Usted está aquí: lunes 3 de abril de 2006 Opinión Don Ramón de la Fuente

José Cueli

Don Ramón de la Fuente

Domingo sin toros, solo tristeza. Ha muerto don Ramón de la Fuente. Una palabra lo ubica: maestro. Y ser maestro es cosa, es tener otra vida, alma, pasiones, deseos, es ver el mundo con sencillez de ser alumno siempre y convertir en arte sutil la enseñanza. Hasta el final, este viernes pasado, acudía todos los sábados a impartir sus lecciones magistrales. La cátedra era su altar divino y él el sumo sacerdote de la siquiatría en México.

Don Ramón fue, a su vez, un apasionado del toreo. Incluso Luis Procuna -alguna vez me comentó-, fue testigo de su boda con Beatriz, quien se le adelantó en el peregrinar que es la vida. Seguramente ese soplo de vacío le dejó una herida abierta que ya no cicatrizó. Fugaz ironía de la ternura que despierta a los sentidos, los sobrepasa, y nos deja en el desamparo, en el silencio, palpita y se instala ese vacío que explicaba en sus clases.

Don Ramón conservó hasta el final su alto árbol aún erguido, sus cultos modales, trato cortés de caballero y prudente timidez, pulcro y serio lo distinguían un estremecedor de las pestañas, una mirada al infinito y imperceptible fruncimiento de los párpados, reflejos inquietos, buscando de su saber, un no saber que lo llevó a vivir más de 60 años en la UNAM; Facultad de Medicina, la Junta de Gobierno, su clínica en el Hospital Español... Y fundar el Instituto de Siquiatría y el comité de la especialidad en el Fondo de Cultura Económica. Escribir más de 100 artículos y dos libros que lo confirmaban como maestro; Sicología médica y la Patología mental y su terapéutica. Huelga decir que recibió múltiples reconocimientos a su labor: su ingreso al Colegio Nacional, la Academia Nacional de Medicina, Profesor emérito, doctorados honoris causa y el prestigiado Simón Bolívar que otorga la American Psichiatric Association.

Don Ramón era un maestro y como tal dejaba huella. Al que escribe le dejó una huella imborrable... Como padre se la deja a sus hijas y a Juan Ramón, hoy rector de esa UNAM, a quien acompaño en su dolor.

 
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