La Jornada Semanal,   domingo 5 de marzo  de 2006        núm. 574
LA CASA SOSEGADA

Javier Sicilia

"LA BELLEZA LOS HARÁ LIBRES

La tradición suele atribuirle a Dostoievski una frase que, hermosa en su profundidad: "La belleza los hará libres", es una paráfrasis de una sentencia evangélica de Jesús: "La verdad los hará libres".

He buscado esa frase a lo largo de la obra del creador de El idiota y no la he encontrado. No sé si realmente la escribió —la obra dostoievskiana es tan basta que quizá repose en alguna línea de su múltiple correspondencia o de sus diversos artículos periodísticos. En todo caso, la haya formulado o no, ella resume muy bien su visión estética. Para Fiodor Mijailovich, la belleza "es [...] una necesidad, tanto como el comer o el beber. La necesidad de belleza y de las creaciones que la encarnan es inseparable del hombre, y sin ellas tal vez no tendría deseos de vivir".

Es claro que para Dostoievski, que escribe esta reflexión contra la visión utilitarista del arte esgrimida por ese precursor del realismo socialista que fue Chernishevski, la belleza —uno de los nombres, junto con la verdad y la bondad, de Dios— sólo se hace visible al encarnarse. Por ello, para él, nada era "más hermoso en el mundo que la figura de Cristo"; por ello, también, nada, después de Cristo, era más bello que la belleza del arte. En su fabricación, Dostoievski veía una manera de la encarnación, una mediación entre la belleza como realidad trascendente y el hombre como anhelo de ella.

Lejos del romanticismo baudeleriano, para quien la belleza vale por sí misma, "venga de donde venga", para el ruso, la belleza sólo vale en la medida en que es apertura a Dios, encarnación de su infinita bondad. Pero lejos también de los utilitaristas, para quienes lo real es un conjunto de objetos o entes que deben servir a la vida social, lo real, para Dostoievski, está dotado de cierta intencionalidad, atravesado por la impronta de la belleza de Dios. Si para los utilitaristas, contra los que repetidas veces alzó la voz, los seres y los objetos que constituyen el mundo se han vuelto, como en nuestro mundo, cosas útiles, inservibles o nocivas, es decir, una pura instrumentalidad, Dostoievski nos remite a su iluminación trascendente: la realidad en sí no existe, está siempre iluminada por el Verbo que la hace posible. De allí su cristianismo y su ortodoxia hecha, como la Iglesia rusa, del misterio de la iconografía, ese mundo en donde el arte no es una representación, sino el tipo por el que el prototipo aparece, se hace visible en su infinitud. Lo dice muy bien al referirse a Apolo: "este mármol es un dios, y aunque puedan escupirlo no le quitarán su divinidad [...] ciertamente hay muchas impresiones en el mundo, pero seguramente no es casual que este tipo de impresión sea especial, la impresión de un Dios".

Lo mismo que para el mundo pagano, pero en un sentido mucho más trascendente, la figura de Cristo es, para el maestro de Petersburgo, la presencia de la belleza que debe dar inspiración moral al mundo moderno y que está contenida en la belleza del arte. Donde el arte es bello, afirmará, está la presencia de Cristo en su verbalidad. Aún en obras tan terribles como las Noches egipcias, de Pushkin, que tanto le impresionaba, donde Cleopatra, que ha perdido toda fe y que, por una perversión de su placer, lleva a su lecho a un muchacho que por pasar una noche con ella será ejecutado al día siguiente, Dosteiveski ve ese misterio de la presencia de Cristo en el amor del muchacho: "Él —escribe— contempló la belleza de la reina , y había tanto éxtasis, tanta ilimitada felicidad, tanto amor radiante en sus ojos, que de pronto [sólo un instante] un ser humano despertó en la hiena, y la reina contempló al mancebo con una mirada de simpatía. ¡Aún podía dejarse llevar por la compasión!"; y agrega, dirigiéndose a sus lectores: "ustedes comprenden mucho mejor ahora qué clase de gente era aquella entre la que descendió nuestro divino redentor. Y comprenden mucho más claramente el significado de la palabra: redentor".

En un mundo roto como el nuestro, la visión del arte de Dostoievski continúa resplandeciendo para decirnos que si la belleza nos hace libres es porque su rostro, en donde resplandece el Verbo, es un relámpago en el que entrevemos el misterio de nuestro deseo y de nuestra condición.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva y esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez.