Usted está aquí: martes 18 de abril de 2006 Política "Los partidos políticos no son buenos; sólo dividen"

Se reunió Marcos con mixtecos y tlapanecos

"Los partidos políticos no son buenos; sólo dividen"

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Ampliar la imagen En la comunidad El Charco, Guerrero, el delegado Zero colocó una ofrenda en la escuela donde 11 indígenas fueron asesinados por militares el 7 de junio de 1998 Foto: Víctor Camacho

El Charco, Gro., 17 de abril. Pobres entre los pobres, en esta tierra hosca a la que se le arranca la vida con las uñas crispadas y la boca seca, donde la enfermedad y el hambre gobiernan y los militares siembran muerte, violaciones y robo de cosechas, son campesinos de los pueblos nu'saavi (mixtecos) y ma'phaa (tlapanecos), dignos y valerosos como pocos, y adherentes a la Sexta declaración de la selva Lacandona, quienes reciben hoy al delegado Zero en una reunión de la otra campaña con dolor y determinación a manos llenas.

"Los partidos políticos ya no son buenos para el pueblo. Sólo nos han utilizado y dividido. Cuando llegan al poder todos son iguales. Abusan del pueblo y apoyan la militarización de nuestros territorios. Por eso ahora nuestra lucha también es contra los partidos que hacen más fuerte al sistema capitalista dejando más débil al pueblo y su organización. Por eso nuestras organizaciones ya no van a llevar a ningún partido o candidato al poder. Ya no los vamos a apoyar. Aquí ya tiene tiempo que estamos trabajando para que las comunidades tengan fuerza propia. Para eso estamos construyendo el poder popular de cada familia, comunidad y pueblo, para que ya nadie esté oprimiendo y abusando del pueblo y que ya nadie ande mandando, sino sólo la asamblea va a decidir qué se hace, cómo se hace y quién lo hace."

Este es el mensaje conjunto de la Organización Independiente del Pueblo Mixteco y del Pueblo Indígena Ma'phaa, que comparten estas altas montañas en el último rincón del olvido. "Seguimos obligados a defendernos de las injusticias, la corrupción, la represión y la impunidad que hacen los malos gobiernos para volverse más ricos y poderosos", agregan en el saludo que brindan al subcomandante Marcos frente al salón de clases donde fueron masacrados 11 indígenas en un ataque de aplastante brutalidad el 7 de junio de 1998.

El Charco, en el municipio Ayutla de los Libres, saltó a la más triste de todas las famas durante el zedillismo, en el más bien negro de los sexenios negros (parafraseando a López Velarde), campeón moderno del genocidio contra los pueblos indígenas en el sur y el sureste de México: Acteal, Unión Progreso, zona Norte (Chiapas), Aguas Blancas y El Charco (Guerrero).

Antes del encuentro con los indígenas, el delegado zapatista colocó una guirnalda de cempasúchil sobre la cruz blanca que lleva escritos los nombres de los 11 muertos aquella noche, entre quienes se encontraban el dirigente campesino Honorio García y el joven universitario Ricardo Zavala, quien hoy recibe de los indígenas de El Charco el mejor homenaje, pues lo consideran uno de los suyos. La cruz, con una vela encendida y un ramo de buganvilias al pie, está dentro del aula donde se encontraban reunidos los indígenas al ser sitiados y baleados por las tropas federales. En los muros de concreto aún se ven las huellas de las balas de alto poder, y el edificio permanece inconcluso, como estaba entonces. Las aulas son otras; ésta es una especie de monumento.

Luego, ante más de un centenar de hombres y mujeres de esta comunidad y otras, mixtecos y tlapanecos, uno de ellos lee el saludo al delegado de la Comisión Sexta del EZLN: "Cuando el pueblo luchó junto a Genaro Vásquez y Lucio Cabañas, los poderosos y malos gobiernos usaron al Ejército para destruir todo lo que el pueblo organizó con su fuerza para vivir libre. Hoy siguen haciendo lo mismo. Los ejércitos de los ricos y poderosos siguen invadiendo nuestro territorio, nuestras comunidades indígenas, violando mujeres, matando y desgraciando pueblos, como han hecho a nuestro pueblos nu´saavi y ma´phaa en estas tierras".

Un hombre de mirada triste, procedente de Barranca Te'Cuani y adherente a la otra campaña, según reza un gafete en su pecho, referirá más tarde cómo su compañera fue interrogada y violada por los soldados hace unos años. Otros testimonios revelarán que esa ha sido una práctica recurrente de los militares, al grado de que éstos ya fueron expulsados de dos comunidades por los propios indígenas, que siguen hoy exigiendo el fin de la militarización y los abusos. El saludo de los mixtecos prosigue:

"En esta comunidad de El Charco asesinaron impunemente a nuestros compañeros, en esta escuela del pueblo, sólo por organizarse y luchar desde abajo junto al pueblo. Por eso le decimos a la otra campaña que nuestras comunidades están contra la militarización, denunciando a los guachos cada vez que maltratan al pueblo. Aunque nos sigan amenazando, violando mujeres, robando cosechas, nosotros no nos vamos a rendir.

"Los compañeros que cayeron en esta comunidad a manos del Ejército son nuestros muertos y de todos los que luchan abajo y a la izquierda pero que siguen vivos porque vamos a seguir luchando para terminar lo que ellos empezaron, que es la lucha en contra de la desigualdad social y la construcción del poder popular desde abajo, aquí y ahora. Le exigimos a los malos gobiernos que respeten nuestras decisiones y que saquen al Ejército de nuestras tierras y territorios, porque sólo han servido para maltratar al pueblo organizado."

Otro orador anuncia: "Nos vamos a organizar y unir a los pueblos nu'saavi para que los policías sean nombrados y mandados por el pueblo, como hemos aprendido de la policía comunitaria de nuestros hermanos de San Luis Acatlán, Malinaltepec y Metlatónoc. Vamos a defender nuestro territorio, su madera y su agua. No dejaremos que nos privaticen ni que metan el Procede".

Otro indígena expresa al micrófono: "Estamos formando a los compañeros comisarios ejidales para que vean cómo servir al pueblo y organizar a los compañeros que tienen proyectos productivos, y formar un mercado propio con precios justos acá arriba en nuestras comunidades". Andrea, indígena de muy baja estatura, dice: "No vamos a permitir que nos persigan los militares ni los policías del gobierno, ni que nos dividan los partidos políticos. Sólo queremos el poder del pueblo".

Orlando, representante ma'phaa, expresa: "En la región tlapaneca sabemos cómo gobernarnos. Los militares abusan de la gente que no sabe hablar, pero todos estamos para combatir esa anomalía". Cuenta cómo "las autoridades sanitarias han esterilizado a hombres jóvenes (en la comunidad El Camalote)". Enseguida intenta hablar el mixteco victoriano, pero como está enfermo de la garganta lo hace su esposa, en pocas palabras: "Estamos cansados de lo que nos hace el gobierno. No nos vamos a dejar en esos miedos. No nos quieren ver, nos quieren 'imprimir' (sic), pero de aquí hasta allá vamos a seguir".

El castellano de muchos es dificultoso, y también hay intervenciones en las dos lenguas indígenas de estas montañas. Cuauhtémoc explica que a los ma'phaa no les gusta ser llamados "tlapanecos", pues significa "cara sucia". Y deplora que los soldados hayan violado a las hijas, hermanas y esposas "en venganza porque estamos construyendo el poder popular. Nos acusan de colaborar con guerrilleros. Nos han amenazado de muerte, por eso invitamos a que nos sumemos a la otra campaña".

Otro orador responzabiliza al gobierno "de lo que pueda pasar" si no retira al Ejército, y afirma que la policía es para proteger a los poderosos, "que son los delincuentes. Por eso no agarran a nadie, sólo a nosotros. Si llegan López Obrador, Calderón o Madrazo da igual, van a dejar a los soldados en la zona. La masacre de El Charco fue sólo el comienzo de la guerra de baja intensidad".

También toma la palabra la universitaria Erika Zamora, sobreviviente de la matanza, quien estuvo presa a raíz de aquellos hechos: "La política de exterminio que el Estado ha impulsado en esta región ha obligado a fortalecer las formas organizativas de construcción de la autonomía, como base importante de la defensa integral de los derechos comunitarios. Aquí, hoy, poco a poco germina el trabajo de nuestros compañeros asesinados, el ejemplo que aprendimos el tiempo que nos tocó convivir con ellos".

Rodeados por las hondas barrancas y los altos cerros, en este punto casi inaccesible de la geografía guerrerense, toma la palabra el subcomandante Marcos y comparte con estos indígenas la experiencia rebelde de los zapatistas de Chiapas. "Para nosotros es muy importante haber llegado aquí, a El Charco, no sólo por el dolor que manchó estas tierras por el mal gobierno, sino también por la lucha.

"Nos tienen atrapados entre dos miedos: el miedo de que vamos a morir en la pobreza como si fuéramos animales y el miedo de que vamos a morir por la represión del gobierno si nos rebelamos. Aquí el gobierno no viene más que cuando vienen los soldados, cuando vienen los policías. Entonces nos dicen si te organizas y te rebelas te voy a reprimir. Porque ese el trabajo del ejército, que no está para defendernos si nos ataca otro país; está para controlar a la gente que lucha por sus derechos. Donde aparecen la policía y el Ejército no es para traer justicia, es para reprimir al pueblo."

Los oradores han manifestado recurrentamente su rechazo al gobernador del estado. Marcos señala: "Aquí, en Guerrero, gobierna el PRD con Zeferino Torreblanca, y nosotros preguntamos si las comunidades indígenas viven mejor. Estamos igual de jodidos o peor, no cambió nada pero cambió el gobierno. Antes estaba el negro consentido de Zedillo, René Juárez, y ahora está Torreblanca y sigue la misma pobreza".

Y reconoce: "Antes de que viniéramos aquí pensamos en El Charco nada más por la masacre que pasó. Ahora estamos aprendiendo que no, que hay una lucha, que hay una organización por mejorar las condiciones de vida". Y se pronuncia por que el gobierno "ya no mande, que obedezca. Los guachos tendrían que servir al pueblo, no estarlo chingando; los policías deberían proteger al pueblo, no a los ricos. Entonces todo eso tiene que cambiar, tenemos que hacer una nueva ley, una nueva Constitución".

 
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