La Jornada Semanal,   domingo 19 de marzo  de 2006        núm. 576

MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido


UN SEÑOR

Refería el abuelo Augusto que su padrino, don Nicolás Reyes, le había contado cómo, por desatinos del azar, en un tiempo de espeluznante barbarie y mentiras transparentes, el tío Reyes —tío de su padrino, se entiende—, ganadero cerril de la margen oriental del Nazas, recibió para el distrito de Charcos de Risa —o de Nadadores, o de Tetas de Juana, no estoy seguro— el nombramiento de jefe de Salud Pública por parte de un jefe de gobierno como los que entonces se estilaban; aquellos que decían usufruto y creían que París era sólo el nombre de unas farmacias o más bien boticas, como les decían. Relataba el abuelo, con admiración, que don Nicolás le daba cuenta de los modos del tío Reyes, un señor que no se andaba con cuentos: su encomienda era la salud y no estaba dispuesto a tolerar sandeces. Si un médico diagnosticaba una angina de pecho, un tumor maligno, una enfermedad grave, en seguida se le retiraba la licencia y se le expulsaba del lugar.