Usted está aquí: sábado 25 de marzo de 2006 Opinión CINE

CINE

Jaime Avilés

De La ley de Herodes a Un mundo maravilloso

El cine de Luis Estrada, ¿el gran elector?

Ampliar la imagen Fotograma de la película Un mundo maravilloso, del director Luis Estrada

EN 1999, CUANDO los mexicanos estaban más que hartos del autoritarismo, la corrupción y la ineficiencia del sistema político dominado por el PRI, y la falta de alternativas al pensamiento único reconocía la existencia de sólo dos sopas -"de fideos o de jodeos"-, Luis Estrada resumió la frustración popular de la época en el título de su exitosa comedia La ley de Herodes, que contribuiría, sin duda, a la victoria electoral de Vicente Fox.

UN SEXENIO MAS tarde, cuando la insatisfacción colectiva repudia la grotesca estafa que resultó ser "el gobierno del cambio", y ahora para el vulgo la intensa y absurda campaña mediática que ha sido la administración de los Chicago boys del Bajío se llama foxilandia, Estrada emplea la misma fórmula para sintetizar la nueva circunstancia y vuelve a la carga con Un mundo maravilloso, que se estrenó el 17 de marzo en 78 salas del valle de México con inmediata aceptación del público.

EL PRIMER ACIERTO de Estrada, sin duda, es haber escogido al dramaturgo y director de escena Antonio Serrano por su extraordinario parecido físico con Luis Ernesto Derbez. Gracias a esta afortunada elección veremos en pantalla al doble de Derbez actuando como Pedro Lascuráin Hartman, secretario de Economía del gabinetazo de Fox, que abre la cinta pronunciando un discurso en la lengua de Milton Friedman para anunciar la total erradicación de la pobreza en México.

PERO EN ESOS momentos, un tal Juan Pérez (Damián Alcázar), uno de los 63 millones de pobres que las estadísticas de Lascuráin reconocen oficialmente por debajo de la mesa, aparece en una cornisa del World Financial Center y la gente que pasa por ahí supone que está a punto de lanzarse al vacío.

"DON CARLOS" (PEDRO Armendáriz Jr.) -director de El Mercurio, un periódico cuya línea editorial es cercana a la de La Jornada, aunque incurre con frecuencia en el amarillismo porque así lo exige el guión- transforma el incidente en un escándalo político que pone en peligro el futuro de Lascuráin, y de esta suerte se comienza a tejer la cadena de equívocos y perversiones que dan sustancia al banquete humorístico de la trama.

MIENTRAS SECUENCIA A secuencia, chiste a chiste, la ferocidad de la crítica establece vínculos de complicidad con el público -éste rompe en aplausos cuando una humilde mucama le dice a la imagen de Derbez: "la pobreza existe gracias a hijos de la chingada como usted"-, Un mundo maravilloso es también un homenaje al cine desde el cine. Si en La ley de Herodes el país de los priístas era un pueblito del lejano oeste de Hollywood, el México de Fox es una ilusión escenográfica.

LAS SILUETAS DE un conjunto de edificios posmodernos integran el paisaje que Juan Pérez y los suyos (Cecilia Suárez, Jesús Ochoa, Ernesto Gómez Cruz, et al) contemplan desde la ciudad perdida en donde se pudren, viviendo casi en blanco y negro, con un vestuario y una composición que evoca lo mismo la filmografía gitana de Kusturica que los trabajos más entrañables de Chaplin y de Tintan, así como de ciertos momentos del cine mexicano de los años 40, desde los cuales el progreso y la prosperidad corresponden a las quimeras publicitarias estadunidenses de los 50.

LOS TECNOCRATAS, A su vez, gozan la doble cara del tiempo que habita en hospitales de lujo dotados de canchas de golf y residencias de principios del siglo XX en las que resguardan daguerrotipos de sus ancestros, como Lascuráin, quien en su biblioteca habla en voz alta ante un cuadro de Porfirio Díaz al que se refiere como "abuelo".

ASI, EN ESE país posmoderno por fuera y anacrónico por dentro, donde el secretario de Economía descubre la fórmula mágica para terminar con los pobres, no con la pobreza, Estrada no desaprovecha la oportunidad para burlarse de otras figuras emblemáticas del sexenio foxista, como Onésimo Cepeda y Marta Sahagún, y mucho menos para lanzar un pronóstico terrible: el del estallido social que se está gestando en las entrañas de foxilandia y que amenaza con sumergirnos en un baño de sangre si no se toman medidas urgentes de inmediato.

FABULA CON MORALEJA que no beneficiará en absoluto las aspiraciones de Roberto Madrazo ni de Felipe Calderón, si Un mundo maravilloso contribuye al triunfo de López Obrador como seis años atrás impulsó el de Fox, el cine se habrá erigido en el gran elector de nuestros días, y quien gane los comicios del próximo 2 de julio deberá gobernar pensando en la cinta que ojalá cierre la trilogía de Luis Estrada en 2012, si el mundo aún existe para entonces.

 
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