Usted está aquí: miércoles 19 de abril de 2006 Sociedad y Justicia Resurge debate por desastre con agua contaminada en GB

Muere una mujer víctima de extraña enfermedad

Resurge debate por desastre con agua contaminada en GB

La investigación sobre derrame de químicos fue suspendida para no afectar el proceso de privatización del líquido potable

GEOFRET LEAN THE INDEPENDENT

Las víctimas del peor desastre por agua potable contaminada en Gran Bretaña comienzan a morir de enfermedades misteriosas, revela una investigación de Independent on Sunday. La revelación, que se produce después de que se suspendió una indagación abierta por el fiscal de homicidios ante el temor de que una de las víctimas hubiera sido envenenada, vuelve a poner en el centro de la atención los escándalos gemelos del incidente original y de su posterior encubrimiento.

Carole Cross murió después de muchos años de padecer una enfermedad contraída luego de bañarse en aguas altamente contaminadas con sulfato de aluminio vertido en el depósito de la pequeña población de Camelford, en Cornwell, en 1988. En algunas partes de su cerebro se encontraron altos niveles de aluminio, y se prevé que un documento científico que se publicará en breve confirme que su deceso está vinculado al incidente.

Activistas creen que más de 20 mil personas expuestas al agua contaminada han fallecido por esa causa. Otras víctimas con síntomas similares a los de la señora Cross temen sufrir igual suerte. Una mujer gravemente afectada se suicidó.

La tragedia comenzó cuando un chofer se equivocó de tanque al verter 20 toneladas de la sustancia química, sumamente cáustica, en la planta de tratamiento de agua de Lowermoor, que sirve a la población, lo cual causó "una masiva y casi instantánea contaminación de la reserva de líquido". Los residentes dieron la alarma después de beber o bañarse con el agua, de repugnante sabor, y sufrir extraños efectos: se les peló la piel de la espalda; las manos y los labios se les pegaron y las uñas y el cabello se les pusieron azules. Evidencias oficiales recabadas por el servicio de salud británico mostraron que los niveles de aluminio llegaron a 5 mil veces el límite de seguridad.

Sin embargo, la Autoridad del Agua del Suroeste, que en ese tiempo operaba la instalación, tardó en investigar la causa del problema e insistió en que era seguro beber el líquido. Documentos confidenciales muestran que la autoridad y el gobierno conservador de entonces temían que el incidente pusiera en peligro el proceso de privatización del servicio de agua que por esas fechas se había emprendido.

Cientos de personas se quejaron de quemaduras en la piel, salpullido, úlceras, ardor en boca y articulaciones, pérdida de memoria y otros síntomas que atribuyeron al aluminio y otros metales de las pipas de abastecimiento que la sustancia química llevaba disueltas. Sus quejas fueron desechadas después de una cuestionada pesquisa llevada a cabo por la autoridad del agua y el Departamento de Salud. Pero una investigación publicada por el British Medical Journal concluyó que el "envenenamiento probablemente condujo a un daño cerebral a largo plazo de algunas personas de Camelford".

La autoridad fue sometida a juicio, pero sólo se le impuso una multa de 10 mil libras esterlinas (18 mil dólares) y se le condenó a pagar una indemnización de 400 mil libras (720 mil dólares), repartidas entre 148 víctimas. Ahora los activistas esperan que la evidencia de que la señora Cross falleció de una extraña enfermedad a consecuencia de la contaminación vuelva a despertar el interés del público.

Doug Cross, el marido de la difunta, cree que otras 20 personas han muerto por causas relacionadas con el desastre y que surgen nuevos casos. Señaló que en ese tiempo los expertos expresaron que se necesitarían 20 años para ver los efectos. "Y ya casi son 20 años", comentó.

Graham Sillifant dice que su esposa, Sarah, quien a los 20 años estuvo expuesta al agua contaminada, se ahorcó el año pasado después de sufrir demencia y otros síntomas similares a los de la señora Cross. "Bien podría ser que el agua tuviera la culpa", expresó.

El parlamentario laborista Michael Meacher, quien visitó Camelford cuando era ministro de Salud, asegura que el incidente y su secuela son "un escándalo absolutamente increíble". Por su parte, la empresa South West Water, que remplazó a la vieja autoridad después de la privatización, manifestó que no tiene "nada que agregar a los ya abundantes detalles disponibles sobre el tema".

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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