Usted está aquí: sábado 15 de abril de 2006 Opinión Suicidarse en defensa propia

Gustavo Gordillo

Suicidarse en defensa propia

1. La frase de Oscar Wilde bien se puede aplicar a la coyuntura electoral. El ambiente de crispación política y descalificación. Más grave aún es la situación que viven los partidos políticos. ¿Cuándo comienza este deterioro del sistema de partidos que se expresa en luchas intestinas intermitentes, ausencia de debate político sustantivo, pragmatismo instrumental y muy débiles lazos de lealtad?

2. El sistema de partido hegemónico que fue construyéndose a partir de las reformas cardenistas alcanza su punto más alto en los 18 años que abarcan los gobiernos de Alemán, Ruiz Cortinez y López Mateos. Luego inicia una lenta y dilatada decadencia a partir del gobierno de Díaz Ordaz y hasta el de De la Madrid. En este largo proceso que marca a todos los actores políticos y sociales de México -aun a las corrientes más opositoras- el partido procesaba consensos y, sobre todo, equilibrios a través de un mecanismo de arbitraje presidencial decididamente dependiente de la lealtad de los líderes políticos.

3. ¿Qué garantizó la lealtad en ausencia de un código programático, como ocurre con otros partidos históricos? La certidumbre de la permanencia en el poder como una fuerza hegemónica. Esto permitió, como lo expresó un agudo analista, que todos esperaran su turno en la fila de los aspirantes. Además permitió una lenta, pero discernible circulación de la elite partidista. Como se sabe, el camino para llegar al poder ejecutivo era en general las distintas corporaciones incluido de manera destacada el Poder Legislativo, que funcionó más como corporación que como instancia constitutiva del Estado nacional. Pero las otras corporaciones: agrarias, obreras, de profesionistas y burócratas, empresariales, también fueron vías de ascenso.

4. Este pacto de lealtad y complicidad con su doble juego hacia las disidencias: cooptación o represión, se ve impugnado desde tres ámbitos. El primero producto de la propia iniciativa del sistema hegemónico con las señeras reformas electorales de Reyes Heroles en el gobierno de López Portillo lleva a un zigzagueante proceso de apertura electoral que finalmente instaura con las reformas en el gobierno de Zedillo una real competencia electoral.

5. El segundo ámbito de impugnación es producto de la modernización de la sociedad mexicana. La ampliación de las oportunidades de acceso a educación básica, el desigual y caótico proceso de urbanización, el disfrute de algunos bienes culturales y una pequeña apertura informativa en los medios de comunicación escritos y por encima de todos estos hechos las sistemáticas crisis económicas de fin de sexenio; generaron unas clases medias informadas, antisistémicas y en ocasiones capaces de articular movilizaciones cívicas de diversas intensidades.

6. El tercer ámbito de impugnación es más complejo. Es producto de la percepción de un gobierno ineficiente atrapado en redes de clientelismo y corrupción y profundamente injusto con aquellos que no tiene poder político o poder económico. El resentimiento social contra la impunidad de los personajes poderosos es probablemente el resorte más profundo en las movilizaciones ciudadanas de los últimos años. La inequidad acrecienta la disparidad social y productiva de nuestras sociedades, pero la impunidad dificulta la construcción de consensos duraderos y alimenta una visión política cortoplacista y depredadora.

7. La desconfianza alimentada por la impunidad y la inequidad mina la ciudadanía y la competencia económica. Alimenta movilizaciones populares contra las formas de intervención del poder oligárquico. Este poder oligárquico basado desde luego en el dinero, pero sobre todo en la concentración de poder económico y poder político mina la democracia y debilita al sistema de partidos. El poder oligárquico es la nodriza que alimenta los impulsos que desde la sociedad desarticulan instituciones y rompen reglas de convivencia.

8. Pero también como consecuencia de la alternancia un cierto grado de poder político expresado en diputaciones, senadurías, gubernaturas y puestos administrativos está distribuido entre los tres principales partidos. Esto genera dos reacciones. Una, hacia un nuevo pacto oligárquico para erigir barreras de entrada a otros potenciales actores políticos con lo cual se bloquea una mejor expresión del pluralismo social. Por otra parte, puesto que todos estos actores tienen mucho que ganar con el mantenimiento de la competencia electoral se refuerzan tendencias hacia la estabilidad interna. Esta estabilidad no la logran mediante el debate, la deliberación pública y el establecimiento de reglas claras para la competencia interna. Si no de una fuga hacia adelante. Una manera de suicidarse en defensa propia.

9. La pobreza del discurso político en la campaña electoral, la renuncia a debatir internamente los perfiles de los candidatos idóneos de cada partido al Congreso y sustituirlos con encuestas y sondeos o con conteos definidos "en lo oscurito", y la influencia real de los otros poderes fácticos genera un fenómeno generalizado en la escena política. La política como espectáculo, como riña para dirimir conflictos personales. La política como ejercicio de clientelas políticas, más la política como espectáculo, más la política como ajuste de riñas personales.

10. Por esto se requiere que la política regrese a la sociedad. La política como acción cooperativa para resolver problemas nacionales a partir de resolución de problemas de la vida cotidiana. Como una combinación entre embriaguez del discurso y fragancia de los métodos, es decir sutileza en el planteamiento y sentido de la oportunidad, el partido de todos tan temido porque supone recuperar la política como actividad para todos y no para unos cuantos iniciados.

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