La Jornada Semanal,   domingo 12 de marzo  de 2006        núm. 575


Juan Domingo Argüelles

MEDIO SIGLO DE PALABRAS EN REPOSO, DE ALÍ CHUMACERO

Hace cincuenta años, en 1956, Alí Chumacero publicó su tercer y mejor libro de poemas, con el que clausuró su obra poética: Palabras en reposo. Le antecedieron Páramo de sueños, en 1944, e Imágenes desterradas, en 1948.

Con una obra lírica que cabe en 150 páginas, Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit, 1918) ya linda los noventa años y todo parece indicar que no publicará más, pues sentencia que ha dicho cuanto tenía que decir y escrito cuanto tenía que escribir.

Al igual que Juan Rulfo, en la narrativa, Alí Chumacero en la poesía nos negó la posibilidad de leer otro libro suyo, a cambio de entregarnos un puñado de páginas magistrales que están entre lo mejor de las letras mexicanas. Palabras en reposo, especialmente, es su gran poemario y, con seguridad, lo mejor que produjo su generación, la de la revista Tierra Nueva.

En Palabras en reposo (cuya primera edición vio la luz en la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica) están algunos de los mejores poemas de Chumacero, por los cuales esta obra ceñida y concentrada tiene la perdurabilidad que le confiere día a día la relectura. Entre estos poemas podemos mencionar "Responso del peregrino", "Los ojos verdes", "Prosa del solitario", "Monólogo del viudo", "Alabanza secreta", "La imprevista", "La noche del suicida", "Mar a la vista", "Al monumento de un poeta", "El proscrito", Salón de baile" y "Losa del desconocido", una docena de textos de particular concisión expresiva y de contenida intensidad en los que no renuncia nunca a la inteligencia y a la lucidez reflexiva.

En su espléndido "Monólogo del viudo", la precisión del lenguaje y el perfecto ritmo del poema nos entregan algunos de los mejores versos de la poesía mexicana: "Abro la puerta, vuelvo a la misericordia/ de mi casa donde el rumor defiende/ la penumbra y el hijo que no fue/ sabe a naufragio, a ola o fervoroso lienzo/ que en ácidos estíos/ el rostro desvanece. Arcaico reposar/ de dioses muertos llena las estancias,/ y bajo el aire aspira la conciencia/ la ráfaga que ayer mi frente ayer buscaba/ en el descenso turbio."

La palabra diáfana de Chumacero adquiere de pronto la contundencia epigramática, como en los versos finales de "Al monumento de un poeta", que están entre los mayormente logrados de nuestra lírica: "Dejó al morir unos cuantos papeles/ caídos de la mano. Hoy su inocencia/ afluye a quienes juran o se alegran/ llamando vida a esto que es la vida./ A veces al leerlos una frase/ desencadena ecos sucesivos,/ yesca para el cortejo que camina/ paso a paso, de rastro a albor, detrás/ de la cercana imagen precedente./ Vestigio de la paz su canto ordena/ la trágica armonía y niega el mundo/ que a solas levantó con la palabra."

"Cuando hayas terminado, mira este muro ardiente/ donde la bestia cumple su reposo", escribe Chumacero en otros versos inolvidables de Palabras en reposo.

Poeta del amor y de la vida cotidiana en su expresión más pulcra, Alí Chumacero escribió, con este volumen, uno de los libros fundamentales de la poesía mexicana. En 1992, en una entrevista, nos dijo: "Pienso que mi último libro, Palabras en reposo, va a quedar como un libro digno de aprecio en la historia de la literatura mexicana. Los dos libros juveniles no creo que sean reprochables; son textos muy vivos; todavía no tienen la concentración del último, pero en conjunto los tres se complementan. Creo que ayudan a dar una imagen de un escritor".

Aunque a veces la crítica exagera su carácter intelectual, producto de su rigor y elaboración lingüísticas, la poesía de Alí Chumacero posee un carácter emotivo que, conforme se relee, se va descubriendo o acentuando. Para Chumacero mismo "la poesía sin sentimiento, sin pasión, es endeble y más bien libresca". Añade que, por el contrario, "la poesía debe ser un arranque del ser, del sentimiento... Y no debe ser, de ninguna manera, una cosa inventada... La poesía arranca del sentimiento, de la sensibilidad, de la emoción, y se convierte en palabras a fin de que quien lea esas palabras pueda, a su manera, resucitar esa emoción inicial que tuvo el poeta".

Eso es, precisamente, Palabras en reposo: poesía de la emoción, con el trabajo riguroso, exigente y estricto de un escritor que sabe su tarea. El medio siglo de este libro nos da la oportunidad de releerlo y volverlo a admirar.