Usted está aquí: lunes 6 de marzo de 2006 Opinión Contrargumentos para antinmigrantes

Ana María Aragonés

Contrargumentos para antinmigrantes

El tema de la migración se encuentra a debate en el Congreso de Estados Unidos y es claro que el ambiente actual no resulta el mejor para su discusión. En parte porque se ha mantenido la tendencia del gobierno de Washington de articular migración con seguridad nacional, terrorismo y drogas, y también porque poco se ha hecho a nivel de opinión pública estadunidense para explicar de manera objetiva y fuera del ámbito del racismo y la xenofobia la realidad del fenómeno migratorio y los mejores caminos para solucionar la presente conflictividad.

Algunos de los argumentos en contra de la legalización de los migrantes indocumentados son: que se premiará a aquellos que han violado la ley, que se envía un mensaje a todos los trabajadores, por lo que habrá una "invasión" de migrantes, y, finalmente, que tendrá enorme costo para los contribuyentes estadunidenses.

En primer lugar es importante recordar que los trabajadores migrantes mexicanos entre 1965 y 1986 no tuvieron ningún problema para desplazarse en forma indocumentada, pues la ley no impedía que se les contratara; es más, se prohibió penalizar a sus empleadores. El resultado fue, como señalan Douglas S. Massey y Jorge Durand, "un programa de facto de trabajadores invitados". Ante la impresión de que los trabajadores indocumentados se habían incrementado, se llevó a cabo la Ley de Control y Reforma de la Inmigración en 1986, que amnistió 2 millones 700 mil trabajadores mexicanos. A partir de entonces y bajo la administración Clinton se instaló la peor política migratoria de la que se haya tenido memoria, al aplicar un conjunto de programas que buscaron reforzar de manera policiaca la frontera. Con ello no sólo dio inicio una verdadera tragedia para los migrantes, al tener que enfrentarse a lugares inhóspitos y con enormes riesgos, encontrando la muerte más de 3 mil personas, sino que fue la causa de que el número de indocumentados se incrementara en forma extraordinaria. Todo ello debido a que los caminos legales para estos trabajadores se cerraron.

Por lo tanto, la experiencia debía servir para algo y tomar en cuenta el terrible error que fue cerrar la frontera después de la legalización, en lugar de continuar con un programa integral para trabajadores migratorios, aumentando el número de visas que respondiera a las demandas de una economía que se encontraba en crecimiento extraordinario y con un descenso igualmente importante de los niveles de desempleo en Estados Unidos.

Percibir la legalización como un premio para aquellos que supuestamente han violado la ley es también incorrecto, pues, tal como señala Daniel T. Griswold, si es violada por grandes cantidades de personas es un indicativo de que algo está mal con esa ley. Estados Unidos ya ha tenido que enfrentar este problema, como fue el caso de la prohibición de alcohol en los años veintes, que produjo gravísimos estragos hasta que fue abolida. Sin duda las leyes de migración de Estados Unidos deben ser revisadas, pues son ellas mismas las que promueven el fenómeno del indocumentado.

Por otro lado, amnistiar a los trabajadores indocumentados no es enviar ningún mensaje que supondría una avalancha de migrantes, ya que hay que recordar que los trabajadores sólo responden a una demanda existente. Y si ellos han tenido que permanecer en Estados Unidos es precisamente porque no quieren volver a vivir las enormes dificultades que enfrentaron en la frontera. Amnistiar a los trabajadores indocumentados y aprobar un programa de trabajadores temporales reinstalaría la circularidad y con ello se abatirían todas las patologías que se han desarrollado desde entonces. Habría que destacar que antes de aprobarse la ley de 1986 el periodo de permanencia de los migrantes era de 2.6 años; hoy es de 6.6.

Y en cuanto a que la legalización sería una enorme carga para los contribuyentes, se trata de un argumento, además de falso, ruin, y para evitar estos supuestos costos es mejor que se mantengan los trabajadores como indocumentados porque, eso sí, prácticamente todos están de acuerdo en que reportan enormes beneficios a la economía estadunidense.

Ningún trabajador migrante es indocumentado por su gusto, y si lo son es porque así tuvieron que responder ante las condiciones que les fueron impuestas. Es hora de que se les haga justicia.

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