino también hay toda una serie de otras causas de índole política y de seguridad. Para nivelar la situación en el sector es necesario un trabajo concertado de toda la comunidad internacional.

Como punto de partida de su nueva política, los principales países del mundo deberían reconocer que la industria energética se ha convertido en global, y que la seguridad energética es indivisible. Un destino energético global supone responsabilidad, riesgos y ventajas comunes.

Creemos que lo particularmente importante es formar una estrategia para poder alcanzar una seguridad energética global. Debería basarse sobre los principios de un suministro a largo plazo, eficaz, ecológicamente sostenible y a precios motivados, precios que sean aceptables tanto para los países exportadores como para los consumidores. Además de armonizar los intereses de los que están vinculados global y energéticamente, habría que determinar cuáles medidas concretas serán necesarias para garantizar a la economía mundial un suministro estable de recursos energéticos tradicionales, y para que los programas de ahorro energético, así como las fuentes alternativas de energía, se pongan en práctica más activamente.

Un suministro de energía equilibrado y regular es, sin duda, uno de los factores de un mundo seguro. Y esto vale tanto para el presente como para el futuro. Nuestra obligación es dejar a la posteridad una "arquitectura" del complejo energético mundial que la preserve de conflictos y de formas poco constructivas de luchas para el suministro energético. Es por esto que es tan importante encontrar enfoques comunes para edificar una "base energética" de nuestra civilización que sea eficaz y duradera.

En este contexto, Rusia se pronuncia en favor de una interacción más estrecha entre el G-8 y toda la comunidad internacional para el desarrollo de tecnologías de innovación. Para la humanidad podría ser la primera etapa en la creación de una base tecnológica de ahorro energético para el futuro, cuando el potencial energético en su forma actual estará, en general, agotado.

Además, elaborar un enfoque articulado para aumentar la eficacia energética del desarrollo económico y social servirá para fortalecer la seguridad energética global. El año pasado, en Gleaneagles, el G-8 dio pasos importantes en esta dirección. Se trata sobre todo de la adopción del plan de acciones cuyo objetivo es fomentar las innovaciones, el ahorro energético y la protección del medio ambiente. Consideramos que es particularmente importante que a las iniciativas del G-8, y en particular lo que se refiere a la implementación del documento aprobado en Gleaneagles, se incorporen los países que no son miembros del G-8, y en primer lugar los estados que tienen altos índices de crecimiento e industrialización.

La mayoría opina que la seguridad energética está esencialmente vinculada con los intereses de países industrialmente desarrollados. Pero no hay que olvidar que hoy día unos 2 mil millones de habitantes del planeta no reciben servicios energéticos modernos y muchos de ellos ni siquiera tienen la posibilidad de utilizar la energía eléctrica. Muchos de los bienes y de los logros de la civilización están prácticamente fuera de su alcance.

Lógicamente, el complejo energético, de por sí, no puede solucionar el problema de la pobreza. Al mismo tiempo, la falta de recursos energéticos en algunas zonas es un freno considerable al crecimiento económico, mientras su explotación irracional puede llevar a catástrofes ecológicas, pero de escala mucho más grande que sólo la local; serían catástrofes de escala global.

Ultimamente los expertos están discutiendo activamente si existen posibilidades de aumentar el consumo energético en los países en vías de desarrollo mediante una explotación más activa de las fuentes alternativas. Y es precisamente ahí dónde la ayuda del G-8 en la creación e implementación de generadores alternativos adquiere particular actualidad.

En términos generales, es necesario comprender y reconocer colectivamente que el "egoísmo energético" en un mundo contemporáneo e interdependiente es una vía sin salida. En consecuencia, la posición de Rusia en materia de seguridad energética queda firme e invariable. Estamos profundamente convencidos de que una redistribución de energía que fuera favorable a los intereses de un pequeño grupo de países industrializados no respondería a los objetivos y a las tareas de un desarrollo global. Vamos a intentar formar un sistema de seguridad energética que tenga en cuenta los intereses de toda la comunidad internacional. Para toda la humanidad no hace más falta que acumular un potencial equilibrado para garantizar un suministro energético estable que sea suficiente para cada estado, y la cooperación internacional abre todas las posibilidades para que esto llegue a ser una realidad.

A lo largo de toda su historia la humanidad se ha visto obligada a luchar contra una amenaza real para su propia sobrevivencia: la propagación de enfermedades infecciosas. Los logros del progreso aparentemente infunden esperanzas: la viruela ha sido desarraigada en todas partes y definitivamente, la lucha contra la poliomielitis se encuentra en una etapa conclusiva. Pero aun hoy tenemos que hacer frente a brotes de enfermedades ya conocidas, así como a brotes de nuevas y extremadamente peligrosas, como son el sida, las exóticas fiebres virales hemorrágicas, las infecciones microplásmicas, la gripe aviar. Hoy en día las enfermedades infecciosas son la causa de cada tercera muerte en el mundo. Según los expertos, se mantiene la probabilidad de un brote en los próximos años de una nueva gripe pandémica, capaz de cobrar millones de vidas. Rusia quiere proponer activar los labores en este sector, en particular propone adoptar un plan de acciones del G-8 en la lucha contra la gripe aviar y en la prevención de una gripe pandémica humana.

En términos generales, el G-8 no puede y no debe quedar ajeno a problemas de semejante envergadura como son los de la lucha contra las enfermedades infecciosas. La diferencia existente en el desarrollo de varios sistemas de sanidad, así como la desigualdad en las posibilidades de financiamiento y en los potenciales científicos, determinan una distribución heterogénea de los recursos globales que se destinan para luchar contra las enfermedades.

Estas, al propagarse con diferente intensidad en distintas partes del mundo, son un claro indicio de los problemas sociales y económicos, refuerzan la desigualdad social y contribuyen a la discriminación. Es particularmente grave el problema de las personas seropositivas o las que han contagiado otras enfermedades peligrosas y que prácticamente viven excluidos, y son obligados a enfrentarse no sólo a la propia enfermedad sino también a la dificultad de adaptarse a una vida normal en la sociedad.

Otro tema de particular importancia. En los últimos años la humanidad sufre con frecuencia la fuerza destructiva de los terremotos, las inundaciones, los tsunamis. La urbanización, la ampliación de las redes de transporte y de la infraestructura industrial nos hacen mucho más vulnerables que antes frente a estas calamidades, que no sólo causan considerables estragos económicos y sociales sino que también provocan --y es lo más terrible- brotes de enfermedades infecciosas que cobran miles de vidas. Es por esto que vemos como otra prioridad la creación de un sistema global de prevención de las consecuencias epidemiológicas de las catástrofes naturales y de lucha contra sus consecuencias.

También podríamos pensar en la posibilidad de crear una infraestructura única y capaz de reaccionar a tiempo al brote y a la propagación de epidemias. Semejante infraestructura debería incluir un sistema de monitoreo e intercambio de información y metodologías científicas capaz de reaccionar, de manera operativa, frente a situaciones de emergencia.

Las llamadas crisis humanitarias, en particular las vinculadas con conflictos bélicos, son también causa de muchas enfermedades masivas. Como una de sus consecuencias se podría indicar que la posibilidad de brotes epidémicos aumenta varias veces. Estoy convencido de que el G-8 es capaz de consolidar los esfuerzos internacionales en la solución de semejantes emergencias y dar un fuerte impulso a la colaboración multilateral en este sector.

Por supuesto, el G-8 tiene que seguir contribuyendo al crecimiento del potencial científico y unificar los recursos intelectuales y materiales de la comunidad internacional con, por una parte, el objetivo de crear nuevas vacunas seguras y medicinas de alta sensibilidad para diagnosticar las enfermedades infecciosas y, por otra, realizar programas ilustrativos y profilácticos.

Nuestras tareas comunes en la esfera de la educación requieren seria atención. En la sociedad posindustrial e informática la educación se convierte en factor imprescindible del éxito personal y, a la vez, en un recurso importante del desarrollo económico. La educación es uno de los factores más importantes de la formación de la autoconciencia social, de los valores éticos y del fortalecimiento de la democracia. Además, a medida que las tecnologías se perfeccionan, el mercado laboral prefiere expertos más calificados, lo que supone que las exigencias educativas sean siempre más altas. En consecuencia, cambian los objetivos y el contenido mismo del sistema de educación. Hoy día cada persona, más que tener una simple suma de conocimientos y experiencias, necesita estar siempre lista para aumentarla y adaptarla a exigencias siempre nuevas.

El acceso al espacio informativo global ejerce un cambio radical en las propias metodologías educativas. Se está pasando a una educación permanente. Existen premisas para la creación de un espacio educativo común. Naturalmente, y sobre todo en países desarrollados, estas tendencias adquieren siempre más envergadura. Al mismo tiempo, en muchos países y regiones hasta la misma posibilidad de adquirir un nivel educativo elemental aún sigue siendo un grave problema que consideramos una verdadera "catástrofe humanitaria", una seria amenaza para la comunidad internacional. El analfabetismo masivo constituye un ambiente que nutre a ideólogos de la escisión entre civilizaciones, nutre a la propaganda xenófoba, a los extremismos nacionalistas y religiosos y, a fin de cuentas, al terrorismo internacional.

Es por esto que es importante elaborar un enfoque más amplio y sistemático de la educación, tanto en países en vías de desarrollo como en el mundo en general. En particular, habría que tener en cuenta que para resolver con éxito el problema de la ocupación laboral, el mismo concepto de educación debería suponer no solamente la formación básica, sino también la técnico-profesional, que abarque todos los niveles, del elemental al superior.

Cuando, como hoy, aumenta la movilidad de la población del planeta y hay un aumento estable de los procesos migratorios, adquiere particular importancia el problema de la integración en otros ambientes culturales. Es evidente que es precisamente la educación la única capaz de garantizar una recíproca adaptación social de diferentes grupos culturales, étnicos y religiosos. En consecuencia, a la modernización de los sistemas educativos hay que darle atención particular para que estos problemas encuentren solución tanto en países desarrollados como en los en vías de desarrollo.

Muchos de estos últimos países tienen serios problemas con la implementación de métodos educativos y tecnologías informativas de vanguardia. Los recursos más modernos habría que utilizarlos de manera más eficaz, el Internet y otros medios informativos y educativos más avanzados incluidos. En noviembre del año pasado, en Túnez, durante la segunda etapa del Encuentro Mundial sobre la Sociedad Informativa, este tema ha sido objeto de discusión fructífera, cuyos resultados estamos analizando con atención para poder plasmarlos en vida.

Rusia está dispuesta a contribuir a la unificación de los esfuerzos de la comunidad internacional para aumentar el nivel y la compatibilidad de los requerimientos de la educación profesional, que crean condiciones esenciales para la implementación y la divulgación de las innovaciones. Todos los sujetos del desarrollo económico global y el mercado laboral mundial en general están interesados en estos procesos. La competitividad de las economías nacionales depende directamente de la medida en que las instituciones educativas reaccionan a las exigencias de los sectores de altas tecnologías.

Además de estas tres prioridades en la agenda de la presidencia rusa a lo largo de 2006, en el contexto del G-8, seguiremos trabajando en otros temas fundamentales, como la lucha contra el terrorismo internacional y la propagación de armamentos de destrucción masiva. El G-8 seguirá ocupándose de los problemas de la cooperación al desarrollo, así como la prevención de la degradación del medio ambiente, y de las cuestiones de actualidad de la economía mundial, de finanzas y comercio. Naturalmente, como siempre, nuestros esfuerzos se concentrarán en torno a la solución de conflictos regionales, en primer lugar en Medio Oriente y en Irak, y en la estabilización de la situación en Afganistán.

Nos damos perfectamente cuenta de que ni un solo país de los que asumen la presidencia puede dar respuestas exhaustivas a los problemas del mundo contemporáneo que se discuten en el G-8. No obstante, de cumbre en cumbre, gracias a una labor colectiva, el G-8 tiene una visión siempre más clara de estos problemas, y busca encontrar las medidas más eficaces para su solución.

Rusia está dispuesta a contribuir activamente para avanzar en este camino. Continuidad y evolución, es el lema de la presidencia rusa que acaba de empezar.

* Presidente de la Federación Rusa

 
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