La Jornada Semanal,   domingo 12 de marzo  de 2006        núm. 575
MUJERES INSUMISAS
Angélica Abelleyra


SILVIA TOMASA RIVERA: MONTAÑA Y POESÍA COMO GUARIDA

Es adicta al silencio, a la montaña y a la poesía. Los tres elementos la conforman, hacen que en apariencia se esfume del escenario cultural y la devuelven con libros de vez en vez. Libros llenos de erotismo, intensidad y misticismo que convierten a Silvia Tomasa Rivera (El Higo, Veracruz, 1956) en una de las presencias poéticas más sólidas de México.

Me hundí en ti, suave,/ como un durazno que resbala
de las manos de un niño.

Como agua/ en la resequedad
de la tierra/ de los viñedos del norte.

Sin miramientos,/ limpia y húmeda,
entré en tu boca/ como un racimo de uvas.

"Vitalidad, veracidad y frescura" han sido rasgos de su palabra escrita, como lo señaló José Joaquín Blanco en 1984 con motivo de la primera edición de Poemas al desconocido/ Poemas a la desconocida. A partir de entonces, lo que tenemos ante nuestros ojos de la poeta es una suma de profundidad, gozo, desnudez, abandono, revolcadero, eros, transgresión, infiernos, soledades y vértigo.

Una escritura que apunta hacia lo más lejano y lo más inmediato a la vez para que trastoque las vivencias del mundo.

Ferozmente crítica y rabiosamente heterosexual, a decir de Efraín Bartolomé, Silvia Tomasa Rivera nació con ese don peligroso, la poesía. Y si la vida es fuego —recordó el chiapaneco— el poeta es el madero que se quema con más fuerza.

Serías capaz/ de retener
en tu pecho/ una paloma
hasta hacer a la pobre
renegar del vuelo
besarías sus alas/ más que por desearlo
por sentir cómo tiembla/ entre tus manos

Con una obra reconocida por la crítica y, sobre todo, por sus lectores, la veracruzana ha recibido múltiples premios como los Nacionales de Poesía Carlos Pellicer (1997) Alfonso Reyes (1991), Jaime Sabines (1988) y Paula de Allende (1987) por obra diseminada en los libros La rebelión de los solitarios/ El sueño de la Valquiria y Altamontaña; Por el camino del mar. Camino de piedra; El tiempo tiene miedo y Cazador, por mencionar algunos.

El más reciente vio la luz a mediados de 2005 con el título Como las uvas (Editorial Boca del Jaguar, 2005): una reunión de frutos gozosos de la temperamental "Dama de las Caguamas" que en el poemario habla de un amor absoluto y también del desencadenamiento de la pasión entre adictos.

Se trata de vivir,/ permanecer expuesto.
Un minuto de risa/ por el que ama
hasta los vertederos de la sangre.
Por el que agita los sueños/ en el polvo.

Un minuto de duelo/ por el que sabe
que no hay mar sin derrota,
ni corazón que se abra
prontamente al olvido.

Formada en los talleres de poesía de Raúl Renán y de Carlos Illescas, ha colaborado en La Jornada, Nexos y en suplementos como La cultura en México (de la revista Siempre!). También ha hecho teatro para niños: la pieza Alex y los monstruos de la lomita recibió en 1991 el premio en dicha categoría y algunos poemas han sido musicalizados por Emilia Almazán.

Ahora, en parajes veracruzanos cerca de las montañas o en Xalapa, coordina el taller de poesía de El Ágora de la ciudad y el suplemento cultural La Valquiria, del Diario de Xalapa. Cuenta con los poemarios inéditos: Palabra ilegal, Legión de cuervos, La Halconera y Tiempos divinos (sobre dioses prehispánicos), todos en busca de editor.

De vez en cuando baja de la montaña y viene a la ciudad para encontrar caminos de difusión de su trabajo, contra viento y marea, a pesar de que —dice— la novela le comió el mandado a la poesía ante el desinterés que las instancias oficiales de cultura muestran ante la producción en el género surgida en muchos estados del interior del país.

Por estos días, esta amante del vino y las palabrotas, de labios carmín y un constante desafío al silencio y al estruendo que la seducen, se afana en seguirle los pasos a Santa Teresa. La estudia, la saborea junto a una botella de cerveza o un tinto, para aprehender algo de esa sensibilidad que escribió: "No quiero tener libertad; su sólo nombre me aterra; me siento débil, frágil y por esto he querido unirme a la fortaleza de mi Dios."

El mundo/ es una lengua
que se angosta,/ sube por las axilas,
desciende por los pechos,
da un rodeo por el vientre/
y se arroja/ a la desembocadura de los ríos,
en un mar sin retorno.