Usted está aquí: miércoles 19 de abril de 2006 Opinión Elena, la ingenua

El Fisgón

Elena, la ingenua

El discurso machista tiene códigos claros. Ante su rival, Calderón adopta un tono de bravucón de rancho, amenaza y habla de gallos y gallinas (Ripalda pregunta: ¿qué fueron primero, los huevos del gallo o los de la gallina?). Ante el sexo débil, el discurso machista asume a veces un carácter paternalista. Los panistas dan lecciones a Elena Poniatowska por hacer un espot en el que pide al blanquiazul que deje de calumniar: los propagandistas del PAN hacen un anuncio en el que alternan a la escritora con Bejarano y Ponce; Felipe Calderón le sugiere que no permita que el tabasqueño se esconda tras sus enaguas (una damita no puede permitir que nadie juegue con sus enaguas) y el presidente del PAN, Manuel Espino, le recomienda que no se meta en ese lodazal que es la política, porque allí las cosas se dirimen a carambazos (eufemismo yunquista de cabronazos) y el que se lleva, se aguanta.

El complemento del discurso machista es siempre el maltrato a la mujer: las bases ultraderechistas del PAN emprenden una campaña de insultos y hostigamiento telefónico y cibernético contra Elena. Cuando la ocasión lo amerita, el discurso machista asume un tono condescendiente de perdonavidas. Espino afirma: "esa pobre señora me da pena". Los panistas pobretean a la escritora, la tratan de ingenua; parecen decir: "la Poniatowska será una gran escritora, pero, en tanto hembra, no deja de ser una tonta útil y manipulada".

Sócrates solía decir a los periodistas: "sólo sé que no sé nada" y sabía mucho. Del mismo modo, Elena suele declararse ingenua, pero el verdadero inocente es quien la cree candorosa. Mucho antes de que Calderón y Espino chapotearan en su lodazal, la escritora ya había dado muestras de ser una mujer íntegra, valiosa y valiente en la arena política. En tiempos de Díaz Ordaz, cuando el país tenía miedo de hablar, Elena escribió La noche de Tlatelolco, y si el 2 de octubre no se olvida es en gran parte por ella; años más tarde, escribió Fuerte es el silencio, en el cual describe los horrores represivos de la guerra sucia y hace una de las primeras denuncias abiertas que se hicieron en México sobre los desaparecidos. La falsa ingenuidad de la periodista fue antídoto eficaz contra el machismo del autoritarismo priísta y hoy le hace frente al patriarcado aviario del PAN y a sus campañas panistas de odio.

En el espot que tanto molestó a los panistas, Elena sólo pide que dejen de calumniar. La respuesta fue de indignación y está llena de mentiras, de falsas verdades, de dogmas instantáneos de fe. El panista Germán Martínez Cázares defiende su derecho a disentir de la escritora y escribe: "el airado reproche porque disentimos de las opiniones políticas de la escritora Elena Poniatowska huele a autoritarismo [...] el desprecio a los que piensan diferente es una actitud fundamentalista. Quienes proponen el silencio obediente para el disidente son éticamente iguales a los talibanes musulmanes [...] envían inmediatamente al infierno a sus oponentes. Llaman blasfemias a los razonamientos opuestos ("¿Herejes contra Poniatowska?", Proceso, 16 de abril de 2006). Hasta donde se sabe, y al respecto se sabe todo, nadie ha puesto en cuestión el derecho de los panistas a disentir de Elena y el fundamentalismo talibán, los envíos al infierno corren por cuenta del señor Espino y de los simpatizantes panistas que siguen insultando y hostigando a la escritora.

Martínez Cázares también defiende su derecho a criticar la gestión de Andrés Manuel López Obrador al frente del Gobierno del Distrito Federal (hasta donde se sabe, no han hecho otra cosa que ejercer ese derecho, condimentándolo con calumnias y campañas de odio) y termina por decir que tiene "derecho a creer, a imaginar" que López Obrador "no sería muy distinto a ese tempranero talibán que se llamó Gustavo Díaz Ordaz". Lo que es digno de la talibaniza son las campañas de odio que emprende el visionario con base en lo que "cree" o "imagina", concediendo a su imaginación un aluvión de certificados notariales. Un modelo de estas campañas de odio es la emprendida por el PAN contra la gestión presidencial de AMLO, que aún no se inicia. Con base en sus creencias y su imaginación, el blanquiazul acusa a AMLO de haber sido, de 2006 a 2012, un dictador, un Hugo Chávez, un Fidel Castro, un Gustavo Díaz Ordaz, un Mussolini, un Franco, un Trujillo, un Somoza (o cualquiera de los dictadores católicos), un "peligro para México". Los que saben de historia reconocen que éste es el tipo de campañas que hacían los fascistas en España.

Para ser tan ingenua, Elena es muy peligrosa. Con ingenuidad, la escritora pidió al PAN que dejara de calumniar y éste se encargó de mostrarse tal como es: machista, fundamentalista y franquista, como bien probó su padrino de arras electorales, José María Aznar.

 
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