La Jornada Semanal,   domingo 19 de marzo  de 2006        núm. 576
LASARTESSIN MUSA
Jorge Moch
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 LARRY DAVID Y SU ENTUSIASMO CONTENIDO

Pocos son los programas de comedia norteamericanos que realmente logran hacer reír más allá del lugar común del pastelazo, la trompada o el resbalón, aunque la comedia "física" ("gimnástica", más bien) es un arte escénica en que no cualquier saltimbanqui descuella. En general las sit coms, o series de comedia norteamericana, suelen ser bastante zonzas. O solían serlo. Recuerdo comedias de los setenta que lanzaron actores a la fama, como Three’s company, de donde saltaron a la palestra el hoy finado John Ritter y Suzanne Sommers. Era entretenida pero predecible, a pesar de su supuesta osadía sexual. El antecedente cincuentero o cuarentero de Mis adorables sobrinos, Mr. Ed o Mi bella genio es un claro ejemplo de ese humor soso, políticamente correcto y estimulador de bostezos. Pero en los años ochenta, teniendo como antecedente el taller de comedia que pocos años antes —en Nueva York, desde luego, que no en un Hollywood tradicionalmente ligado al humor ñoño y a las modas pasajeras— echó a andar Comedy Central como semillero de comediantes de monólogo, y de ese otro buen taller-programa de humor ácido y crítico —y a veces, también, tradicionalmente tonto, sobre todo cuando en el elenco ensayaban despegues grandes estrellas de hoy, como Dan Aykroyd, Chevy Chase o Eddie Murphy— que fue y sigue siendo Saturday night live, por donde han pasado prácticamente todos los comediantes gringos de fama actual, surgió una comedia que le dio la vuelta al género: Seinfeld. El gran logro de Seinfeld fue aglutinar la química equívoca y egoísta de sus personajes con la vida cotidiana en una ciudad como Nueva York; una mezcla de vida cosmopolita y pequeñas miserias: los personajes gozaban de una ópera mientras peleaban cruelmente con otros asistentes por un sitio de estacionamiento cercano al teatro. O sea, una visión cercana a la vida real.

Jerry Seinfeld es de suyo un tipo simpático y un brillante escritor de guiones humorísticos, pero Seinfeld no le debe su éxito a Seinfeld, o no solamente, sino a un tipo llamado Larry David. Larry fue el productor y coautor de la serie, y es en realidad el verdadero George Costanza, que en la serie fue personificado magníficamente por Jason Alexander. Quien ha visto Seinfeld recuerda perfectamente las vicisitudes miserables del cuentachiles Costanza, un tipo frustrado por calvo, verdaderamente tacaño (se llega a robar las propinas que él mismo deja en la cafetería) y con una vida amorosa en franca picada constante.

Costanza es, pues, en realidad Larry David, y años después de que Seinfeld salió del aire, Larry se lanzó a la actuación (y producción, desde luego, aunque evita autodirigirse) interpretando a... Larry David. En Curb Your Enthusiasm (Contén tu entusiasmo), que transmite hbo, David se interpreta a sí mismo en situaciones francamente exageradas pero hilarantes por factibles. La vida de David, llevada a la pantalla, regala enorme fuerza a aquel lugar común que reza que cada quien es el arquitecto de su propio destino. Larry David cosecha diariamente un anecdotario agridulce de desencuentros y pleitos rayanos en lo ridículo, que más allá del chiste facilón de tanta bobada en que se mete por ser sencillamente un atorrante, desnuda muchos sectores de la sociedad norteamericana que nadan cómodamente de muertito en una de las naciones más conflictivas en la historia del hombre. Así, lo veremos pelear con el hijo de una anfitriona en una cena de gente del ambiente de la producción cinematográfica, como si tuviera la misma edad que el escuincle, o lo veremos gritarse en público y forcejear con el actor Richard Lewis (quien también se interpreta a sí mismo, magistralmente, como némesis de David) porque en la cafetería que frecuentan le han puesto su nombre a cierta clase de torta.

Igual que en Seinfeld, en Curb Your Enthusiasm David endereza una ácida crítica a la clase media y media alta norteamericana: su cínica indiferencia ante los temas que afectan al mundo, la mayoría de las veces, desde la esfera de influencia de esas mismas clases sociales: discriminación racial o sexual, el efecto de su economía del desperdicio en otros países, las posturas presuntamente correctas en materia de política intervencionista, etcétera. En suma, la comedia de Larry David va mucho más allá de Larry, Curly y Moe, pero sin permitir que uno, si logra contener la carcajada, lo acompañe con una sardónica sonrisa.