Usted está aquí: martes 11 de abril de 2006 Opinión La resurrección de Judas

Javier Flores

La resurrección de Judas

Se ha producido un gran descubrimiento en este siglo: un libro de 13 páginas, escritas en papiro por los dos lados y con cubierta de piel, ha sido por fin restaurado y traducido. Su título original: Evangelio de Judas. Todavía no se conoce la totalidad de su contenido, sobre el que sólo se han hecho públicos algunos fragmentos, y ya se ha desatado una gran polémica de dimensiones mundiales. No es para menos, pues lo que revela es una visión diferente sobre uno de los integrantes del grupo más cercano a Jesucristo, uno de los 12 apóstoles, considerado, al menos en el Nuevo Testamento, como un ser despreciable, un traidor que entregó a su maestro y lo condujo a morir en la cruz.

La historia del hallazgo, hasta que el códice llegó a los científicos, es realmente apasionante. No me voy a detener en ella, pues puede consultarse en la dirección electrónica de la National Geographic Society, una de las instituciones patrocinadoras de los estudios que llevaron a este descubrimiento. Pero no puede dejar de decirse que desde que se encontró el manuscrito en una cueva en Egipto, hace aproximadamente 30 años, hasta que el libro llegó casi hecho polvo a manos de los expertos, hay algo de magia, pues significa una vuelta a la vida, una especie de resurrección del apóstol Judas Iscariote y una reivindicación de su papel central al lado de Jesús.

El domingo pasado se trasmitió un programa especial, una especie de premier mundial en el canal de televisión por cable de la National Geographic para dar cuenta del hallazgo, con comerciales y todo. Se dieron a conocer algunos de los contenidos del manuscrito. En este evangelio Judas está muy lejos de ser un traidor. Aparece más bien como uno de los favoritos de Jesucristo, a quien éste encarga una tarea. Es muy interesante, pues hay un diálogo entre ambos, resultado de un reto que Jesús lanza a sus apóstoles para que se paren frente a él. El único que lo acepta es Judas, quien con humildad y sin mirarlo de frente, le dice que sabe quién es (Jesús) y que no se atreve a pronunciar su nombre. No se refiere al creador del mundo, sino a una entidad todavía más allá de eso. Jesús le dice que se aparte de los demás y que El le revelará los secretos del cielo, lo que nadie, ni siquiera los ángeles, ha visto. Se trata de un pasaje sumamente bello. Luego, en otro momento, le asigna su misión: liberar el brillo o la luz del cuerpo humano de Jesucristo.

Es muy importante diferenciar la participación de la ciencia en este importante logro con respecto de las interpretaciones que se han adelantado sobre sus significados. Los científicos han determinado la autenticidad del manuscrito, es decir, han demostrado que no se trata de una falsificación. Han precisado también la fecha en la que fue escrito, el año 280 de nuestra era con un margen de error de 50 años, mediante la prueba de carbono 14, realizada por especialistas de la Universidad de Arizona. También la ciencia participó en la restauración del documento, tarea titánica efectuada por Florence Darbre, en Suiza. Además de la traducción, realizada principalmente por Stephen Emmel, pues el texto está escrito en copto, lengua egipcia de la época de los faraones. También los especialistas han concluido que el texto bien pudo ser traducido del griego por los grupos gnósticos, que fueron combatidos por la Iglesia oficial, que los consideraba herejes. Hasta aquí la participación de la ciencia.

En el programa de la National Geographic, el cual seguí con mucha atención, hubo algo muy raro, que iba más allá de los hallazgos científicos. Se dijo que a partir de la omisión del evangelio de Judas, la Iglesia oficial cristiana había creado un estereotipo de la traición y del mal en el apóstol, que intencionalmente se había trasladado al pueblo judío y que bien podría haber sido, desde hace siglos, una fuente de inspiración para el antisemitismo. Quedé sorprendido. Estos argumentos se acompañaron en la pantalla con imágenes de Adolfo Hitler y el Holocausto. Como esto ya no tiene que ver para nada con la ciencia, no sé que decir, pero al menos puedo identificar que se trata de una acusación muy grave, cuyas consecuencias son difíciles de prever.

Creo que la National Geographic comete un gran error. En lugar de limitarse a difundir un hallazgo científico de incuestionable valor que nos ayuda a: a) entender los orígenes del cristianismo y de nuestra cultura, b) conocer más acerca las aportaciones del gnosticismo, c) revalorar la figura de Judas Iscariote y d) apreciar el papel de la ciencia para desentrañar la historia de las religiones, introduce un elemento indeseable que consiste en ensanchar la brecha entre diferentes pensamientos religiosos con acusaciones de antisemitismo. Ya tenemos bastante en este siglo (y desde el siglo pasado) con las pugnas entre musulmanes y judíos como para agregar ahora un elemento más de discordia. No lo puedo entender.

Pero tratemos de verlo, por un momento, desde un lado positivo. Supongamos que se trata de una invitación a que los católicos acepten el evangelio de Judas y con ello se eliminen los estereotipos que, según esto, propician antisemitismo, y se tiendan así los puentes entre dos religiones. Esto no va a ocurrir, al menos no en lo inmediato. La Iglesia católica tardó cuatro siglos en aceptar el pensamiento de Galileo, por ejemplo; también se construyó admitiendo sólo cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y desechando cerca de 30, elaborados por los gnósticos, a los que ha considerado heréticos. De hecho el de Judas, que al parecer corresponde con el que ahora ha sido rescatado, fue combatido por Irineo desde el siglo II de nuestra era. No tiene sentido. Además, la National Geographic Society no representa al pueblo judío.

Algunos de los argumentos (no científicos) presentados por la National Geographic pueden producir miedo al insistir en las diferencias religiosas, pero, como decía mi abuela con amplia sonrisa, "sólo Judas temió".

 
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