Usted está aquí: domingo 23 de abril de 2006 Opinión Directores de la muestra (1)

Carlos Bonfil

Directores de la muestra (1)

Atmósferas de encierro. Una de las pocas sorpresas de la 47 Muestra Internacional de Cine que actualmente exhibe la Cineteca Nacional es Confidencial (Private), primer largometraje del realizador italiano Saverio Constanzo, quien durante años realizó publicidad comercial y documentales sobre la condición de los inmigrantes italianos en Estados Unidos y sobre la vida en hospitales en Italia (estilo Urgencias, de Raymond Depardon), antes de visitar Israel y concebir ahí esta primera obra de ficción, ejercicio estilístico notable. Confidencial alude al enfrentamiento árabe-israelí desde una perspectiva intimista, tomando un espacio cerrado (un hogar palestino ocupado por el ejército invasor) como microcosmos del conflicto. El director construye su puesta en escena en un lugar de Italia, y enriquece la escenografía con la participación de actores palestinos e israelíes y el recurso a sus lenguas. La idea es novedosa. El cine italiano, tan de capa caída en los años de la hegemonía audiovisual Berlusconi, ensaya en esta cinta la estrategia del desplazamiento: renuncia a su propio idioma, a sus intérpretes locales y al reflejo de la realidad nacional, para, de algún modo, expatriarse sin salir del país y explorar una realidad universal y compleja.

La ocupación militar de la casa palestina situada en una zona estratégica genera de entrada un conflicto doméstico al dividir a los miembros de la familia. El padre, deseoso de sobrellevar pacíficamente la situación, se enfrenta continuamente con los hijos, quienes experimentan un malestar creciente ante la prepotencia del ejército que irrumpe en el espacio doméstico cancelándolo. El título original en inglés, Private, tiene dos significados: lo privado y soldado raso. La alegoría es transparente: la casa tomada es microcosmos del territorio nacional ocupado, y los desplazamientos en el interior doméstico, ahora dividido en tres zonas, semejan escaramuzas militares, con puestos de observación, trincheras, estrategias, avances, repliegues, disputas, insurrecciones y represalias, en un enfrentamiento sin disparos ni derramamiento de sangre, donde sólo hay lugar para la suspicacia mutua, la turbación y el reconocimiento final del otro como parte esencial de uno mismo en la cohabitación obligada. En una escena formidable, una joven observa a través de resquicios el comportamiento de los soldados, y olvidando un instante la confrontación generacional en su propia familia y los ecos de la guerra que afuera acumula saldos sangrientos, parece interrogarse de qué materia está hecho el enemigo, cómo actúa, cómo es su vida cotidiana, en qué se parecen invasor y ocupado y qué miedos comparten de modo tan íntimo y dramático. Una realización impecable, con un trazo escénico seguro y aprovechamiento muy ágil de los espacios mínimos cámara en mano, para la recreación de una atmósfera convincente y cautivadora.

Otro territorio de encierro lo presenta la cinta francesa El faro (L'équipier), de Philippe Lioret (Mademoiselle, 2001). Recuento melancólico de una vieja amistad, la de Yvon Le Guen (Philippe Torreton), guardián de un faro frente a las costas de la isla de Ouessant, en la extremidad bretona del hexágono francés, y Antoine Cassendi (Gregori Derangere), su apuesto compañero de trabajo (su équipier, camarada de equipo, título original), quien llega al lugar en calidad de joven inexperto, forastero intruso, para verse rechazado de modo visceral e instintivo por la población local. El año es 1963, y lo acontecido lo relata una novela escrita por Antoine que, años después, cae en manos de la hija de Yvon, en una visita a la isla del padre ya muerto. La cinta vale no tanto por su narración visual, convencional de un plano a otro, a un paso del telefilme, saturada de clichés y situaciones previsibles, como por el desempeño estupendo de sus protagonistas centrales. Yvon y Antoine, típica pareja dispareja, encaminada a una comunión entrañable, trabaja y vive en el interior del faro, a merced de tempestades, receloso el primero, paciente el segundo, exhibiendo hosquedad y encanto, respectivamente, y enfrentándose juntos a la animadversión de una comunidad cerrada, mentalmente insular e intolerante. Viene luego la irrupción pasional, inoportuna, de Mabé (Sandrine Bonnaire), esposa de Yvon, en el ánimo sentimental de Antoine, lo que desata un melodrama con derivaciones inesperadas, donde la intensidad afectiva se concentra donde menos pudiera pensarlo el espectador.

Confidencial se exhibe hoy en la Cineteca Nacional, y El faro el miércoles próximo.

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