Usted está aquí: lunes 3 de abril de 2006 Opinión El complejo mercado mundial de los enérgeticos

Gonzalo Martínez Corbalá

El complejo mercado mundial de los enérgeticos

La crisis causada por los altos precios del petróleo, que se desencadenó el 15 de octubre de 2004, habiendo llegado en ese año hasta poco más de 50 dólares el barril, se potenció en 2005 y alcanzó los 70 dólares, y a la fecha se mantiene en el nivel de los 60 dólares, y los analistas y los gurús del mercado continúan aventurando teorías e interpretaciones sobre cuáles son las causas de fondo que mantienen esta situación, sin que la misma Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) hubiera podido controlarla, como fue costumbre hasta antes de que esto sucediera, con sus publicitadas reuniones en Viena, durante las cuales se asignaban las cuotas que habrían de corresponder a cada uno de los países miembros, quedando decidido así, simultáneamente, el nivel de producción y con él la relación con la demanda y también los precios del mercado internacional.

En la actualidad las diferentes hipótesis se pueden reducir a dos: la primera es que los inversionistas pasivos han volcado miles de millones de dólares en la compra de futuros en la bolsa de Nueva York (Nymex), provocando con ello cierto grado de congelamiento en los precios, pues se están canalizando hacia este tipo de inversión algunos fondos -también muy cuantiosos-, que se vienen a sumar a los otros recursos ya de suyo muy importantes.

La segunda se refiere a la angustia provocada por los factores geopolíticos, que pueden ser reales en muchos casos y únicamente percibidos o sentidos en otros, que han estado generando una permanente "ansiedad comercial" estimulando una presión constante de compras especulativas que se traducen en una demanda un tanto artificial que no corresponde a las necesidades reales (Petroleum Internatio-nal), en momentos en que los inventarios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) son completamente adecuados, y que la producción, tanto de los países de la OPEP como los de fuera de la ésta, es suficiente para abastecer la demanda del mercado, la cual, si bien se mantiene alta, ya presenta señales de una disminución a corto plazo, según .

Los analistas hablan de un precio clave con algún componente, incluso de orden sicológico, del nivel de 55 dólares 40, que es el más bajo que se ha registrado en la New York Mercantile Exchange (nymex), así como en los pasados nueve meses. Los precios se han estado moviendo en los últimos tiempos entre 55.40 y 70.85 dólares por barril, aproximadamente desde junio.

Por otra parte, la conveniencia -o necesidad- de bajar los precios se fundamenta en que el nivel sostenido durante demasiado tiempo entre 60 y 70 dólares por barril podría provocar una recesión de la economía mundial, por más que, según parece, las grandes empresas trasnacionales han resultado sumamente beneficiadas con enormes utilidades nunca registradas. Se habla de que la empresa Saudi Aramco cerró su balance de 2005 con utilidades de 100 mil millones de dólares ella sola, mientras que la OPEP en su conjunto obtuvo 300 mil millones de dólares, sin considerar las otras supermayores conocidas como las International Oil Companys (IOC), como Exxon o la British Petro-leum. Y uno se tiene que preguntar si estas empresas de verdad quisieran bajar el precio del petróleo, solamente para desterrar el peligro de la recesión de la economía mundial.

El abastecimiento de petróleo a nivel mundial muestra una clara tendencia a sobrepasar el nivel de la demanda y, por tanto, está muy claro que esta crisis de precios, que ya dura más o menos dos años, no es por falta de producción, sino que se debe, como dijimos al principio, muy principalmente a factores geopolíticos y a las reacciones de angustia y temor desencadenados por el terrorismo, que ha llegado incluso a Arabia Saudita, y a la inestabilidad y la incertidumbre que han generado la invasión de Irak, y el peligro de los conflictos entre el gobierno estadunidense e Irán, que es el segundo poseedor de yacimientos de gas natural, solamente después de Rusia, y con 115 mil millones de barriles de reservas probadas, que son, por cierto, tan importantes como las de Irak precisamente, pues el joven presidente Ahmadineyad se empeña en sostener el derecho de su país a desarrollar programas para hacer uso de la energía nuclear en programas no bélicos, que Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas se empeñan en negarle, planteando la posibilidad de que el conflicto pase de los escenarios diplomáticos al del lanzamiento de misiles y de despliegue de violencia, una vez más en el principio de este siglo. La sola posibilidad de que esto pudiera llegar a suceder se ha convertido en un factor sicológico para que se altere el equilibrio entre el abastecimiento y la demanda del petróleo a escala mundial y de que se desaten las compras especulativas a futuros, y de pánico en la actualidad.

Lo cierto es que la determinación de los precios de los energéticos fósiles -pues en esta situación hay que considerar también los del gas natural- se ha transformado ya no, como se decía antes, en volátil, sino en explosiva, y cada vez que se anuncia la posibilidad de un nuevo conflicto se hace más complejo y difícil controlarlos. México, como es natural, no puede abstraerse de la influencia de estas tendencias, por más que se tenga la voluntad de hacerlo, y con pleno conocimiento de que los altos precios nos dejan más perjuicios que beneficios. ¿No está ya suficientemente demostrado?

 
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