Usted está aquí: viernes 24 de marzo de 2006 Política Presionan y amenazan a juez del caso del asesinato de un niño en Coahuila

De nuevo, red de pederastia y pornografía infantil protege a sospechoso de homicidio

Presionan y amenazan a juez del caso del asesinato de un niño en Coahuila

BLANCHE PETRICH /I ENVIADA

Ampliar la imagen En un local de videojuegos habría sido asesinado el niño Carlos Muñoz Foto: Archivo

Torreón, Coah. Enrique Busquets Casanova, productor de pornografía infantil cibernética en pequeña escala, distribuidor clandestino de materiales de sexo entre adolescentes y presunto pederasta, vivió en libertad sin ser perseguido por la justicia cinco años nueve meses después del asesinato del niño Carlos Muñoz Valdez, de 12 años, en esta ciudad, a pesar de ser el principal sospechoso del crimen.

Mientras Busquets conseguía amparos que anularon dos órdenes de aprehensión en México, entre 1999 y 2004, el padre del muchachito asesinado, Carlos Muñoz, se estrellaba una y otra vez contra el muro levantado por las autoridades judiciales de dos gobiernos sucesivos, el de Rogelio Montemayor (prófugo por el caso Pemexgate) y el de Enrique Martínez Martínez.

Hoy, al fin, la juez María Luisa Valencia -del juzgado tercero de lo penal- tiene todos los elementos a la mano para dictar sentencia contra Busquets. Pero a medida que se acerca la fecha del juicio, ella también sufre presiones y amenazas.

Desde las primeras horas de la investigación del homicidio que estremeció a esta ciudad el 2 de enero de 1999, todos los indicios apuntaron hacia Busquets: él fue el último en ver vivo a Carlitos, sentado frente a su computadora personal en su negocio de videojuegos; llantas de idéntica rodada a las de su camioneta marcaban la tierra del predio donde se encontró el cadáver del niño; un peritaje con polígrafo realizado por un ex agente de la FBI contratado por el padre detectó que el sospechoso había mentido en todas sus declaraciones ministeriales. Pero esta prueba, como muchos otros elementos del expediente, "se extravió".

Un día atípico

El día del asesinato, un lánguido y frío sábado provinciano, después del año nuevo, fue atípico en la vida de Busquets, según consta en el testimonio clave de su hoy ex esposa.

Angélica María González Ríos, de 42 años, tuvo tres hijos con él. A los pocos meses del asesinato de Carlitos Muñoz, su marido abandonó el hogar y tramitó el divorcio. Le dejó a Angélica una fuerte suma de dinero con instrucciones precisas. Era para repartir entre jueces, agentes del Ministerio Público y sus abogados, Federico Perables y Hortensia Morales.

Su testimonio permitió que, a partir de 2003, las piezas del rompecabezas empezaran a caer en su sitio y se identificara al infanticida. En febrero de este año Angélica regresó al juzgado de Torreón a una diligencia de careo con su ex marido. Ratificó punto por punto su testimonio comprometedor, y aún más. Testigos refieren que Busquets enfureció y la quiso agredir.

Ese 2 de enero de 1999 -testificó Angélica-, pese al puente vacacional, Busquets salió al mediodía de su casa a atender su negocio. Regresó poco antes de las cuatro de la tarde.

A eso de las tres, Carlos Muñoz recorría lentamente en su auto la colonia San Isidro, buscando a Carlitos, que no había regresado a casa a comer a la hora convenida. Se detuvo frente a la tienda de videojuegos porque vio estacionada enfrente la camioneta de su propietario. Bajó y tocó a la puerta. Busquets abrió, pero no le franqueó el paso. Preguntó por su hijo, dio sus señas. "Se fue hace un rato con unos niños de la colonia", respondió Busquets, y cerró.

Con una serenidad estrujante, Carlos Muñoz hoy especula: "Tal vez a esa hora lo acababa de victimar. Tal vez mi hijo sí estaba ahí adentro".

A las 18 horas el sospechoso volvió a salir de su casa y presuntamente se dirigió por segunda vez a su tienda. De nuevo pasó por su casa a las ocho de la noche y de manera inusual (nunca lo había hecho) se ofreció a ir a comprar hamburguesas para sus hijos. Tardó más de dos horas en realizar la encomienda, aunque el sitio de comida rápida queda a cuatro cuadras de distancia. Consta en el testimonio de la vendedora del expendio de hamburguesas que llegó, hizo su pedido y se fue, regresando dos horas más tarde. Cuando retornó a su casa -relata su esposa- entró en silencio, sin tocar el claxon, contra su costumbre, y, más sorprendente aún, sin zapatos. Su ropa y la camioneta, una Ram Charger, estaban cubiertas de tierra. La ropa "apestaba terriblemente".

Alejandro López, abogado de la familia Muñoz, supone que Busquets pudo matar a Carlitos en su local a primeras horas de la tarde y en el último lapso del día, cuando desapareció de su casa durante dos horas, haber subido el cuerpo en su camioneta y llevarlo al predio donde fue encontrado. De ahí el olor de la ropa y el misterio de los zapatos perdidos, deduce.

Días después, cuando Busquets ya era investigado como sospechoso de la muerte del niño, advirtió a Angélica María que no declarara esos detalles ante el Ministerio Público, "porque si lo encerraban a él, a mí también me iban a encerrar".

El domingo 3 de enero Busquets intentó vender su camioneta. No lo consiguió en ese momento, pero tres meses después lo hizo. Antes mandó cambiar el tapiz de los asientos y todo el asiento trasero. Durante las investigaciones, la policía local nunca realizó un peritaje en la tienda de videojuegos. No buscó huellas digitales ni en el local de Busquets ni en la camioneta. No aseguró videojuegos ni la computadora personal del sospechoso. Algunos discos compactos vendidos por él, con contenido de pornografía adolescente, sí fueron confiscados casi dos años después, cuando ya estaba prófugo. Nunca se plantearon preguntas incómodas a quienes a todas luces actuaron para protegerlo.

Mucho menos fueron investigados los integrantes de un círculo de amistades que de manera discreta, casi secreta, mantenían relaciones con el presunto homicida. Se trata, a decir del comandante Juan García Chapa, ex fiscal del caso, de un núcleo de pederastas coahuilenses, con relaciones de poder y dinero con empresarios de la industria textil -ligados con Kamel Nacif, hombre fuerte de la industria textil de Puebla- que aparecen vinculados al operativo de encubrimiento que permitió que durante siete años el asesinato de Carlitos permaneciera impune.

A pesar de todos los indicios, Busquets gozó de la protección de jueces y procuradores, que le permitieron vivir todavía casi un año en Coahuila y vender sin prisas sus propiedades. Hoy se sabe que pudo eludir su captura durante al menos 14 meses después del asesinato de Carlitos, consiguió varios amparos contra órdenes de aprehensión y finalmente huyó de México. Uno de sus abogados, Manuel Alberto Flores Hernández, es sobrino de un ex presidente del Tribunal Superior de Justicia, Ramiro Flores Arizpe.

Fue apenas en septiembre de 2004 cuando Enrique Busquets fue arrestado con la intervención de la Interpol en Barcelona, y extraditado a México. Ahí trabajaba, en un bar. Saliendo de laborar, en las madrugadas, llegaba a un local público de Internet, donde seguía visitando asiduamente los sitios más exclusivos de la pornografía infantil. Fue capturado en el contexto de un operativo por la denuncia de una red de pederastas radicada, precisamente, en Torreón.

Carlos Muñoz es un empresario lagunense, propietario de una destilerías de sotol. Nunca se ha podido recuperar del todo del golpe que significó la muerte de Carlitos. Pero nunca ha cejado en su afán por encontrar justicia.

Su exasperación frente al contubernio oficial con el asesino lo llevó, en años anteriores, a colocar en Saltillo, Torreón y el Distrito Federal grandes letreros espectaculares para denunciar el círculo de impunidad que protegía al asesino de su hijo. En Coahuila la policía quitó arbitrariamente los anuncios. En el Distrito Federal su denuncia cayó en el vacío.

Hoy, a más de siete años del crimen, apenas empieza a ver la luz al final del túnel, con Busquets preso en el Cereso de Torreón y en la recta final del juicio.

Como en el caso del pederasta de Cancún Jean Succar Kuri -en proceso de extradición desde Arizona-, el de Busquets revela el contubernio entre gobernadores, procuradores, jueces, policías y un selecto grupo de empresarios locales. De manera notable, dos procuradores de justicia del estado, Ricardo Cisneros y Oscar Calderón, desviaron la acción policiaca y le permitieron eludir la justicia durante seis años.

A diferencia de Succar Kuri, Busquets no es rico ni tenía, en apariencia, relaciones con gente de poder político o económico. "Definitivamente -comenta el abogado de la familia Muñoz, Alejandro López Bringas- no creo que haya comprado su protección con dinero. Son otros los intereses que se movieron para encubrirlo."

-¿Qué intereses?

-La red -responde el comandante Juan García Chapa, nombrado fiscal especial del caso en junio de 2000. Actualmente es director de seguridad pública de Gómez Palacio, Durango, municipio conurbado con esta ciudad-. Aquí hay una red de pederastia y pornografía infantil. Ese fue el móvil del asesinato de Carlitos.

Adicto a la pornografía

Busquets Casanova es hijo adoptivo de un inmigrante catalán distribuidor de vinos que se avecindó en Torreón. El padre -afirman testigos de la época- era un hombre de mal talante y hay indicios de que el chico sufrió malos tratos bajo su techo.

Ya de adulto era adicto a la pornografía. En su testimonial ante el Ministerio Público, de julio de 2003, Angélica María González relata que su marido pasaba largas horas visitando sitios y copiando materiales ilegales de sexo con niños. Lo hacía incluso en su casa, frente a sus hijos. Con frecuencia lo sorprendía el amanecer en esos menesteres. También consta a la ex mujer que en su negocio Busquets comerciaba esos productos ilegales.

El expediente del "caso Carlitos" incluye testimonios de otros niños que fueron hostigados sexualmente por Busquets.

El sábado 2 de enero el presunto infanticida acudió a abrir su negocio. Cerca de la una del mediodía llegó Carlitos, que había pedido permiso a sus padres para ir a ver los juegos y escoger uno para su regalo del Día de Reyes. Lo acompañaba un chico menor, de 11 años, Andrés Alejandro Rodríguez, quien solía frecuentar las colonias residenciales para lavar coches y ganar unos pesos. Los dos niños estuvieron mirando los juegos del mostrador hasta que Busquets permitió a Carlitos jugar con su computadora personal. Andrés, niño pobre, fue excluido, así que se despidió de Carlitos. Se dijeron adiós con la mano.

Nadie más volvió a ver a Carlitos hasta que cerca de las 11 de la noche la policía municipal, alertada por la familia Muñoz de la desaparición del niño, encontró su cadáver en un predio abandonado.

 
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