Usted está aquí: martes 7 de marzo de 2006 Ciencias La cocaína, tan adictiva como el alcohol, según estudio con animales

La dependencia a la droga se desarrolla luego de 3 años de uso regular: experto

La cocaína, tan adictiva como el alcohol, según estudio con animales

25 % de los ataques cardiacos en personas de 18 a 45 años son causados por ella

Se trata del estupefaciente favorito del mundo chic hoy día

El papa León XIII la consumía y publicitaba

PAUL VALLELY THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Con el tiempo son necesarias dosis mayores y más frecuentes

Ampliar la imagen Bolivia intenta legitimizar la planta de la coca en diferentes productos Foto: Reuters

Yo culpo de esto al Papa. No al nuevo. Al anterior tampoco. A uno que se llamó León XIII, en el siglo XIX. No sólo usaba cocaína; le hacía publicidad. Apareció en un cartel publicitario después de que condecoró con una medalla de oro al fabricante del "tónico" que guardaba en la anforita que siempre llevaba consigo para reforzarse, cuando la oración era insuficiente.

Así, podemos ver una línea directa de Su Cocantidad con las noticias de que en Gran Bretaña más personas han probado la cocaína que en cualquier otro país, según anunció recientemente la Oficina Internacional de Control de Narcóticos.

En total, 6.8 por ciento de los adultos británicos admiten haber probado la cocaína, comparados con 4.9 de los españoles, que están en segundo lugar. Recientemente, cuatro niñas de entre 14 y 15 años de edad de una escuela de Crawley, West Sussex, fueron expulsadas del colegio por inhalar cocaína antes de sus clases, lo cual ilustra lo enraizado que se ha vuelto el uso de la droga.

Ahora bien: 2 por ciento de los ingleses usan regularmente la cocaína, índice tan alto como el que existe en Estados Unidos. Se trata de la droga favorita del mundo chic hoy día.

Uno podría irse más lejos que León XIII y echarle la culpa a los incas. Los habitantes originarios del área que produce las tres cuartas partes de la cocaína del mundo -Colombia, Perú y Bolivia- mastican hoja de coca desde hace miles de años.

Oficialmente, la coca estaba reservada para la realeza inca, pero, como demuestran esculturas y cerámicas arqueológicas, se usaba para propósitos místicos, religiosos, sociales y medicinales. Se masticaba no sólo por sus propiedades estimulantes -que combatían la fatiga y conferían la energía y fuerza necesarias para emprender caminatas en terrenos empinados respirando el aire escaso de las alturas del altiplano-, sino también como una forma de alimento, pues las hojas tienen vitaminas y proteínas.

A los conquistadores no les gustaba. Al principio los españoles prohibieron la coca y la llamaron "un malvado agente del diablo", pero pronto descubrieron que sin eso que los nativos llamaban "regalo de los dioses" los indígenas apenas podían trabajar en los campos o extraer oro de las minas. Repentinamente la coca no sólo fue legalizada, sino se convirtió en objeto de impuesto, pues los conquistadores exigían como tributo la décima parte de toda la cosecha. Las hojas de coca se distribuían entre los trabajadores durante los descansos, tres o cuatro veces al día. Inclusive la Iglesia católica empezó a cultivarla.

Pero las hojas no aguantaban las travesías, por lo que sólo ocasionalmente fueron llevadas a Europa, aunque se han hecho pruebas a pipas del siglo XVII, halladas en el jardín de Shakespeare hace unos años, que mostraban residuos de coca. Presumiblemente, esto explica las referencias a las "líneas eternas" en su soneto más famoso o el constante uso de la palabra blow (uno de los nombres del polvo) en la obra El rey Lear.

Sin embargo, para la época victoriana ya se tenía tecnología más avanzada. En 1863 el químico italiano Angelo Mariani puso en el mercado el vino Vin Mariani, macerado con hojas de coca. Lo probó en una actriz deprimida y los resultados fueron espectaculares. El etanol del vino actuaba como solvente y extraía la cocaína de las hojas, creando el compuesto cocaetileno, que reforzaba el impacto de ambas drogas, como se comprobó en los organismos de Kate Moss y compañía.

El Vin Mariani contenía 11 por ciento de alcohol y 6.5 miligramos de cocaína por onza, lo cual es el motivo aparente de que León XIII le diera una medalla de oro. No fue el único.

Adoración de los escritores

Los escritores lo adoraban. Henrik Ibsen, Emilio Zola, Julio Verne, Alejandro Dumas, sir Arthur Conan Doyle, todos estaban locos por el tónico. Robert Louis Stephenson escribió El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde durante seis días de borrachera con Vin Mariani.

La realeza también lo consumía con entusiasmo. La reina Victoria, el rey Jorge de Grecia, el rey Alfonso XIII de España, el sha de Persia y los presidentes estadunidenses William McKinley y Ulysses S. Grant, todos empinaban el codo con el mismo elíxir.

El explorador de los polos, Ernest Shackleton, tomaba un producto similar en forma de tableta en la Antártida, como también hizo el capitán Scott, con resultados menos felices. Auguste Bartholdi afirmó que si se hubiera conocido antes el Vin Mariani habría diseñado la estatua de la libertad varios cientos de metros más alta.

Además del estado general de bienestar que inducía, también se decía que era "el más maravilloso vigorizador de los órganos sexuales", cualidad que no era objeto de la recomendación papal.

La más famosa bebida de coca llegó más tarde. El farmacéutico de Atlanta John Pemberton hacía su propio vino de coca, pero cuando se prohibió el alcohol en Estados Unidos remplazó el vino de su receta con jarabe de azúcar.

Rebautizó su bebida Coca- Cola: la bebida equilibrante que "ofrece todas la virtudes de la coca sin ninguno de los vicios del alcohol", y la comercializó como la bebida perfecta para la "turbulenta, inventiva, ruidosa y neurótica nueva América". Los anuncios de Pemberton la llamaban la "bebida para intelectuales" y "uno de los refrescos más deleitantes, reanimantes y vigorizantes". Sin duda: cada botella contenía el equivalente a una línea de cocaína (unos 75 miligramos).

En Londres, en 1916, la tienda Harrods vendía un neceser descrito como "un regalo muy bien recibido por amigos que están en el frente", que contenía cocaína morfina, jeringas y agujas.

Esto ocurrió gracias al desarrollo de la técnica para aislar de la hoja el alcaloide de la cocaína. El método fue perfeccionado por el estudiante de medicina Albert Niemann, quien destiló el tropano alcaloide cristalino de las hojas de una planta. La versión refinada de la droga daba al usuario una sensación súbita de dicha, engañando al cerebro, haciéndolo creer que recibía un estímulo placentero.

Experiencia de recompensa

Como la heroína y la nicotina, actúa sobre los caminos naturales con los que el cerebro experimenta la recompensa, por lo que mejora la conciencia, la seguridad en uno mismo y de un sentimiento de fuerza y vigor sexual.

El efecto fascinó a las mentes más brillantes. En 1884 Sigmund Freud publicó el ensayo Uber coca, en el que analiza los efectos de la cocaína: "Felicidad y euforia duradera que no se diferencia en nada de la euforia normal de una persona saludable... En otras palabras, uno siente algo normal y hasta es difícil de creer que se está bajo la influencia de cualquier droga... Se logra hacer intenso trabajo físico por un periodo prolongado sin sentir fatiga... Este resultado puede disfrutarse sin los efectos secundarios desagradables que siguen a la euforia provocada por el alcohol..."

Entre más rápido se ingiere, más rápido y dramático es el efecto. Tanto así que Arthur Conan Doyle hizo que Sherlock Holmes describiera la cocaína como "trascendentalmente estimulante y clarificadora de la mente, cuya reacción secundaria es cuestión de sólo un momento". O, para emplear el lenguaje más mundano de un usuario de crack actual, "es como un orgasmo de cuerpo entero".

Pero disfrutar con tanta intensidad de algo que está completamente fuera de la gama normal de la experiencia humana tiene precio. Según un drogadicto reformado, la naturaleza es cruelmente parsimoniosa cuando se trata de experimentar placer. A mayor efecto, mayor es la caída, cuando el cerebro se da cuenta de que le tendieron una trampa. Con el tiempo son necesarias dosis mayores y más frecuentes para reproducir el efecto.

Costos

Varias dosis de cocaína pueden causar problemas neurológicos y de conducta, que incluyen mareos, dolores de cabeza, problemas motores, ansiedad, insomnio y hasta alucinaciones.

Como la cocaína estimula las células de los sistemas nervioso central y cardiovascular, durante la hora que sigue a su consumo el riesgo de sufrir un ataque cardiaco se multiplica por 24. Muchos de los pacientes de Freud, a los que se las recomendó, acabaron haciéndose adictos.

Al comenzar el siglo XX cambió la opinión; sus propiedades adictivas habían quedado claras y comenzó a aparecer en la literatura como vicio. El péndulo osciló en dirección del pánico moral. En 1903 el American Journal of Pharmacy describió a los usuarios de cocaína como "bohemios, apostadores, prostituas de nivel alto y bajo, porteros nocturnos, botones, rateros, revoltosos, padrotes y trabajadores ocasionales".

Un funcionario de la oficina farmacéutica de Pensilvania atestiguó que "la mayoría de los ataques contra mujeres blancas del sur son resultado directo de los cerebros enloquecidos por cocaína".

En 1904, los fabricantes eliminaron la cocaína de la Coca-Cola. El gobierno estadunidense trató de hacer que la compañía le cambiara el nombre, pero, después de muchos alegatos legales, el nombre se salvó. La Coca Cola Company aún tiene susceptibilidades sobre el tema. Su museo en Atlanta aún no menciona lo que su bebida debe al mágico arbusto de Perú, a pesar de que la bebida aún tiene como saborizante el extracto de hojas de coca a las que se ha extraído la cocaína.

Pero ésta siguió en uso entre los intelectuales de los años 20 y 30. Aunque en la letra de una canción, Cole Porter insistía: "Estoy seguro de que aunque la inhalara, me aburriría terriblemente", la usaba, igual que el escritor William S. Burroughs y la actriz Tallulah Bankhead, quien en una ocasión declaró: "¿Que la cocaína causa hábito? Claro que no. Si lo sabré yo, que la he usado durante años".

Eclipse

Aun así, la cocaína fue eclipsada en el mercado negro durante las décadas siguientes por estimulantes sintéticos, como las anfetaminas. Con el flower power (el poder de las flores de los hippies de los 60), la mariguana y el LSD se volvieron las drogas predilectas.

La cocaína tuvo un breve retorno, pero el éxtasis, la heroína, el ácido y las anfetaminas dominaron. A finales de los años 90 y principios del nuevo siglo volvió a Estados Unidos, con ventas en las calles que superaron 35 mil millones de dólares en 2003. Cuando el mercado estadunidense se saturó, los vendedores volvieron la mirada hacia Europa.

Con la búsqueda de un efecto más intenso, llegaron mayores peligros. La cocaína fumada llega al cerebro en unos cinco segundos, lo que produce un efecto mucho mayor que si se aspira la misma cantidad por la nariz. Se puede usar dietilo de éter, un solvente, para fumar con pipa. Pero la técnica es peligrosa porque la mezcla es muy inflamable. Fanáticos del comediante estadunidense Richard Pryor recordarán que en una ocasión se prendió fuego cuando trataba de fumar cocaína. También es una técnica que tienta al usario a la sobredosis. El efecto de la droga continúa por 10 minutos, pero la sensación de mayor placer termina tan pronto como el usuario exhala el humo.

El peligro de incendiarse al fumar llevó a desarrollar la forma más letal de cocaína, conocida como "caspa del diablo", "comida", "piedra" o simplemente crack. En este último caso se cocina con amoniaco o bicarbonato de sodio hasta que obtiene un color café pálido. Es la forma más adictiva de la cocaína, aún más que la heroína.

Los animales en el laboratorio

La cocaína produce una adicción que según los farmacólogos es "de alto refuerzo". Experimentos con animales lo demuestran. Los ratones la ingieren voluntariamente. A la larga toleran descargas eléctricas y renuncian al agua y a los alimentos con tal de obtener la droga.

La evidencia sostiene que la cocaína es tan adictiva como el alcohol. "Todos comienzan a usar cocaína de forma no dependiente", dice el doctor Adam Winstock, del Centro Nacional de Adicciones. "Nadie cree que terminará en una clínica de desintoxicación cinco años después." La dependencia a la cocaína se desarrolla después de unos tres años de uso regular.

Existe un problema más que viene de mezclar drogas. Ingerida con alcohol se convierte en cocaetileno en el hígado, lo que produce mayor euforia y muy alto riesgo de paro cardiaco o respiratorio.

Tomada con heroína, mezcla conocida como speedball (bola veloz) o roca lunar, produce un rápido incremento en el ritmo cardiaco, pero cuando el efecto termina la heroína desacelera el corazón, poniéndolo en riesgo de una falla masiva. John Belushi y River Phoenix murieron después de inyectarse esta combinación.

La cocaína administrada con dosis bajas de cetamina, combinación que asiduos a los clubes europeos conocen como cki. Disminuye los efectos alucinógenos y paralizantes del primer compuesto de la cocaína, pero en dosis bajas de éste es mortal.

La mayoría de los que usan la cocaína de forma recreativa siempre aseguran que no se aventurarán en estas áreas peligrosas. En sus reuniones se limitan a pasar entre los invitados un plato de porcelana surcado de líneas de polvo blanco: "un batallón de soldados de nieve", como los llama un usuario habitual. Lo hacen circular después de la cena, como sus abuelos pasaban el oporto o sus padres un cigarro de mariguana.

Muchos seguirán consumiendo esas cantidades de cocaína y no se volverán adictos. Sólo los más desafortunados descubrirán que 25 por ciento de los ataques cardiacos en personas de 18 a 45 años son precipitados por la cocaína.

El viaje hacia la dependencia no tiene preocupaciones, pero el camino para dejarla es una difícil lucha.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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