La Jornada Semanal,   domingo 9 de abril  de 2006        núm. 579
 

Rogelio Guedea

Seis poetas de Nueva Zelanda

Para Tim, Kelly, Linda y Ann

La poesía escrita desde Nueva Zelanda es, en gran medida, un capítulo de la lírica en lengua inglesa, sobre todo la que viene por la vía de Inglaterra o Estados Unidos. Como ese capítulo forma parte de un todo (o de una "autonomía expresiva"), la poesía neocelandesa ha sido una confluencia de los diferentes momentos (y movimientos) poéticos generados principalmente en Norteamérica a principios del siglo pasado, con poetas como Pound, T.S. Eliot, William Carlos William, Wallace Stevens y, sobre todo, un poeta que, por sus características estéticas, ha tendido puentes entre ambas latitudes: Robert Frost. Al igual que en estas geografías, la poesía que empezó a publicarse en la primera mitad del siglo xx formó también parte consustancial de los, hasta cierto punto, antagonismos estéticos que dividían a los artistas de la época: país-ciudad, vida activa o vida contemplativa, lo nacional o lo cosmopolita, dispersión o concentración, etcétera. Para muchos de los poetas neocelandeses el ritmo de la poesía estaba en la propia pulsación de la naturaleza. Pero esta percepción, este punto de mira, abrió dos vertientes de escritura: por un lado, una naturaleza de corte meditativo y metafísico y, por otro, una naturaleza que se muestra en todo su vitalismo y mitología. El clásico debate aristotélico entre forma y materia, imagen o significado, que en la actualidad se ha resuelto con el axioma "imagen concreta, significado abstracto", ha estado presente en la conciencia de los poetas neocelandeses, desde Curnow y James Kaxter hasta Fleur Adcock y Murray Edmond, aunque —no sobra decirlo— cada poeta posea una voz propia y claramente distinguible. Entre las constancias poéticas más visibles se puede encontrar una poesía de marcada influencia oriental (Witheford, Dallas y cierto Ireland), una escritura que se solaza en la recreación del mito (Wedde, Baxter), una corriente de cifrado intimista, coloquial y urbano (Johnson, Tuwhare), una poesía híbrida que oscila entre el decir y el cómo decir (Adcock, Frame) y una lírica de torcido y concentrado humor (Bland). Los poetas seleccionados para esta sucintísima muestra, pertenecientes a distintas generaciones, pueden inscribirse en algunas de estas categorías, aunque muchos de ellos (impulsados por el propio desafío) fundieron en sus coordenadas líricas más de una tentativa estilística. Sin embargo, pese a que las diferencias y las búsquedas de cada poeta son infranqueables, los críticos coinciden en que la nueva poesía que se escribe en Nueva Zelanda está centrándose en las formas y procedimientos poéticos, pero sin soslayar la intensidad verbal provocada por eso que, en términos coloquiales, se conoce como "mensaje".


Tiempo
Allen Curnow

Yo soy el aire del noroeste rugiendo entre los árboles
Soy la avanzada de las aguas y el óxido de los rieles del ferrocarril
Soy el millaje grabado en los letreros amarillos de las carreteras

Yo soy el polvo, la distancia, las algas a la orilla de la playa,
Soy la suma de las cantidades que los maestros enseñan,
Soy las vacas llamadas a la ordeña y la algarabía de las urracas.

Yo soy las nueve de la mañana en el reloj de la limpia oficina
Soy el golpe del rodillo y el olor de la máquina que escribe
Soy la banca del jardín donde los enamorados se encuentran

Yo soy la persistente canción que los niños escuchan
Soy un sonido llano en el recuerdo del oído
Soy el aserradero y sus demoledores engranajes

Yo, el tiempo, soy todo eso que todavía existe
entre mis tejidos inmensos como nieblas
que logran resistir la finitud del mundo.

Yo, el tiempo que amonesta, desgasta, y que confiere
al deseo de la memoria la imagen de lo que fue:
Yo, mas que su prudente portador,

soy una isla, un océano, un padre, un agricultor, un amigo:
porque estoy aquí todas las cosas me asisten.
Yo soy, tú lo has escuchado, el Principio y el Fin

Allen Curnow (1911-2001). Nació en Timaru. Estudió en las universidades de Canterbury y Auckland. De 1935 a 1948 trabajó como editor en Christchurch, y después fue periodista en Londres, antes de trabajar como profesor dentro del departamento de Inglés de la Universidad de Auckland, en 1951, de la cual se retiró en 1977. Entre sus libros de poesía más importantes se encuentran: Tres poemas, Enemigos, poemas, Isla y tiempo, Un cuarto pequeño con una enorme ventana.


Un don natural
C.K. Stead

Bajo el alero de mi tejado, incansablemente,
todo el día primaveral, dos gorriones han recolectado
los tallos de las hojas caídas,
mientras yo he estado sentado lamentando tu ausencia.
Todo el día, los gorriones han urdido con trocitos
de paja y palitos finos un nido para protegerse
de las inclemencias del viento,
y tal vez han introducido en su diseño
un hilito de la ropa que usaste, y una hebra de tu pelo,
ya que en todo lo que hacen se muestran apasionados
por la línea, la medida, la resistencia, y toman
lo que está cerca, y les es útil.
Todo el día he estado sentado recordando tu rostro,
y mirando cómo los pálidos tallos, entrelazados
por un misterioso proceso, han adquirido
de pronto un don natural.

C.K. Stead (1932). Nació en Auckland. Estudió en la University of Bristol y en la Auckland University, donde actualmente es profesor emérito. Como crítico, su obra se ha centrado, además de en el ámbito de la poesía, en el de las áreas relacionadas con el feminismo y la cultura maorí. Algunos de sus libros de poesía más notables son Cuando el deseo sea libre y Cruzando el bar.


Mi amor camina
Jame K. Baxter

Mi amor camina tardíamente por los pasillos blancos
de una lluvia que desgarra mis palabras,
aunque muchas voces nocturnas se burlen
y la sonrisa sepulcral de la luna
hiera las raíces de nuestra recién nacida canción.

Observa, amor, la última cosecha de grano luminoso,
el resplandor del fruto obtenido en la dura faena.
Mi corazón es un campo abierto.
Allí podrías perderte o esperar en casa,
no te arredraría ni el hueso del gigante
ni su escudo roto,
ni la zarza atrapada bajo una piedra de fuego,
ni el miedo, en la semilla rota, haría que mi halcón
se internara en tus alados sueños
manchando de sangre el suspiro del viento.

Déjalo que se mueva en la hondonada de tus sueños,
amor, en las guaridas de la esperanza
que germina en tus ojos.

Yo le canto al arpa de la lluvia que renueva la luz,
a las sombras deshechas y al brillo del fénix ardiente
que perdí entre los papeles rasgados del tiempo
y las tumbas quemadas.

Mi amor camina erguido por el sendero
de la abundancia esta noche.

Jame K. Baxter (1926-1972). Nació en Dunedin. Estudió algunos años en Inglaterra y en 1958 visitó la India. Aunque al final de su vida vivió en Jerusalén, su residencia transcurrió entre Wellington y su ciudad natal. Realizó los trabajos más diversos, pero su pasión estuvo centrada siempre en su producción poética, dramática, crítica y social. Entre sus libros de poesía más importantes están los Sonetos de Jerusalén y Más allá del acantilado. James K. Baxter es considerado unos de los poetas neocelandeses más importantes del siglo xx.


Lluvia sobre el tejado
Janet Frame

Mi sobrino, que dormía en la habitación del sótano,
ha puesto una laminilla de hierro afuera de su ventana
para recuperar el sonido de la lluvia que caía
sobre el tejado.

No se lo digo, pero el corazón encuentra en su desgracia
su propio consuelo.
Una hoja de hierro repara un tejado solamente.
Indemne, hasta ahora, de las heridas que la mudanza
y la diferencia nunca muestran,
mi sobrino puede reparar todavía los daños
para volver a traer el amoroso sonido de aquella lluvia
que conoció en la infancia.

Ni digo —en las pérdidas de la vida un laminilla
de hierro es una carga— que un día encontrará dentro de sí,
bajo una plena oscuridad y silencio,
el hierro que sostendrá no solamente el sonido
perdido de la lluvia, sino también el sol,
el rumor de los muertos
y todo aquello que jamás volverá.

Janet Frame (1924-2004). Nació en Dunedin, pero pasó gran parte de su infancia y adolescencia en Oamaru, donde trabajó como maestra. Vivió durante cinco años en Londres, y en varias ocasiones trabajó para la Fundación Yaddo, de Nueva York. Autora de la famosa trilogía autobiográfica Un ángel en mi mesa, Hacia la isla y El mensajero de la Ciudad del Espejo, y de una producción novelística por la que fue nominada al Premio Nobel de Literatura, Frame publicó en 1967 el libro de poemas Espejo de bolsillo, con el cual obtuvo de inmediato un lugar central en la literatura de su país.


Pan y pensión
Louis Johnson

No fue nuestro deber reclamar sino pelear,
para mantener el orden; mira que nadie
escapa a los requerimientos de la Ley.
El precio fue un pedazo de pan, una pensión
y una vida tranquila, en general.
Algunos incluso trabajaron horas extras
para aumentar sus ganancias el día del retiro.
Yo nunca pude entender las quejas de los holgazanes
que encontraron las horas largas
y el tiempo inútil. Siempre lo es.
Las manos diestras sabían cuán buena
puede ser una chimenea en el cuarto de guardia,
o el fulgor de las armas contra las barricadas
o el viento insistente como una esposa, afuera.
Hubo juego de cartas para tales ocasiones
y buenas compañías que nos hacían sentir
como en casa, puesto que, aparte de darse
sin diferencias o injurias, compartieron
opiniones sobre las noticias que leían.

Si se preocuparon fue sólo por la tranquilidad
de la vida. Tú no puedes, ahora, estar en su contra,
porque, ciertamente, cualquier hombre razonable
desearía lo mismo.
Por eso fueron respetables: hicieron lo que les dijeron,
alimentaron presos, enterraron cuerpos inertes
y, en más de una ocasión, arrojaron al fuego
una carretada de muertos.

Louis Johnson (1924-1988). Nació en Wellington. Fue editor del New Zealand Poetry Yearbook desde 1951 hasta 1964. Profesor de la Victoria University (Nueva Zelanda), vivió un largo período en Australia, donde trabajó como periodista. Autor de una vasta obra poética, algunos de sus libros más representativos son El sol entre las ruinas, El vaso oscuro, Pan y pensión: poemas selectos, Poemas de Nueva Guinea, Cebolla, Manzanas del invierno.


Jungla
Murry Edmond

Nada sino naranjas plátanos y arroz
serpientes y sombras
Los dueños regresarán en seis meses
"Mientras tanto, cuide a esos hombres"

El cielo blanco se vuelve negro por las noches
El cielo negro se vuelve blanco en el día
Esos hombres horribles que edifican este refugio
ignoran si alguna vez les pagarán

El virus del tedio
infecta todo el fervor de la empresa
A mi novio le sorprendió haber estado conmigo tanto tiempo
y por eso después de tres meses se fue

A los seis meses los dueños volvieron
Viajamos tres días de regreso a la ciudad
Me dejaron en la plaza
sin pagarme un centavo

El aire es como el hielo
Mi vestido cuelga con holgura y pureza
Mi pensamiento está fijo en la nada
Mis rodillas apretadas contra mi mentón

Guido se acerca a mí
Toma esto me dice
Yo siento el calor del dinero en mis manos
y lo miro partir con afecto

Murry Edmond (1949). Nació en Hamilton pero estudió en la Auckland University. Estuvo en Europa, principalmente en Londres, donde trabajó en teatro, especialmente en el experimental y el didáctico. Ha hecho crítica literaria y editado revistas y colecciones de poesía, dramaturgia y narrativa. Entre sus libros de poesía se encuentran Letras y párrafos, Entrar en el ojo y Al final del muro.

Versiones de Rogelio Guedea