Usted está aquí: viernes 14 de abril de 2006 Opinión PENULTIMATUM

PENULTIMATUM

Sida y abstinencia

Y PARA COMENZAR, una revelación digna de estos días sacros: ''Necesitamos un hombre con carácter, que no se le doblen las piernas con una manifestación de macheteros o cualquier cosa que se le parezca": Francisco Labastida, al alabar al candidato Roberto Madrazo.

EN AGOSTO PASADO se celebró en Abuja, la XIV Conferencia sobre el sida en Africa. En una de las sesiones, Winnie Madikizela, ex esposa de Nelson Mandela, dijo que, como madre de Sudáfrica, necesitaba señalar un remedio para el sida: la abstinencia. ''Debemos decir simplemente a nuestros hijos que observen la abstinencia", insistió la heroína de la lucha contra el apartheid. Esta tesis provocó una mezcla de aplausos y de reacciones indignadas. Sin mencionarla por su nombre, y con palabras y datos precisos, el escritor nigeriano Wole Soyinka respondió a los que predican ''abstinencia, abstinencia, abstinencia", como solución milagrosa de la pandemia. El también Premio Nobel de Literatura sostuvo que el sexo forma parte de la vida. ''Algunos dicen a veces 'esperen a estar casados y tendrán su compañero para toda la vida'. Todos sabemos que eso es excepcional", y luego abogó en favor de la ''responsabilidad individual", para combatir el mal, que incluye la capacidad de saber cuándo se deben tomar medidas preventivas. Como fruto de esa polémica, 60 organizaciones no gubernamentales de todo el mundo condenaron recientemente el programa que Estados Unidos estableció en Uganda para atacar el sida en ese país y que proclama como método ideal ''la abstinencia y fidelidad a la pareja". Uno de los resultados de ese programa fue que se abandonó el uso del condón y aumentó la estigmatización de los enfermos, que son hoy mucho más pese al programa estadunidense. Datos recientes muestran que, si bien es observada por grupos muy reducidos, la abstinencia no es suficiente para resolver el problema que representa un mal en franca expansión. Con el agravante de que las instancias que la promueven como solución única no apoyan con recursos suficientes a los afectados por el sida.

LOS MAGISTRADOS DEL Tribunal Correccional de París no le creyeron al director de cine Jean-Claude Briseau su explicación de por qué sometió a cuatro jóvenes actrices a numerosas pruebas eróticas para ver si daban el ancho y podían participar en su película Choses Secretes. El cineasta sostuvo que su idea era ''hacer una película sobre la relación entre el goce y la prohibición" y ''filmar el aumento del deseo como Hitchcock lo hacía con el miedo". Briseau fue sentenciado a un año de cárcel y a pagar 15 mil euros de indemnización a las víctimas. Los magistrados definieron al director de cine como una persona que, abusando de su autoridad, exigió favores sexuales. En su sentencia afirman que los ensayos eróticos impuestos a las jóvenes actrices no tenían como único fin permitir a Brisseau decidir sobre la capacidad de ellas para interpretar cabalmente el papel que él decía tenerles destinado, sino básicamente satisfacer sus muy particulares gustos sexuales.

 
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