Usted está aquí: lunes 6 de marzo de 2006 Opinión Jalatlaco: la lucha por conservar lo poco que queda

Iván Restrepo

Jalatlaco: la lucha por conservar lo poco que queda

Jalatlaco es el barrio más antiguo de la ciudad de Oaxaca. En náhuatl quiere decir "barranca de arena" y data de 1486, cuando allí se asentó un grupo de soldados indígenas enviados por Ahuixotli. Hace 80 años dejó de ser un municipio autónomo para integrarse a la capital del estado, declarada con justicia hace tres décadas Zona de Monumentos Históricos por el gobierno federal y, hace 20 años, Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Actualmente el barrio forma parte del polígono del Centro Histórico de la ciudad y, aunque conserva buena parte de sus tradiciones culturales, se ha visto ahogado por el crecimiento anárquico y acelerado de la urbe, algo que también sucede en otros asentamientos antiguos, como Xochimilco y Marquesado.

La doctora Judith Cid Flores señala cómo hasta hace unas cuantas décadas Jalatlaco era un pueblito apartado de la ciudad por el río del mismo nombre. Sus casas eran de una sola planta y algunas contaban con patios adornados por fuentes de agua, flores y plantas. Otras eran vecindarios. Las familias disfrutaban de una economía de traspatio consistente en la cría de toros, vacas, gansos, patos, gallinas y guajolotes, animales que eran fuente de ingresos para sus propietarios. Las familias podían además disfrutar de leche fresca, huevos criollos y otros productos. El olor que se desprendía de los desechos de la corteza del árbol del mimbre, utilizado en las curtidurías de pieles (entonces la actividad económica principal, junto con la orfebrería y la elaboración de canastos, sombreros y huaraches), caracterizaba algunas partes del barrio, mientras en su zona norte existían terrenos baldíos que funcionaban como áreas verdes utilizadas para el esparcimiento de la población, en especial de los niños y jóvenes.

Pero la calidad de la vida vecinal se fue perdiendo con el explosivo crecimiento de la ciudad, el intenso tránsito vehicular y la ocupación de las áreas verdes. Hoy la zona es una de las más contaminadas y ruidosas de la capital oaxaqueña, debido al intenso tránsito vehicular y a que en la parte norte del barrio se localiza la terminal de Autobuses de Oriente (ADO). También es una excelente muestra de la carencia de programas de desarrollo urbano y social.

Hace cinco años los habitantes de Jalatlaco comenzaron una intensa lucha por conservar lo poco que queda de su antiguo entorno e impedir que sigan funcionado sin control empresas vinculadas con la industria mueblera y de plástico. Pero de manera destacada contra la poderosa ADO, que, para ampliar sus instalaciones, logró que la mayoría priísta del cabildo de la ciudad (en connivencia con la presidencia municipal, también priísta) convirtiera en patrimonio particular lo que era un bien público: la calle Privada de Pirus y 5 de Mayo. Para esa desincorporación no solamente se ignoraron leyes, reglamentos y planes de desarrollo urbano, sino también estudios de especialistas que mostraban lo inconveniente que es para la salud, el medio ambiente y la calidad de vida en general seguir alentando la saturación del centro histórico.

Los vecinos de Jalatlaco han dicho siempre que no están contra el progreso ni de una terminal de autobuses moderna y ubicada en un sitio adecuado. En cambio, saben que agrandarla en su barrio significa más contaminación atmosférica y auditiva, menor calidad de vida y de la salud, ya de por sí afectada por la saturación que ahora tienen debido al creciente tráfico vehicular y la enorme contaminación del Centro Histórico de la ciudad, que es Patrimonio de la Humanidad. Pero en vez de atender el clamor ciudadano, la autoridad municipal y parte de su cabildo, así como el congreso estatal, protegen los intereses de la empresa citada, tan útil a la hora de patrocinar los acarreos a favor de los candidatos del partido que desde hace años desgobierna la entidad. Además, se persigue y hostiga a quienes encabezan la inconformidad. El barrio más antiguo de Oaxaca y sus habitantes merecen mejor suerte que la decretada desde el poder caciquil.

 
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