Usted está aquí: lunes 20 de marzo de 2006 Opinión APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Un libro delicioso

AL REGRESO DE un viaje al extranjero encuentro en mi escritorio no sólo una interminable lista de sandeces convertidas en propuestas de campaña, sino además una grata sorpresa: el libro 108 Rostros de la Impermanencia. Calaveras mexicanas y pensamientos para celebrar la vida, original y enriquecedora obra en español e inglés editada por Ritoz.

SU AUTORA ES María del Rocío Hernández Pozo, quien no contenta con haber obtenido un doctorado en sicología por la UNAM, algunos premios académicos, dos medallas Gabino Barreda, una membresía continuada en el Sistema Nacional de Investigadores hace 18 años, el Premio Nacional de Investigación Científica en Ciencias Sociales de 1992 y el premio Aida Weiss en investigación en cáncer en 1994, todavía tiene aliento para ser escritora, maestra zen, investigadora experimental en torno a la ansiedad ante la muerte, fotógrafa e imaginativa decoradora ¡de calaveras de cerámica!

SI NO TE has agotado, amable lector, con este impresionante caso de energía espiritual, cultural, intelectual y artística, te diré que el citado librito -sólo 12 por 18 centímetros- reúne a lo largo de sus policromas páginas aportaciones múltiples al lector. Por un lado 108 alucinantes, gozosas fisonomías no de "la muerte" sino, como bien dice María del Rocío, de "la impermanencia", ese preciso y precioso término budista para designar una de las características de este mundo, en el que nada permanece excepto su permanente transformación, incluido eso que solemos entender como "final" de la vida.

POR OTRO, 108 frases, pensamientos, preguntas, fragmentos de poemas y paráfrasis en torno a lo que conocemos por muerte, que sin solemnidad acompañan acercamientos, perfiles o detalles de estos 108 deslumbrantes e inimaginados rostros. Además, fotografías de bellas abejitas, cempasúchiles, clemolitos y pompones, solidarias flores de muertos. Y por si fuera poco, un esmerado trabajo de diseño gráfico que logra conjuntar formas, colores, texturas, composiciones y textos en dobles páginas de satinado papel, en dos idiomas, en alegre, tierna y estética ofrenda de vida a la vista de quien tenga el privilegio de mirar.

ES TAL EL despliegue de imaginación, formas, colores, combinación de éstos y aprovechamiento festivo del milímetro de cada cráneo, mollera, órbitas, mandíbulas, pómulos, dientes y seductora sonrisa, que resulta difícil intentar describir siquiera alguna de estas calaveras, cada una con su título, como toda individualidad que si se fragmenta se pierde.

NO SE SI exista otro libro parecido a 108 Rostros de la Impermanencia, ya que en esta invaluable obra de la doctora Hernández Pozo lo artesanal se remonta a perturbadores niveles de libertad creadora, aprovechando elementos y glifos prehispánicos, salamandras, flores, aves, notas musicales, peces, estrellas, lentejuelas, mariposas o ¡chiles con su nombre! Elegante, desenfadada y lúdica aproximación plástica a "la impermanencia" que vale la pena obsequiar a los ojos de nuestra alma.

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