Usted está aquí: sábado 22 de abril de 2006 Opinión Fuera de lugar

Leonardo García Tsao

Fuera de lugar

Eso de la teoría del autor funciona en ciertos colegas como un reflejo condicionado, y la sola mención del nombre de algún director favorito detona un mecanismo elogioso, al margen de la calidad de la película en cuestión. Woody Allen ejemplifica muy bien esa salivación automática. A pesar de que su filmografía lleva casi una década de tener una pronunciada decadencia, existe una tendencia entre la crítica de buscarle cualidades inexistentes.

Tal fenómeno se hizo evidente en el pasado festival de Cannes cuando se proyectó, fuera de competencia, la más reciente película de Allen. Match Point (llamada aquí La provocación, a saber por qué) fue recibida con muchas risotadas... lo cual hubiera sido positivo si se tratara de una comedia. Pero no. Ante el fracaso de sus comedias recientes, el autor intentó otro forzado ejercicio en solemnidad -no bergmaniana, en este caso-. Sin embargo, la reacción de gran parte de la crítica -la estadunidense, sobre todo- fue de un desproporcionado entusiasmo, que celebraba "un regreso a su mejor forma".

¿Habrá sido el cambio de locación tan engañoso? Situada en Londres, la historia se centra en el arribismo de Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers), un joven instructor clasemediero de tenis que, al conocer al rico aristócrata Tom Hewett (Matthew Goode), ve la oportunidad de dar un braguetazo enamorando a Chloe (Emily Mortimer), la sosa hermana de éste. El problema es que la novia de Chris, la gringa Nola (Scarlett Johansson), está mucho más buena. Por supuesto, Chris y Nola se vuelven amantes. Ella se embaraza, se vuelve un estorbo y.... Baste decir que Allen vuelve a intentar un giro dosteyevskiano con mucho menos fortuna que en su anterior Crímenes y pecados (1989).

Hay que ser en extremo fácil de complacer si uno acepta los siguientes elementos como factores de renovación: es un melodrama, no una comedia. Se sitúa en el ambiente de la gente privilegiada y pedante de Londres, no de la gente privilegiada y pedante de Nueva York. Los diálogos siguen haciendo citas culteranas sólo que con acento británico. Y la banda sonora no está armada con temas de discos viejos de jazz, sino discos viejos de ópera.

Si ya se había criticado el distanciamiento de Allen frente a la propia realidad estadunidense -no hay mejor prueba de su solipsismo que ese Manhattan poblado exclusivamente de intelectuales blancos con crisis existenciales y de pareja, donde un barrio como Harlem no existe- resulta aún más evidente su desconocimiento de la sociedad británica. El Londres descrito en Match Point es un lugar común turístico, bastante similar al que se muestra en las comedias inglesas debidas a Richard Curtis. Mientras que los tiesos y presuntuosos diálogos son dignos de alguien que ha leído a autores como E.M. Forster o Somerset Maugham y no ha sabido asimilarlos a un contexto contemporáneo o hacerlos verosímiles. (Tal vez los críticos ingleses eran quienes más se reían en Cannes).

Lo más artificial de la película es el propósito de Allen por derivar conclusiones morales de unas irónicas vueltas de tuerca demasiado calculadas (si toda una escena se dedica a establecer la presencia de unas escopetas de caza, ya se anuncia que jugarán una parte determinante en la intriga). Por otro lado, quien ha hecho del sexo ejecutado con torpeza una fuente de incontables gags, no ha sabido volver convincente la calentura entre los amantes clandestinos. Por ello, esa secuencia en que Chris y Nola hacen el amor bajo la lluvia se siente más incómoda que erótica. (Eso sí, con la imagen de la bola de tenis que puede caer dentro o fuera de la red, Allen ha conseguido la primera metáfora visual de toda su obra.)

Es curioso que el personaje del arribista había sido visto ya con ojos críticos en comedias como Balas sobre Nueva York (1994), El precio del éxito (1998) y Pícaros ladrones (2000). Esa mirada no parece advertir que en sus tentativas fallidas por hacer dramas europeos como los que admira acaba practicando una especie de arribismo artístico. La provocación no resulta tan patética como las anacrónicas premisas de El ciego (Hollywood ending, 2002) o Muero por ti (Anything else, 2004). Pero sigue siendo muy poca cosa.

La provocación (Match Point)

D y G: Woody Allen/ F. en C: Remi Adefarasin/ M: Temas diversos de ópera/ Ed: Alisa Lepselter/ I: Jonathan Rhys Meyers, Brian Cox, Matthew Goode, Scarlett Johansson, Emily Mortimer/ P: Jada Productions, Kudu Films. G. Bretaña, EU, Luxemburgo. 2005.

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