Usted está aquí: viernes 3 de marzo de 2006 Opinión Drogas: la historia interminable

Editorial

Drogas: la historia interminable

En su Reporte de la estrategia internacional de control de narcóticos, el Departamento de Estado estadunidense no escatimó elogios para el gobierno mexicano y las acciones que ha llevado a cabo en el marco del combate al narcotráfico. Tras enumerar las medidas del Ejecutivo federal en materia de aprehensiones, destrucción de cultivos ilícitos, detección e intercepción de embarques, movilizaciones policiales regionales ­como los operativos denominados México Seguro­, colaboración con Washington y extradiciones de presuntos narcotraficantes a la nación vecina, el documento señala que nuestro país sigue siendo la principal ruta de tránsito de cocaína, el más importante abastecedor de mariguana y punto de origen de heroína y metanfetaminas para el mercado estadunidense.

Un día después de divulgado ese documento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que México, donde se genera sólo cinco por ciento de la producción mundial de heroína, es sin embargo el segundo proveedor de esa sustancia a Estados Unidos. Un documento elaborado por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de la OMS dice además que 60 por ciento de la heroína importada por los estadunidenses llega de Colombia, vía México, y que el 40 por ciento restante se fabrica en nuestro país.

Mientras tanto, en esta capital el secretario de Seguridad Pública, Eduardo Medina Mora, fue vapuleado en su comparecencia en la Cámara de Diputados, por los fracasos gubernamentales en la lucha contra el narcomenudeo. El funcionario, por su parte, se limitó a proponer más de lo mismo: más combate a los sicotrópicos ilegales, más colaboración entre el Ejecutivo y el Legislativo, más policía.

La ineptitud de la administración que encabeza Vicente Fox se manifiesta en todos los ámbitos del quehacer gubernamental, y entre ellos con peculiar agudeza en los frentes de la seguridad pública y la procuración de justicia, en los cuales se sitúa el combate al narcotráfico. Por lo demás, y a la vista de los escándalos permanentes entre los que ha transcurrido este sexenio, se hizo ya evidente que el primer gobierno de la alternancia no ha resultado ser menos corrupto que sus antecesores priístas.

Sin ignorar estos hechos, debe señalarse que ninguna autoridad nacional, por honesta que fuera, por eficiente que fuera, sería capaz de ofrecer, en la represión del trasiego de sustancias ilícitas, resultados significativamente mejores que los del foxismo, los del zedillismo, los del salinismo o los de cualquier otro. México fue, es y seguirá siendo el principal abastecedor ­sea como territorio de tránsito o como zona de producción­ de drogas a Estados Unidos por dos razones simples: la alta demanda de estupefacientes que hay en ese país y los 3 mil kilómetros de frontera compartida.

El reporte del Departamento de Estado es, a este respecto, tan paradójico como esclarecedor: por un lado se deshace en elogios al quehacer policial mexicano, y por el otro reconoce que nuestro país ocupa el papel protagónico en el abasto de drogas a los consumidores estadunidenses, un papel que no habrá manera de evitar, por mucho empeño que se ponga en realizar la tarea que le ha sido asignada a las autoridades nacionales, en tanto la lucha contra las drogas siga planteada en sus términos actuales.

En efecto, mientras siga habiendo estupefacientes prohibidos ­aquí y en el país vecino­, el contrabando de estas sustancias seguirá siendo un negocio multimillonario y no dejarán de existir muchos individuos dispuestos a realizarlo; conforme la prohibición se hace más estricta y se incrementan los medios para impedir el trasiego de drogas, mayores son los márgenes de ganancia de los cárteles; a más persecución, más violencia, más descomposición institucional y más corrupción.

Los aspirantes presidenciales tendrán que expresar sus respectivas posiciones ante este problema. Acaso la propuesta de despenalizar la producción y el comercio de sustancias como la mariguana, la cocaína y la heroína, y concentrar esfuerzos gubernamentales en el tratamiento y la recuperación de adictos, resulte políticamente incorrecta; sin embargo, no hay a la vista ninguna otra manera de ganar una guerra que, en el terreno policial y penal, ha estado perdida desde su inicio, y que se seguirá perdiendo.

 
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