Usted está aquí: lunes 3 de abril de 2006 Opinión DESDE EL OTRO LADO

DESDE EL OTRO LADO

Arturo Balderas Rodríguez

La dimensión real del problema migratorio

AL PARECER LA REFORMA migratoria puede quedar atrapada nuevamente en los vaivenes electorales, pero de concretarse, sería deseable que hiciera justicia a los trabajadores indocumentados. No se puede ignorar a los cientos de miles que marcharon en las últimas semanas para protestar las condiciones draconianas de la ley Senenbrenner. La gran mayoría de quienes salieron a las calles no eran indocumentados, sino hijos, amigos y vecinos de ellos; ignorarlos, además de injusto, también pudiera ser un mal cálculo político.

YA SUCEDIO EN el pasado que una iniciativa, cuyo propósito era negar derechos a los inmigrantes, fue el detonador para que millones manifestaran su repudio a ese tipo de medidas. En 1994 Pete Wilson, gobernador de California, obtuvo una victoria pírrica cuando su propuesta 187 ganó en las urnas. En las siguientes elecciones el voto masivo de quienes se oponían a que se negara educación y servicios médicos a los trabajadores indocumentados y sus familias fue clave para que el partido al que pertenecía Wilson perdiera las elecciones. El efecto práctico de ese episodio es que cientos de miles de latinos entendieron la importancia de su participación en decisiones políticas.

EL PRESIDENTE BUSH ha entendido que para ganar elecciones el voto latino es decisivo en más de un estado, y lo será aún más en un futuro no muy lejano. Esa fue la razón por la que lanzó su propuesta de una reforma migratoria que incluyera un capítulo sobre trabajadores temporales. Parte de su discurso durante las recientes semanas ha consistido en destacar la importancia de los trabajadores indocumentados y sus familias para la economía estadunidense y también en la conformación del tejido social de un país construido por inmigrantes.

A ESA REALIDAD hay que añadir una de mucho mayor envergadura, que tiene que ver con los derechos humanos. Tal vez sea tiempo de recordar que el problema migratorio no debe ser entendido solamente en términos de gasto-beneficio para el país receptor de migrantes, y que el fenómeno de las migraciones es mucho más complejo. Actualmente el desplazamiento de grandes contingentes de una región a otra es para contrarrestar los desequilibrios que la irresponsabilidad y ambición desmedida de una minoría ha ocasionado en el usufructo de los recursos naturales. Por ello, no es posible juzgar como delincuentes a quienes emigran para compensar esas desigualdades. Ese juicio no solamente es absurdo, sino inmoral.

UNA DE LAS PREMISAS básicas en una reforma migratoria es que los sujetos de ella son seres humanos que merecen el respeto a sus derechos más elementales. Si se omite esa realidad cualquier reforma estará en falta y por tanto quedará trunca.

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