Número 117 | Jueves 6 de abril de 2006  
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

VIHlezas  

Por Joaquín Hurtado


1. Por los efectos colaterales del tratamiento antiviral sufro de lipodistrofia. Debo mantener un régimen rigurosamente controlado en carbohidratos y grasas. Los triglicéridos no bajan de 500, el colesterol de 800. A ti no te va a matar el sida, te va a matar una embolia, me dice el doctor, cuídate de lo que comes. Le aseguro que mi dieta es la de un faquir. El domingo lo consagré a un secreto ritual suicida: dos platos de menudencias de res con diez tortillas de maíz. ¿Qué almorzaste?, pregunta mi mujer. Sólo ensalada de lechuga y jugo de tomate, le respondo.

2. Después de casi diez años, me encontré a Jaime en un mercado rodante, donde vendía ropa usada. Le pregunté por su delgadez, me preocupaban las manchas extrañas en su blanca piel. Desviando la mirada me dijo que sufría de diabetes y alergia a la luz solar. Hace poco aparecí en TV en un foro sobre sida. Unos días después Jaime habló por teléfono y en mi ausencia contestó mi esposa. Dijo dígale a Joaquín que yo también tengo “eso”. ¿A qué te refieres?, ahondó ella. Él ya no quiso hablar. Que estés bien, alcanzó ella a responder. Y anotó el número telefónico del que fue mi amante. No he podido ni querido regresarle la llamada.

3. Hago fila de media hora con receta en mano para obtener una firma del coordinador del Servicio Médico. Diligencias cansadas, matadas, inhumanas, para que te suelten las medicinas. Por fin sigo yo. Otro paciente llega corriendo y me gana el turno. Entro e interrumpo su trámite. De pinche gandalla y picudo de mierda no lo bajo. Ni siquiera levanta la cabeza. Cuando el ganón se retira, el coordinador me dice: tranquilo, hombre, ese muchacho trae diarrea y se acaba de hacer, ¿no hueles o qué?

4. El sida le provocaba un pavor incontrolable a C. ¡Hacía sexo oral con condón! Una noche regresábamos de viaje. En medio de la nada había un retén de la Rural. Ahí me encontré a Miguel, un policía con el cual había retozado por más de cinco años. Me bajé del coche para saludarlo a gusto. Se me ocurrió una broma. Adormilado, C se creyó la actuación de Miguel y otros dos de su grupo. Los gendarmes le metieron sabrosa manoseada buscando drogas o armas. Luego hicimos lo que teníamos que hacer en el asiento trasero. Ya en marcha le pregunté: ¿qué te pareció la agasajada del mayate rural, ¿cachonda, verdad? Desde entonces C no me dirige la palabra.

5. Fue en un Congreso Nacional de Sida. ¿Acapulco 2001? Los asistentes peleábamos por las pugnas de poder y cotos de influencia entre las organizaciones de personas con sida. Mis recuerdos son vagos al respecto. Éramos dos o tres tribus antagónicas. Lo que nunca olvidaré es que Janeth, una joven activista de Tabasco, me dijo algo que no entendí. Pero no importaba entender sino joder a quien se pusiera de modo. Recuerdo que me le acerqué y de manera impulsiva, estúpida, le dije al oído: “para qué haces tanto argüende, querida, de todas maneras te vas a morir”. Ella me miró con desconcierto, tristeza, rabia. Janeth falleció pocos meses después.