La Jornada Semanal,   domingo 19 de marzo  de 2006        núm. 576

Y AHORA PASO A RETIRARME

Ana García Bergua

DE QUÉ SIRVE LEER

Hace unos meses me encontraba yo en una ciudad del norte, con dos colegas admirados, platicando con los alumnos de la universidad de la localidad. Hablamos de lo que significa acercarse a la literatura, de los libros que habíamos escrito, y al final se abrió la sesión de preguntas. Una chica con actitud muy animosa me preguntó de qué le serviría leer literatura a una mujer emprendedora como ella. No entendí la pregunta y me embrollé en una explicación sobre el modo de compaginar la triple jornada con la lectura. Por suerte David Toscana tomó la palabra y le respondió lo que uno suele decir en esos casos: leer te ensancha el espíritu, la literatura es fuente de conocimiento sobre la condición humana, enriquece tu vida, es un vicio muy bueno, en fin. Sin embargo, yo he seguido pensando en aquella mujercita emprendedora, y en que he visto aquella palabra en muchos lugares. Se usa para hablar de alguien que quiere emprender un negocio y ser empresario en este nuevo lenguaje de ejecutivos, esos seres tan afectos a los eufemismos. Alguien que pone una farmacia veterinaria, por ejemplo, es un emprendedor, o alguien que incursiona en el campo minado de la venta de alcachofas a domicilio. Alguien que emprende una expedición al África a estudiar a los leones, no. Estas palabras como de aventura están ligadas al riesgo monetario, no necesariamente a otros riesgos vitales. Por eso pensé que esta mujer emprendedora, lista para montar, qué se yo, un próspero negocio de sujetapapeles de aluminio cromado, perdería dinero si se agobiara pensando en los problemas de Ivan Karamazov o de Emma Bovary, y entonces su pregunta estaba más que justificada: ¿de qué le iba a servir leer poesía, cuento o novela? Pues servir, servir, así, de nada. ¿Pero cómo decir algo así, en una universidad, donde uno debía fungir como fuente de inspiración para los jóvenes? Si la chica me hubiera preguntado, por ejemplo, de qué le sirve leer literatura a una mujer trabajadora, hubiera tenido más que decirle, entre otras cosas porque el trabajo, cuando yo era joven, no estaba tan desprestigiado: se relacionaba con los oficios, con las profesiones, y ello lo ligaba a la diversidad del mundo, que se parece a la de los libros. Ahora nadie va a querer trabajar: miren ustedes lo que les pasó a aquellos pobres mineros en Pasta de Conchos, Coahuila, cuán poco se valoraba su trabajo, o lo que le decía aquella cosa aberrante llamada Kamel Nazif a su amigo francés respecto a sus trabajadores, en una de las grabaciones que publicó La Jornada: "¡qué se mueran de hambre!"

He puesto los peores ejemplos empresariales de nuestros días, pero algo que realmente preocupa es que esta cultura de la inversión con ganancia forzosa tiene escasa o nula relación con la lectura y la cultura en general: en México no ha nacido un señor Guggenheim, ni siquiera un Rockefeller, para no hablar de un Alfred Nobel. Por ello, en México es el Estado quien debe apoyar a la cultura, quien entiende para qué sirve leer, pues nuestras clases empresariales suelen ser poco ilustradas. Lo malo es que esta idea de que deben ser los empresarios quienes apoyen a la cultura —y peor aún, los artistas y escritores quienes anden de "emprendedores", a ver cómo chingaos "generan valor" (de cambio)—, no sólo prevalece entre las filas del pan, como uno esperaría. Cuando este artículo aparezca, ya habrá circulado la carta que los poetas David Huerta, Antonio Deltoro y Eduardo Hurtado dirigen a las autoridades y al público en general, preguntándose por qué la señora Sosa, secretaria de cultura de la Ciudad de México, gobernada por el prd, ha recortado el apoyo económico a la Casa del Poeta Ramón López Velarde e incluso se reserva el derecho de hacerlo efectivo. Dicen: "Alentar la privatización de la cultura, es decir, propiciar que ciertas entidades y actividades tradicionalmente respaldadas por el Estado acudan y se atengan al apoyo de la iniciativa privada es, a todas luces, una política de derecha...

Admitir ahora la aplicación de una política de esta naturaleza (privatizadora y autoritaria), es abrirle las puertas a su establecimiento a nivel federal en el sexenio siguiente." ¿Será este gesto un adelanto de lo que será la política cultural en los tiempos que vienen, gane quien gane?

PD. Un ejemplo de por qué la cultura debe ser apoyada en este país, pues es muy alto, fue el gran maestro Ludwik Margules, quien falleció la semana antepasada y a quien rindo humilde pero afectuoso y admirado homenaje.