Usted está aquí: miércoles 8 de marzo de 2006 Opinión La verdad como problema

Arnoldo Kraus

La verdad como problema

Me defiendo desde el primer renglón: no soy moralista, nunca he pretendido dar lecciones, me aterran los fanatismos, los políticos -sobre todo la mayoría de nuestros connacionales dedicados a ese quehacer-, los profesores sordos y las "verdades únicas". Todo lo contrario: soy devoto del disenso, de la duda, de la ruptura, de la discusión y del sano escepticismo. Detesto los sermones y alabo las pláticas que no concluyen. Me alejo del maniqueísmo y aprecio las opiniones que invitan a seguir construyendo.

La perorata previa, como dije, es una suerte de autodefensa que se origina por el título de estas lí-neas: la verdad como problema. El reciente y muy publicitado caso del científico coreano Hwang Woo Suk es buen ejemplo de los embrollos que plantea "el manejo de la verdad", independientemente de que el origen de ésta haya sido una mentira inmensa. Menudo embrollo. Ese ejemplo, dentro de una mi-ríada de situaciones sirve para ilustrar el problema.

Como se recordará, el año pasado Woo Suk urdió una de las invenciones más grandes dentro de la ciencia: publicó en las revistas más prestigiosas del mundo, Science y Nature, sendos artículos, cuya información acerca de la clonación y la creación de células madres a partir de clones enfermos que a la postre permitirían continuar las investigaciones sobre enfermedades crónicas y devastadoras como la diabetes mellitus, la artritis reumatoide o la enfermedad de Alzheimer, resultó falsa.

El grupo de Woo Suk atentó contra la verdad científica y empezó a generar esperanzas en grupos pares, tanto en Corea del Sur como en el extranjero, en enfermos crónicos e incluso en la población de su país, donde contaba con un número impresionante de seguidores -algunos de los cuales deben ser llamados fanáticos- y numerosas páginas de Internet. Amén de lo anterior, el científico se había convertido en verdadero paladín, pues muchos cifraban en él la esperanza de contar con un Premio Nobel de Medicina.

Desvelar las mentiras de Hwang era imprescindible y un "compromiso con la verdad". La ciencia, las revistas defraudadas, los enfermos y sus seguidores merecían, primero, la verdad, y después una serie de ideas para evitar que se sigan manipulando o inventando datos. El caso Woo Suk demuestra cuán poco estamos preparados para lidiar con la verdad.

Tras haberse conocido la noticia del fraude, que en muchos sentidos conmocionó a la sociedad coreana, el médico que envío un correo anónimo y que a la postre era uno de los colaboradores de Hwang, es decir, un mentiroso "bueno", se convirtió en blanco de las críticas de su hospital, por lo que tuvo que dimitir. El destinatario del correo, la cadena sudco-reana MCB, que hizo pública la historia en el programa de investigación PD Notebook, fue amenazada por espectadores y anunciantes por la afrenta a uno de sus héroes nacionales. Aunque suene a anécdota de Ripley, las acciones de MCB se desplomaron y el programa se canceló en dos semanas. Y no sólo eso: de los 12 anunciantes que copatrocinaban PD Notebook, sólo quedan dos, además de que la compañía televisiva sigue recibiendo cada día mil 500 mensajes airados por haber expuesto la verdad. En muchos sentidos, y para muchas personas, haber dado peso a la verdad y llenarla de tintes "democráticos", si acaso vale esa expresión, no ha sido, como debería ser el caso, para bien, pues, a pesar de las abrumadoras evidencias contra el investigador, gran número de fanáticos hwangianos continúan amenazando a periodistas y a quienes proporcionaron la infromación veraz.

Con frecuencia, al pensar de los deslices de nuestra especie cuando de verdad y de realidad se habla, me gusta citar a T. S. Eliot: "Bueno, bueno, bueno dice el pájaro:/ la especie humana/ no puede soportar/ demasiada realidad". La realidad es que Hwang y sus colaboradores engañaron grotescamente. Pese a eso, al descrédito y al daño que produjo a la ciencia mundial, y a la coreana en particular, haber expuesto la verdad causó un cisma inentendible en Corea del Sur que aún no finaliza y que incluso produjo la renuncia de la asesora presidencial de ciencia.

Aunque absurdo e incomprensible, la verdad es un problema frecuente. Más cómodo es viajar repitiendo mentiras, a pesar de que generen daños y perjuicios. Más fácil es ignorar la sabiduría de los pájaros. Lidiar con la verdad, pese a que nunca haya sido cierta, es más complejo que llamar mentira a la verdad.

 
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