Usted está aquí: lunes 6 de marzo de 2006 Opinión La hora de las propuestas y los debates

Javier Oliva Posada

La hora de las propuestas y los debates

Faltan casi cuatro meses para las elecciones federales. La primera etapa, en cuanto a negociación política, consolidación de liderazgos y procesos internos de los partidos políticos, ha concluido. Los acercamientos, las prioridades y las líneas generales de las estrategias, salvo cambios de última hora, serán los que marquen el trabajo de los candidatos presidenciales y de sus equipos. Es la conclusión de la etapa inicial, debido a que en esta segunda el diseño y los criterios para la postulación de los aspirantes al Congreso de la Unión, consumirán buena parte de la energía y tiempo de los partidos políticos.

Pero al mismo tiempo, la preparación para el primer debate organizado por el IFE nos conducirá no sólo a la consabida lista de buenos deseos, sino principalmente, o al menos así debe ser, a la exhibición de la forma, de la posibilidad de aplicar las medidas a los problemas de la saturada agenda nacional. Será así, el momento, la etapa de las propuestas con lógica, viabilidad y, sobre todo, que logre concitar acuerdos y logre los acuerdos. La polarización es una parte lógica de las contiendas electorales, pero simultáneamente los candidatos deben evidenciar la disposición y capacidad para convocar a la mesa a los distintos grupos e intereses que representan. Para una política como la que se hace en México, donde tiende a privilegiarse la descalificación y algunos medios de comunicación dan preferencia a la anécdota sobre las propuestas, el panorama no parece muy promisorio.

Para esta segunda etapa, que concluirá con las fechas de registro de los candidatos al Congreso de la Unión por los dos principios de representación, allí seremos testigos de los frecuentes ejercicios de transfuguismo que tanto afectan el prestigio de la política en México. Y este escenario repercute directamente en la calidad de la propuesta de los partidos; será así donde otra vez serán los aspectos personales los que predominen en detrimento de las estructuras de los partidos políticos, que irán de nueva cuenta en contra de las trayectorias de militantes disciplinados que se ven marginados por la oportunidad mediática que ofrece la delación y el denuesto realizados por los recién llegados a su organización.

Muy importante será esta segunda etapa electoral, centrada en el contenido y sentido de la propuesta, porque será la única vía mediante la cual la ciudadanía sabremos cuáles y por qué serán las prioridades del nuevo gobierno y sobre de ellas habrá que exigir cuentas (la solución de 15 minutos para Chiapas o el crecimiento de 7 por cienro, para recordar algunas). Por eso, la realización y la difusión de los debates es crucial, en tanto que la democracia es en esencia un ejercicio de deliberación, de exposición de contenidos y coherencia en los argumentos; la oferta queda así sustentada en la consistencia, en el reconocimiento de la problemática por cada uno de los candidatos.

Cada uno de los candidatos presidenciales expondrá con claridad sus ideas respecto del presente y futuro del país. No hay otra forma seria y confiable de debatir por la conducción de la República. Ni las encuestas ni los mensajes televisivos son suficientes. Es la hora de las ideas. Veremos si las tienen y las contrastan. Eso sería lo normal. Pues en cuanto a la deliberación misma, es la oportunidad para que los ciudadanos conozcan si se trata de la exposición razonada de los argumentos o de una vocación por el poder en sí.

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