Usted está aquí: domingo 19 de marzo de 2006 Opinión Huracana, la obra completa de Ambar Past

Elena Poniatowska

Huracana, la obra completa de Ambar Past

Esta muchacha rubia, con su canasta en la mano, que camina por las calles de San Cristóbal y saluda a los que van pasando, es Ambar Past. Todos le devuelven el saludo y le preguntan si está bien, si Tila, su hija, se va a casar -tan bonita Tila-, si el taller Leñateros tiene muchos visitantes, si va a salir de nuevo un artículo en el periódico gringo The New York Times sobre los libros hechos con hojas de árbol y pastito que venden en la cooperativa Leñateros y deslumbran a los visitantes.

Es bien atrevida esa muchacha que de todo se ríe, enseñando sus hermosos dientes blancos. Según el dicho, el que solo se ríe de sus maldades se acuerda, y Ambar ha de haber hecho infinidad de maldades porque su risa cruza bosques y lagos y viene a posarse sobre nuestras sonrisas, porque es imposible no sonreírle a ella a quién la vida le ha sonreído. Ambar ha sabido darle vida a su vida, mucha vida distinta de pura agua serenada, de puro cántaro de barro, de pura casa que canta. Los árboles la miran con sus miles de ojos, los magueyes la siguen con sus puntas al aire porque saben que los va a convertir en papel (porque Ambar hace papel con pasto, pétalos de flores, rastrojo, pencas de maguey, cáscaras de plátano, fibras naturales del coco, y la leña cruje, el maíz truena y se desgrana en elotitos tiernos para ir a dar hasta sus manos de hechicera. "Me duele el corazón, estoy enamorada". Ambar va por los caminos recogiendo las cosas que da la tierra porque sabe que son poemas. Son poemas los pensamientos de las chiapanecas envueltas en sus enaguas y sus huipiles bordados. Son poemas sus pasos sobre la tierra. Son poemas las encantaciones de 150 mujeres mayas que trabajaron 30 años para crear la antología de las brujerías mayas.

El título de este precioso libro, Huracana, muy bien editado por el gobierno de Chiapas, le va también a Ambar porque es una huracana, pero una huracana buena; como que le va bien el nombre de volcana porque es también una volcancita en ebullición cuyas llamaradas suben alto al cielo. Ambar dejó todo, se deshizo de todo. Estaba lavando en San Francisco y de repente pensó: "Mejor le sigo más tarde" y se vino a México. Han pasado 27 años y no ha regresado a tender la ropa.

Quizá por ello Ambar escribió: "Y siempre la mujer/ lavando amargamente/ las sábanas donde parió su madre/ La araña teje su cama/ y no tiene marido/ ni pena porque/ no es animal doméstico/".

A Ambar le gustó San Cristóbal y ella les gustó muchísimo a los chiapanecos. Luego, luego se dio a querer; luego, luego se asimiló a la vida cotidiana de los campesinos; luego, luego le dijeron: "No te vayas, quédate para siempre entre nosotros", y Ambar mejor se quedó porque finalmente San Cristóbal es el lugar de su querencia y la quietud de su sangre.

Esa muchacha que nos hace respirar hondo, esa muchacha que nos trae aire puro, esa muchacha es una gran empresaria y una empresaria sui generis porque convierte en empresarios a los que trabajan en el taller Leñateros. En un mundo donde todo se privatiza, Ambar logró levantar su proyecto comunitario, un taller único en el que los artesanos son iguales, todos son dueños, todos son creadores. La señora Antonia, que entró a casa de Ambar para guisar, ahora es la jefa del taller de imprenta. Si los empresarios tuvieran la mente de Ambar, seríamos los dueños del mundo, los socios de la gran fábrica universal. El taller Leñateros se sostiene solito, es autosustentable (para usar términos técnicos) y el público que adquiere carteles y libros es el que lo saca adelante así como saca adelante a la revista La Jícara, hecha con sobres antiguos.

Todo lo que los demás consideran que ya no sirve, Ambar lo recoge y lo convierte en obra de arte. Cuando vio que iban a vender una papelería vieja en San Cristóbal compró el papel y tendió al sol las hojas amarrillas para volverlas a la vida y convertirlas en máscaras, en cuadernos de dibujo, en libretas de direcciones, en diarios, en corazones y colibríes, en pajaritas de papel, en lunas rojas y en soles amarillos.

En este nuevo libro Ambar reúne a Yamamé (presentado por Jaime Sabines), una gran mujer, líder por naturaleza, Agustina Gómez Chebcheb, que inició la guerra de castas en los altos de Chiapas y organizó un mercado autónomo indígena en 1868; a Mar inclinada, publicado en 1986, que nos advierte que durante la década de los 80 más de 450 mil personas abandonaron sus hogares en Centroamérica, huyendo de la represión militar; Nocturnos para leñateros, El acento en clítoris, Bajo seudónimo, El jardín de la mimosa, Camarinta, Cuando era hombre, Viñetas de Munda Tostón (antología de 1998 a 2004), Luna sin metáfora, Caracol de aire. Espléndidamente ilustrado, puede decirse que este volumen es la obra completa de Ambar, al menos de los pasados 25 años.

Toda la historia de Chiapas se encuentra en los poemas de Ambar porque hace años que escucha las voces de las mujeres y los vuelve poemas. La sabiduría antigua de los campesinos surge a cada línea y también cae el agua del cielo a fecundarla. Todo es tierra, todo es agua. En unas cuantas palabras Ambar nos dice: "Tenemos harto miedo del ejército" (...) "También se llevaron a mí tío/ y jamás tuvimos razón de él". Ambar es la única mujer que interpela al sol: "Usted no usa mecapal, sol/ usted no toca azadón/ usted no tiene que limpiar su milpa/ allí nomás sentado/ un rato negro, un rato oro/ Yo que soy limosnera de la cosecha/ agarro el zacate/arranco el zacate./ Aprendo pero poco y sé escupir/ la cara del sol es negra/ eran las tres de la tarde de quién sabe cual año/ era la época de elotes/ mi hermana me acompañó a nacer/ se puso a matar ratones/ los pepenan en el zacate largo/ regresan corriendo cuando oscurece la tierra/ y ya oscurecía la tierra/ se muere el sol/ mi madre quemaba musgo/ no sé cual año fue, no cuento los años/ pero había llegado mi alma al principio/ cuando era nueva todavía./ El sol ya era viejo/".

Seguramente las mujeres de Chiapas se reconocen en los versos de Ambar porque son sus palabras, sus usos y costumbres y son ellas las que le han aconsejado: "Despójate de tu blusa/ y tapa los ojos de las envidiosas/". El trabajo comunitario une, hace cantar, hace bailar, inclina a la confianza. Escuchar las voces de otros es una de las vocaciones de Ambar, recoger las palabras para que no se marchiten ni se vayan rodando por el piso de tierra suelta. Ambar las reúne en su memoria privilegiada para que no se pierdan, para que queden impresas en una hojita y luego se vayan volando. "Tengo una alcoba en mi pecho/ donde guardo un viejo amor inalcanzable/"... "En esta cama donde hemos nombrado todas las cosas/ navegan mis poemas/"(...) "Tengo varios cuerpos que duermen conmigo/ tengo el cuerpo que enseño al doctor/ y el otro/ que guardo en mi espejo./ ¿Te acuerdas del cuerpo que antes abrazabas?/ Ya no soy fiel a aquella desnudez/ se quedó en la cama cuando me levanté/ y otros cuerpos lo tallaron/ lo vencieron/. Hoy lo lavé/ lo tendí como una sábana blanca/".

Ella les ha enseñado a las mujeres a valorarse a sí mismas y a valorar su cultura. Ella es quien hace llegar su voz más allá de las montañas del sureste en sus ediciones bilingües como Incantations by Maya Women, que lleva en su bolsa del mandado de plástico verde y amarillo a las universidades de Estados Unidos, a las de Europa.

En Cuando era hombre, Ambar es la única mujer que dedica un poema a aquellos "que nunca se acostaron conmigo" y es la única que repite lo que los hombres dicen de ella. Camina por la calle y ve cómo la señalan con la mirada: "¿De qué color tiene ella los vellos de su panochita?" escucha que preguntan.

Ambar escribe con la inocencia primigenia que sólo da la pureza. Sus poemas recorren a los seres humanos de la A a la Z dejándonos con el eco en la boca:

-¿Todos los indios son buenos verdad?

-¡Buenísimos!

"¿Te casaste con un mexicano verdad?" -me acusa con morbosidad. "Si señor -le digo- con varios."

Y nos recuerda a X, Y o Z. Aunque resulte penoso gritar en el momento del placer "¡M!" en vez de "¡N!" Pero para no complicarse la vida se conforma con los R.

"Siempre les fui muy fiel".

"A todos".

Un oyente entre el público le preguntó a Ambar que tal eran los W y ella sólo rió. Cuando él insistió, le preguntó cuánto había ahorrado para "comprar un orgasmo y una buena noche de sueños".

 
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