Usted está aquí: martes 21 de marzo de 2006 Opinión El déficit de Estados Unidos

José Blanco

El déficit de Estados Unidos

Cuando el año pasado el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, se enteró de la decisión de China de desligar el yuan del dólar -atado a éste desde 1994-, y llevar a cabo una pequeña devaluación, dijo que era altamente satisfactorio que las autoridades chinas tomaran una decisión tan importante para los equilibrios de la economía internacional.

El presidente del BCE parecía anunciar algo así como una buena nueva para el mundo: esperaba que el nuevo cambio flotante de la divisa china "contribuyera a la estabilidad financiera global".

De hecho se traba de un anuncio largamente esperado por Estados Unidos -que mantiene el mayor déficit comercial del planeta-, y produjo no pocos alborozos en el ex tercer mundo, que veían en la decisión china la posibilidad de que sus exportaciones alcanzaran mayores rangos de competitividad con un yuan flotante.

Pero el gozo se fue al pozo en un santiamén. "Occidente" y el ex tercer mundo habían echado las campanas a volar sin mayor conocimiento de los propósitos concretos de la potencia emergente. Más pronto que inmediatamente los gobernantes de China aclararon que el nuevo de tipo de cambio se orientaría hacia la estabilidad monetaria. Su política sería semejante a la de Singapur, que ha evitado grandes fluctuaciones cambiarias y ha mantenido durante los últimos años un tipo de cambio más competitivo que todos los países de América Latina. Por su parte, Estados Unidos se quedó con un palmo de narices, pues la competencia china dentro de la economía estadunidense ha continuado viento en popa (sin que falten trampas y trabas que los gringos han puesto a los chinos).

No hay nada extraño en todo esto: las ilusiones y malabares monetarios son eso, y son por ello efímeros. Es decir, para competir con éxito con China, México -a pesar de su TLCAN- y los países latinoamericanos en general necesitan aumentar seriamente su productividad. No existe otra vía realista para hacerlo; aquí no hay atajos. Requieren acentuar su política hacia el mercado interno y no diferenciarla de su política de comercio exterior. Producir con alta productividad y alta calidad para el mercado interno, distribuyendo los beneficios de la ampliación de dicho mercado, es la vía para ser competitivo en el mercado exterior. Pero nuestro país y el resto de América Latina continúan durmiendo en sus laureles, sabiendo que hoy el factor básico para aumentar la productividad económica y social es la educación y la generación de conocimientos.

Es la hora que nadie se ha sentado a diseñar de qué manera transitamos de un escuálido aparato educativo y de investigación a uno robusto de verdad y expresamente articulado al desarrollo.

Las decisiones chinas son también decisivas para Estados Unidos. Ambas economías son por hoy los dos motores principales del crecimiento económico internacional. Pero ocurre que entrambas se ha desarrollado una interdependencia que ha puesto una gran interrogante al mundo.

Hasta 1997, el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos era relativamente pequeño, apenas uno por ciento del PIB. Desde entonces, el déficit ha crecido dramáticamente, hasta llegar a cerca de 6 por ciento del PIB en la actualidad. El déficit en cuenta corriente de ese país está alimentado principalmente por su gigantesco y continuamente creciente déficit comercial, con China a la cabeza (Estados Unidos es deficitario en mercancías y algo superavitario en servicios).

En uno de esos decires del tipo que malévolamente se atribuye a algún gallego, el economista Herb Stein, asesor del presidente Nixon, dijo: "si algo es insostenible, entonces algún día acabará". Es lo que "todo mundo" cree de la evolución del déficit externo y, por ende, del endeudamiento con el exterior, de Estados Unidos. Pero nadie sabe cuándo.

Dornbusch decía que es el autoengaño masivo el que hace que los enormes flujos de capital que van a Estados Unidos, y financian su estratosférico déficit comercial, continúen aún después del momento en que ya deberían haberse interrumpido. Un consenso de gran amplitud en Estados Unidos parece estar en ésas: los flujos deberían ya haberse detenido.

Lo que resulta engañoso, según puede leerse en múltiples análisis de la balanza de pagos estadunidense, es que se examina como si se tratara de cualquier otra economía y no la que, precisamente, genera los medios de pago internacional principales. Cuando los flujos se asusten y cesen, o cuando el propio Estados Unidos lleve a cabo un ajuste severo de su balanza de pagos, no ocurrirá lo que sucedió en Rusia, Japón, Argentina o México, cuando se vieron en esos trances. Por supuesto el crecimiento se detendrá bruscamente, aquí y en China. Pero, al igual que en México, Asia y Argentina, la deuda externa estadunidense está denominada en dólares. Esta moneda es la divisa de Estados Unidos. Por tanto, a diferencia de otros países, una caída en el valor real del dólar no aumentará, sino reducirá el valor real de las deudas internacionales de Estados Unidos. Ventajas de ser el imperio.

 
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