Usted está aquí: martes 11 de abril de 2006 Estados Hotel en la sierra Tarahumara contamina aguajes de indígenas

Desde hace 14 años Posada Mirador vierte aguas negras a arroyos del poblado de Bacajípare

Hotel en la sierra Tarahumara contamina aguajes de indígenas

Infecciones en la piel y males gastrointestinales, entre las afectaciones; desde hace 4 años exigen solución a autoridades y empresarios, dicen

Amagan con tomar el parador después de Semana Santa

MIROSLAVA BREACH VELDUCEA CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Tarahumaras muestran los manantiales contaminados con aguas negras que descarga el hotel Posada Mirador desde hace 14 años. A la derecha, uno de los tubos de desagüe del parador, que desemboca en los ojos de agua que surten a los indígenas Foto: Miroslava Breach

Ampliar la imagen Tarahumaras muestran los manantiales contaminados con aguas negras que descarga el hotel Posada Mirador desde hace 14 años. A la derecha, uno de los tubos de desagüe del parador, que desemboca en los ojos de agua que surten a los indígenas Foto: Miroslava Breach

Urique, Chih., 10 de abril. Los habitantes de la comunidad indígena Bacajípare, perdida en la inmensidad de la sierra Tarahumara, se quedaron sin agua para beber, cocinar, lavar ropa o bañarse. Los dos aguajes de los que se abastecieron durante años están contaminados por las aguas negras que desecha el hotel Posada Mirador, situado en la cresta de la majestuosa Barranca del Cobre, adonde llegan los turistas extranjeros a pasear por los parajes y fotografiar a los rarámuris -nombre que se dan los indígenas tarahumaras- como si fueran objetos del paisaje.

Arriba, en las instalaciones del hotel Posada Mirador, cientos de turistas estadunidenses, canadienses y europeos, disfrutan desde las terrazas de sus habitaciones de la vista privilegiada que les ofrece la cresta de la montaña, a un costo de 300 dólares por día. Ellos no lo saben pero abajo, en el fondo, a mil 500 metros de profundidad, las familias indígenas se ven obligadas a caminar largas distancias para obtener un poco de agua para beber y cocinar.

El gobernador tradicional de Bacajípare, Antonio Gutiérrez Miranda, relata que hace 14 años comenzaron los problemas de abastecimiento de agua, cuando empezó a funcionar el hotel Posada Mirador, que instaló un largo y grueso tubo en la ladera de la barranca por el que empezó a fluir el agua hedionda; invadió el arroyo y el manantial que surge en la base del farallón rocoso. Alrededor de éste se edificaron hace décadas las viviendas que conforman la comunidad indígena, habitada por unos 70 rarámuris, entre bebés de meses, niños, ancianos y mujeres.

El estiaje de primavera y la falta de nevadas dejaron totalmente seco al arroyo de Bacajípare. Mujeres y hombres caminan hasta kilómetro y medio entre las peñas de la barranca para acarrear agua a sus casas o llegan a lavar la ropa. Quienes no pueden hacer esa travesía tienen que usar el agua sucia para sus necesidades elementales.

Los únicos dos ojos de agua accesibles, en los que siempre bebieron, están llenos de un líquido oscuro y hediondo, que "no está bueno ni para los animales", dijo Herculano Moreno Torres, uno de los rarámuris, y su mujer e hijos están afectados por la contaminación de los aguajes.

Con timidez, la rarámuri María Rosario, contó que los niños pequeños se enferman constantemente "de la panza". Muchos tienen infecciones en la piel causadas por la falta de higiene y uso de agua contaminada al ba- ñarse en las tarjas naturales.

Esa situación, y más de cuatro años de espera en busca de una solución, llevaron a la comunidad a plantear medidas drásticas para que las autoridades y la empresa sinaloense Hoteles Balderrama, propietaria del Posada Mirador, deje de tirar sus desechos en la Barranca del Cobre.

El jueves 6 de abril, el gobernador de Bacajípare, Gutiérrez Miranda, reunió a todas las familias. Discutieron la posibilidad de tomar el hotel, como medida de presión para que se les atienda.

En esa junta comunitaria decidieron buscar primero una solución negociada. Una comisión, integrada por el gobernador Antonio Gutiérrez, Lorenzo Moreno e Isidro Corral, habló con Mari Cruz Mancinas, la gerente del hotel, y le pidió dejar de verter desechos en los aguajes. De no hacerlo, advirtieron, cerrarán la posada después de la Semana Santa.

La indiferencia agotó la paciencia

Los rarámuris han esperado pacientemente una respuesta de las autoridades a su denuncia.

En 2001 presentaron su primera queja ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). El caso también llegó a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y a la jurisdicción regional de la Secretaría de Salud. Dos años después, la Profepa les comunicó que no halló evidencias de contaminantes.

Pero hay contradicción. Uno de los inspectores de salud que en aquel entonces bajaron a la barranca dio cuenta de la descarga de aguas negras y de la evidente contaminación de los aguajes naturales a lo largo del arroyo.

En 2003, la Profepa remitió un oficio a la comunidad, en el que indicó que la Conagua exhortó a la empresa hotelera a construir "pequeñísimas" presas de gavión a lo largo de la ladera por donde fluye el drenaje, para crear humedales con vegetación de la zona y permitir una filtración natural a sus descargas de aguas negras.

Sin embargo, de propia voz de la gerente del hotel, Cruz Mancinas, los indígenas se enteraron de que el oficio de Profepa no fue atendido y tres años después de su primera solicitud no se ha realizado obra alguna para el saneamiento de los aguajes.

Dispuestos a no tolerar más el colapso de sus manantiales, los indígenas pidieron ayuda al grupo civil Asesoría Técnica Comunitaria para que los represente en su denuncia; de no ser atendidos por las autoridades gubernamentales, cerrarán el hotel, sin importar que esté lleno de turistas extranjeros.

 
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