Usted está aquí: domingo 26 de marzo de 2006 Economía Presidente: yo sí soy juarista

Laura Alicia Garza Galindo

Presidente: yo sí soy juarista

Sí, Presidente, yo sí soy juarista. Lo soy por herencia y por convicción. Desde los cinco años de edad, como la hija mayor, era el auditorio ante el que mi padre ensayaba sus discursos, que afanosamente construía en su vieja máquina de escribir, para después marchar orgulloso a sus reuniones con la logia masónica de mi pueblo. Esos discursos y la educación fueron la gran herencia que me dejó mi padre. De él aprendí la esencia del Presidente Juárez: la verticalidad, la honradez y la visión fundamental para el colectivo nacional, de un proyecto de nación, el proyecto de la república, a través del cual se moderara la opulencia y la indigencia.

Eso es lo que en el fondo nos diferencia a usted y a mí: Usted sigue siendo el espíritu mismo del conservadurismo del siglo XIX, mientras que yo soy y seguiré siendo el de los liberales de ayer y los nacionalistas de hoy. Por eso, señor Presidente, me ha ofendido profundamente su presencia y discurso acomodaticio al momento electoral, en el acto en la cuna del Benemérito de las Américas, en Guelatao, Oaxaca, ante su imagen granítica y austera; cuando uno de sus primeros y más execrables actos de gobierno, al llegar a Los Pinos, fue enviar su espléndida imagen a lo más recóndito de los sótanos de ese lugar, hoy tan disputado. ¿En verdad pensó que nosotros, el pueblo que amamos a Juárez, no advertiríamos su incongruencia entre el decir y el hacer?

Pero no fue eso suficiente. Aceptó usted acudir al importante y maravilloso acto en memoria del Bicentenario del Presidente Don Benito Juárez, a nuestra casa: el Honorable Congreso de la Unión, cuando lo mejor hubiera sido enviar un representante o no ir. ¿A quién pretende engañar con su fingido respeto? Y todo por la perpetuación de lo que usted llama poder, sí, éste su triste momento en nuestra historia, tan mal aprovechado para abatir las diferencias entre los opulentos y los indigentes y tan bien aprovechado para crecerlas.

Pero ya que estuvo ahí, espero, espero sí, que haya escuchado con atención el espléndido discurso -que todos, sin excepción, lo fueron-, del senador Sadot Sánchez Carreño, que transcribo para beneficio de quienes no tuvieron la fortuna de escucharlo:

"La vida y la obra de Juárez ofrecen ricas y ejemplares facetas, todas fecundas. Pero el rasgo que marca el carácter y le da sentido a su quehacer público es la honrada vocación de respeto a la ley. Hizo de la ley su casa y su causa. Diría Juárez: 'El primer gobernante de una sociedad no debe tener más bandera que la ley. La felicidad común debe ser su norte e iguales los hombres ante su presencia como lo son ante la ley. Sólo debe distinguir al mérito y a la virtud para recompensarla y al vicio y al crimen para procurar su castigo'.

"Juárez entiende a la ley no como una abstracción fría, sino como una tangible expresión que le da cabida y orden a la pluralidad de las fuerzas sociales. A través de las leyes, sobre todo las Leyes de Reforma que inician precisamente con la Ley Juárez, le imprime al Estado el rostro de la República. Logra investirla de una autonomía y una fortaleza que le regateaban otras fuerzas que pretendían subordinarla. Juárez restaura a la República y la apellida "liberal". El laicismo se impone. Esta es la lección juarista, el republicanismo liberal.

"Hoy reconocemos que así como Hidalgo con la insurgencia asienta el acta de la Independencia, es Juárez con la Reforma, el notario que escritura la República. Triunfa la República; sin embargo, nuevas condiciones le imponen a Juárez un reto a su tenacidad; la ambición napoleónica y un grupo de mexicanos que creían ver que los fenómenos de México se resuelven con injerencias extrañas, llaman a la usurpación, la convocan y la llaman legitimidad, y al derecho lo llaman bandido. Juárez nos muestra que la ley y el derecho son los insustituibles pilares en que descansa la República.

"La lección nos convoca y nos convoca a la unidad. A una unidad en la que pensemos que la construcción del Estado transita por la ley y por el derecho, pero la ley, entendida en el pensamiento del indio serrano, entendida como la única fórmula que evita las intolerancias que socavan nuestra armonía y nos pueden empujar a la ingobernabilidad, porque sólo en la ley podemos hallar el más firme y convincente argumento, que desarma las intransigencias y sustituye los enfrentamientos inútiles.

"Recordemos las palabras de Juárez que pronuncia en el discurso como gobernador del estado en 1848: "Bajo el sistema federativo, los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No pueden gobernar a impulso de su voluntad caprichosa sino con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir con la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley ha señalado".

Déjeme decirle, que en pocos meses desocuparé ésta, mi oficina en el Senado. Me llevaré grandes amistades y experiencias. En lo físico, algunos libros y el único cuadro que tengo en sus paredes, en el que están inscritos, precisamente estos pensamientos del Presidente Juárez. Son, han sido y serán mi credo.

 
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