La Jornada Semanal,   domingo 26 de marzo  de 2006        núm. 577


MARCO ANTONIO CAMPOS

POR CALLE SERRANO

A Luis García Montero

De viva voz y en persona te presiento escuchar en la esquina con Américas, a la sombra de un castaño, algo como las hojas que dicen y murmuran tu paso por España en los primeros días y vuelves a aquel restorán, aquella noche de tu llegada en el diciembre de 1972, y saboreas la taza de chocolate espeso que al recordarla la saboreas más. Era un Madrid pequeño, provinciano, y podías ponértelo a la espalda, caminar por las calles y pregonar su venta como ropa rústica. El minutero era lentísimo como los trenes españoles que podías alcanzar incluso a pie y saltar por la ventana para caer en el compartimento. No sabrías decir hoy en qué sitios, precisamente en cuáles, te quedabas en pensiones desbaratadas, sitios que ni de perfil hoy mirarías. Pero cuánto Goya, cuánto Velázquez te vino en imágenes desde la sierra helada del Guadarrama a la ciudad en vilo.

En la luz sobre las hojas de los altos plátanos que alinean la calle, miras a las jóvenes y te parece que se han puesto de acuerdo para teñirse el cabello de rubio. En las aceras, nodrizas sudamericanas pasean a hijos de españoles, igual que en los siglos de la Colonia sus antepasadas pasearon a hijos de españoles en las calles de las ciudades de los países de donde ahora vienen.

Tumultuosa en el milenio recién nacido, esta calle, al principiar la década de los setenta del siglo que tomo con la mano y doblo en ceros, era quieta y recatada, y caminaba en ella gente que miraba más a América que a Europa. La gente pasaba apenas, pasaba penas. Ante las miradas oblicuas, ante el retraso del reloj, ante el gastado puño del retrógrada, te repetías en aquellos años, al caminar esta calle, los versos de un amigo y te veías en la cárcel escribiendo como un prisionero del régimen. Mientras miras en la plaza la luz del sol en el amarillo de la bandera de España se dibujan en el reflejo de esa luz batallas cainitas del 1938, y miras en la huida de la derrota las hojas despegadas del libro de Neruda manchadas por la sangre de los republicanos. Muchos habrán llorado el cuándo sin preguntar por qué y sin saber a qué vinieron, por qué murieron, por qué así.

En este 2005 España tiene sed. Si la boca ávida del estío se bebió toda el agua ¿quién le dará una gota de agua a la madre España si murió el esposo? ¿Quién sabrá de los pájaros en los tilos, si? Una gota de agua para la madre España que enviudó sin quién. España es dos Españas, lo has dicho desde joven. Dejemos a la España a la extrema derecha de la cruz y volvamos la vista a la que mira América como si ambas sólo fueran ambas.

Al llegar a la puerta de Alcalá te quedas petrificado a contranoche.