Usted está aquí: lunes 17 de abril de 2006 Deportes Rinden homenaje a Silverio Pérez los toros de Parladé

Rinden homenaje a Silverio Pérez los toros de Parladé

LUMBRERA CHICO

A pesar de su bella estampa, los toros de Parladé que fueron corridos el pasado jueves durante la primera fecha de la feria de Texcoco murieron sin mucha pena y ninguna gloria, pero los nombres que les pusieron sus criadores, Benigno Pérez Lizaur y Miguel Valladares, propietarios de la ganadería de Santa María de Xalpa, constituyeron todo un homenaje al maestro Silverio Pérez en la plaza que le rinde culto permanente a su genio torero.

Para exhibir los avances de su encaste español, los ganaderos enviaron tres negros zainos, un castaño claro y dos albahíos, un color poco habitual, éste último, que mezcla tonos de blanco y de canario para lograr una mezcla semejante a la del betún que recubre el pay de limones. Y para honrar la gloria imperecedera de Silverio los bautizaron así:

Faraón, primer negro zaino, de 490 kilogramos, con una cuerna espectacular; Compadre, primer albahío, de 475 y menos cara que el anterior; Negus, segundo negro zaino, también de 475 y muy medidito de bravura; Tormento, segundo albahío, de 485, y Monarca, tercer y último zaino del encierro, de 480, admirablemente bravo al pelear con el caballo, y Texcocano, el único castaño, con ojos de perdiz y 470 kilos, que se lastimó la mano derecha en la suerte de varas y pasó el resto de la lidia rodando sobre la arena.

Si con los toros de sangre y de hueso poco pudieron hacer los toreros, en las tribunas los viejos aficionados se distraían evocando las anécdotas que instantáneamente les traían a la memoria los nombres de las reses: Faraón y Compadre, epítetos dictados por la admiración y el cariño que han acompañado a Silverio a lo largo de su extensa vida; Monarca ("del trincherazo, torero torerazo, azteca y español") y Tormento ("de las mujeres") son a su vez elogios pertenecientes al pasodoble compuesto por Agustín Lara, mientras Texcocano es un simple patronímico.

Negus, en cambio, fue el apodo que a mediados de los años 40 le puso el banderillero tapatío Alberto González, mejor conocido como Rolleri, que luego también sería apoderado del matador al que, a saber por qué, le encontraba un gran parecido con el emperador de Etiopía, Haile Selassie, llamado Negus por sus súbditos. Los memoriosos contaron, asimismo, que el 31 de enero de 1943, después de cortarle las orejas y el rabo al inmortal Tanguito de Piedras Negras, en la plaza de La Condesa (donde hoy se encuentra el Palacio de Hierro Durango), Silverio dio una fiesta en su casa de Rébsamen, a la que asistieron Jorge Negrete, María Félix y Agustín Lara.

Emocionado por la intensidad de la faena, el charro cantor besó las manos de Silverio, "el mejor torero del mundo", según dijo, y éste le correspondió besando las de "el mejor cantante de México, y mientras La Doña se mofaba de las demostraciones de ambos, el flaco de oro alzó su muy cascada y temblorosa voz y emitió esta sentencia: "Compadre, yo no te voy a besar las manos, solamente te voy a componer un pasodoble", que hoy, 63 años después, siguen tocando las charangas de todo el planeta taurino.

 
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