Usted está aquí: lunes 10 de abril de 2006 Política Hay que barrer las leyes que tienen visión antigénero

Entrevista a MARIA ANGELICA LUNA PARRA, CANDIDATA DEL PRI AL SENADO

Hay que barrer las leyes que tienen visión antigénero

El tricolor descuida la ciudad de México, opina

De resultar electa, afirma que su prioridad sería "culminar los procesos que doten al Distrito Federal de un estatuto claro de gobierno, que le otorguen mayor independencia y posibilidad de gasto"

MARIANA NORANDI

Ampliar la imagen El tema del agua es asunto de seguridad nacional, sostiene la priísta Foto: Yazmín Ortega Cortés

Candidata a senadora del Distrito Federal por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), María Angélica Luna Parra es una política atípica. Por un lado maneja un discurso ceñido a los cánones que marcan los protocolos políticos institucionales y, por otro, sus intereses sociales confunden su retórica con la utilizada por una organización no gubernamental. Cree en los cambios legislativos para lograr una sociedad más equitativa y, a su vez, está convencida de que las leyes y los políticos deben acercarse más a la sociedad para conocer sus verdaderas necesidades. Por ello, a sus 63 años de edad y 30 de carrera política, siente que le quedan muchas batallas por librar, luchas que se refuerzan cuando se trata de combatir cualquier tipo de discriminación: hacia las personas con capacidades diferentes, adultos mayores, minorías sexuales y mujeres.

Miembro del consejo consultivo del Instituto Nacional de las Mujeres y de la asamblea consultiva del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Luna Parra opina que "nuestros códigos Civil y Penal, heredados de los romanos, son verdaderas obras maestras de una estructura patriarcal machista, por lo que hay que empezar a barrer todas esas leyes que tienen una visión antigénero".

-¿Cómo se autodefine políticamente?

-Como alguien que crea nexos hacia fuera, que cree en la necesidad de romper con guetos intelectuales para poder tejer una nueva visión democrática, acorde con el momento actual.

-¿Cómo ha visto evolucionar al PRI desde que ingresó?

-Antes se vivía la certeza de que siempre se iban a ganar las elecciones; de hecho, con López Portillo ni siquiera hubo contrincante. Pero a diferencia de otros partidos, siempre se caracterizó por ser muy laxo; puedes ser miembro del PRI y no pisarlo en cinco años. Por otro lado, ya no es el partido nacional que gira en torno de la figura presidencial. En la actualidad tiene características diferentes en cada estado. No es el mismo en Oaxaca que en Nuevo León o en el Distrito Federal. En la capital se vive el PRI nacional, lo cual ha provocado que se descuide el partido de la ciudad. Quiero ser senadora, porque la capital no se tienen contrapesos, ni a escala vecinal, ni en la Asamblea Legislativa, ni en la Cámara, ni en el Senado. No es bueno para la democracia que un partido gobierne solo.

-De llegar al Senado, ¿cuáles serían sus prioridades?

-Culminar los procesos que doten a la ciudad de un estatuto claro de gobierno, que le otorguen mayor independencia, mayor posibilidad de gasto y que el presupuesto llegue a las delegaciones como si fueran municipios. Otro tema esencial es el agua. Es un asunto de supervivencia y de seguridad nacional, que si no se atiende estaremos poniendo en riesgo la viabilidad de la ciudad. También el drenaje y la basura. Se han llenado los tiraderos periféricos, y los municipios ya no aceptan que se arrojen más desechos. Hay que empezar a tomar decisiones para solucionar esos problemas.

-¿Cree que las mujeres tienen intereses políticos diferentes a los de los hombres?

-Ellos están acostumbrados a ver la macroeconomía y las grandes cifras nacionales, y les es imposible ver lo cotidiano. Una mala política social en cuanto a ancianos, niños o discapacitados recae sobre la mujer. Por ello, las mujeres tenemos la obligación de llevar a la agenda política ciertos aspectos sociales que 95 por ciento de hombres no lo harían.

-Dentro de su trabajo por la defensa de los derechos de la mujer, ¿cuál cree que es el camino para combatir los feminicidios?

-El de una transformación social y política colectiva, que no permita que se bajen las cortinillas del olvido. El peor enemigo de los feminicidios es el expediente que va al cajón. Pero es un proceso que se está encaminando poco a poco, porque apenas estamos tratando de transformar las mentalidades penalistas rígidas que a veces niegan la existencia de esos crímenes. Es necesario entender que hay grupos de la sociedad más vulnerables al delito, como los ancianos, las mujeres y los homosexuales, y tomar medidas de prevención. En Ciudad Juárez se tardaron no sé cuánto tiempo en poner transporte colectivo de las casas a las maquiladoras, cuando habría sido la medida oportuna de prevención.

-Usted había apoyado la ley de convivencia, que finalmente se frustró. ¿Estima que se pueda retomar?

-Firmé la aprobación de esa ley porque me parecía muy equilibrada. Tenemos que reconocer todo tipo de relación entre los seres humanos, respetarla y darle un marco legal. Creo que esa ley se tiene que recuperar, porque las nuevas formas de familia y de convivencia exigen un nuevo análisis.

-¿La ley sobre el aborto también necesita una revisión?

-Se ha revisado en varios estados, pero el aborto debe tratarse como tema de salud pública y no en términos penales. Debido a la clandestinidad, hay mujeres que sufren graves hemorragias, que se clavan un gancho o una aguja, que toman insecticida o abandonan a sus bebés. En los 15 meses anteriores se han encontrado más de 80 niños en basureros de la ciudad. Cuando el aborto se saque del Código Penal y se trate como caso de salud pública, la mujer estará más informada y eso será una vía para prevenir la reincidencia.

-En otro tema que se nota poca sensibilidad de los políticos es el de la mujer abandonada por su marido migrante. ¿Cree que esas mujeres están muy desprotegidas?

-Totalmente. Respecto de la mujer, hay tres nuevas realidades: la mujer urbana que está viviendo situaciones inéditas y agotadoras por la presión de tiempo, trabajo o tránsito. Tan es así, que la diabetes y la hipertensión se han convertido en ese sector en la primera causa de mortalidad en el Distrito Federal y el valle de México. Otro drama es que la proporción de mujeres migrantes se ha triplicado en los últimos cinco años. Antes, de cada 10 emigrantes una era mujer. Hoy son cinco de cada 10, las cuales, en ocasiones, tienen que pagar sexualmente a los polleros o éstos las utilizan para que paguen sexualmente al del cruce aduanal. Y, a su vez, continúan ejerciendo los papeles de subsistencia del grupo, como hacer la comida. La tercera realidad es la mujer abandonada en el pueblo, que obviamente absorbe todos los papeles. Pero aún no se concibe claramente ese problema. Me impresionaron mucho las manifestaciones que se realizaron en Estados Unidos, mientras en México la sociedad se mantiene pasiva. No hemos realizado ningún acto espontáneo o manifestación en solidaridad con los migrantes.

-¿Considera que México está viviendo una transición?

-No creo en la transición. Pienso que todas las épocas son transiciones, y la clave para las estrategias de cambio es saber qué debemos hacer en cada época. Si ahora no entendemos las causas y efectos de la migración, es que no estamos entendiendo ese momento.

 
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