La Jornada Semanal,   domingo 23 de abril  de 2006        núm. 581


Los hijos de la lluvia en Nueva York

Agustín Escobar Ledesma

Despedir a quienes emprenden el éxodo a Nueva York con música, trago, comida y un par de huaraches nuevos para que no se lastimen los pies, al igual que desde la época prehispánica se les da el último adiós a los difuntos que realizan su viaje al inframundo, es la manera en que los mixtecos (antigua nación que se autodenomina ñuu savi "hijos de la lluvia") de Santa Catarina Tlaltempan se están adaptando a los nuevos tiempos, al de las familias indígenas trasnacionales aparecidas por los flujos migratorios. Y es que, en el fondo, para los habitantes de la Mixteca poblana pasar al inframundo o "al otro lado", pareciera no existir diferencia porque, para empezar, Tlaltempan es un vocablo náhuatl que significa "en la orilla de la Tierra".

EL DRAGÓN CHINO

En la aldea de MacLuhan ya no existe ningún país que pretenda cerrar sus fronteras como lo hiciera en el pasado el pueblo chino con la Gran Muralla. Qué bah, ahora los propios comunistas orientales son quienes están rompiendo las barreras ideológicas y la economía de mercado que los mantuvieron en el ostracismo. Para no ir tan lejos, baste ver al comerciante ambulante Julio San que, al igual que los vendedores mixtecos, es el nombre con que gestionó en la presidencia municipal de Santa Catarina Tlaltempan un permiso para vender diversos productos manufacturados por el Dragón Chino en la fiesta patronal de este lugar situado "en la orilla de la Tierra".

MIGRACÓN

Los ojos rasgados de Julio San no ocultan su asombro al admirar las calles de Tlaltempan que han sido adornadas con banderines multicolores (si Julio hubiese visitado el pueblo diez años atrás habría encontrado el tradicional papel de china que ha sido sustituido por material plástico). El pueblo está de manteles largos y no deja de ser curioso que la fiesta patronal de Santa Catarina Tlaltempan sea en honor de Santa Catalina de Alejandría. En las callecitas, normalmente desoladas durante el resto de año, hay un movimiento inusual de personas provenientes de Minatitlán, Coatzacoalcos, Tuxpan, Ciudad del Carmen, Comacalco, Guadalajara, Acapulco, Monterrey, Cancún y el Distrito Federal. También han arribado los mixtecos de Chinango, Oaxaca, lugar de origen de los fundadores de Santa Catarina Tlaltempan en el siglo xvi. Por supuesto que también han retornado quienes residen en Nueva York, principal destino de los mixtecos que emigran al extranjero.

OPORTUNIDADES EN LA MIXTECA

El síndico municipal, José Hoyos López, abre el micrófono de un viejo aparato Rodson al que golpea y resopla para comprobar que hay transmisión de sonido. Con voz pausada y ceremoniosa anuncia en lengua mixteca que más tarde habrá una reunión con las promotoras del programa Oportunidades. Abajo, guarneciéndose del inclemente sol, bajo los arcos del edificio de la presidencia municipal, un pequeño grupo de mujeres espera el dinero del programa asistencialista; su inmovilidad es aparente puesto que mientras platican animadamente sus hábiles manos van dando vida a figuras en miniatura tejidas con rafia (fibra de palmera muy resistente y flexible) de colores: burros, flores, canastos, palmeras y pequeñas bolsas.

LA PIEDRA DE LOS SACRIFICIOS

A un lado de los vendedores ambulantes que se han instalado en el jardín principal, Julio San ve pasar una pequeña procesión que avanza cobijada por los candentes rayos solares del mediodía. Los penitentes van con la mirada clavada en el templo mayor, su meta. Llevan ramos de multicolores y aromáticas flores y estandartes rojiblancos que ondean sobre sus testas, acompañados por una banda de música de viento que entona tristes y melancólicas melodías. El ritmo de la romería lo marca el autosacrificio que se inflingen tres personas de cuyos morenos rostros ruedan cuesta abajo lentamente gruesas gotas de sudor que son absorbidas por los escapularios que cuelgan de sus cuellos; involuntarias muecas de dolor enmarcan sus ojos de obsidiana que encuentran un punto de fuga en el cielo abierto; los calambres en las piernas los hacen doblarse sobre la cintura. Ninguno de los tres desiste de su propósito, primero muertos antes que apartarse del camino de los sacrificios que los conduce ante las plantas de la divinidad que los espera pacientemente bajo la fresca sombra del templo.

Aunque algunos buenos samaritanos les tienden tapetes para amortiguar el duro piso, los penitentes ya casi han recorrido el kilómetro de distancia que se trazaron hasta el templo mayor, junto al que se encuentran los juegos mecánicos y el tianguis en el que existe todo tipo de mercaderías, incluyendo las de Julio San que vino del lejano oriente a ofertar en tierras mixtecas figuras de porcelana, latón y otros chunches.

FRANCIA EN LA MIXTECA POBLANA

"Los doce Pares de Francia", danza muy extendida en la mixteca poblana, está integrada por treinta y dos danzantes más los tres diablos encargados de ordenar el cosmos y vacilar con la gente y corretear perros. La danza es representada en la fiesta en honor al Apóstol Santiago, del 23 al 25 de julio, días en la que los integrantes del grupo dan vida a antiguos parlamentos de Carlo Magno mientras realizan diversas evoluciones en las que reencarnan Galafre, Oliveros, el almirante Balán y otros distinguidos personajes de la Europa medieval que se quedaron a vivir en el imaginario colectivo de la mixteca poblana. Quienes constituyen la danza participan porque así lo han prometido a sus divinidades, por algún favor recibido.

SE LO LLEVARON AL BAILE

Julio San tiene conocimientos del idioma español en un ochenta por ciento y ha sido por medio de esta lengua que se ha vinculado a los mixtecos, en especial a uno de ellos, Celerino Payán Flores, de treinta y ocho años, quien ha compartido con el oriental la cultura propia, cuando menos de forma oral, por ejemplo, "El baile del guajolote" de las bodas, bailable a cargo de las cocineras que llevan los utensilios propios de su oficio al mismo tiempo en que el ave participa, ya sea viva o muerta, con hermosas flores pendiendo del pescuezo y una cajetilla de cigarros en el pico. Las evoluciones del bailable se realizan a un costado de los chiquihuites que contienen las tortillas y el mole poblano con el que será degustada la sabrosa carne del ave que baila despreocupada —en el caso de que su participación sea en vida— de un lado a otro.

MODERNOS CRUZADOS

No sé sabe si Julio San está pensando en cruzar el río Bravo de ilegal. Porque bebe cada una de las palabras de Celerino Payán quien le confía que en Estados Unidos viven alrededor de treinta familias de Tlaltempan que van y vienen cada tres o cuatro años, y que en una lista aparte figuran quienes emprenden el camino sin esposa e hijos: "La primera vez que crucé la frontera fue por medio de los famosos coyotes; el sufrimiento de aquella vez estuvo de México a Chihuahua porque íbamos un grupo de unas veinticinco personas y no había boletos, entonces tuvimos que irnos parados en un autobús, viajando toda la noche. Unos judiciales nos detuvieron y tuvimos que hacer una coperacha para darles mordida para que nos dejaran pasar. Al otro día, como a eso de las nueve de la noche, aprovechando el cambio de turno de la migra, cruzamos corriendo unos doscientos metros de la línea donde ya nos esperaba una camioneta que nos llevó a Phoenix, Arizona. Como algunos de nosotros ya entendíamos el inglés, no se nos dificultó tanto porque si uno va sin conocer el idioma de aquellos, es más difícil. Los coyotes nos compraron boletos de avión en las taquillas del aeropuerto y nos dejaron en el túnel para abordar el avión y ya no tuvimos mayores problemas. La segunda vez crucé por Tijuana, allí sí hay bastante migra por tanta gente que cruza; a partir de las once de la noche empezó nuestra peregrinación, por ahí venía el helicóptero y nos metimos debajo de los matorrales que los coyotes ya tienen preparados pa’ la gente, los faros del helicóptero alumbraban los matorrales pero no nos detectaban, ahí sí hay más riesgos pero no es imposible cruzar."

LA CIUDAD QUE NUNCA DUERME

Celerino Payán tiene una sobrina y dos cuñadas que residen en San Diego, California, y dice que Paulino Juárez fue el primer mixteco de Tlaltempan que se fue a trabajar a Nueva York allá por el año de 1980 y que desde que emigró no ha dejado de venir en ninguna ocasión a la fiesta patronal: "A mí nunca se me había ocurrido ir a Estados Unidos, pero él me invitó y así fue que me animé. Don Paulino primero se llevó a mis hermanos, luego a mis primos y después siguió invitando a mis vecinos para que se fueran a trabajar a Nueva York. La primera vez estuve trabajando tres años y me regresé. Estuve en Wayplace, Nueva York, muy cerca de Canadá, a dos horas en carro, estuve de ayudante de cocina, allí aprendí a hacer ensaladas, cocteles de fruta, aprendí a cocinar y regresé medio año a mi tierra y luego fui por otro medio año a San Diego, California, con mi señora a trabajar a un restaurante pero no me gustó tanto como en Nueva York porque hay más vigilancia de la migra, se los topa uno muy seguido. En Nueva York es diferente, allá anda uno libre y nuevamente me fui para allá. Al medio año mi patrón abrió otro negocio y se llevaron al cocinero que tenían y me dijo ‘tú ya sabes cocinar, tú serás el encargado’, eso fue en 1995. Yo preparaba arroz chino frito con huevo y verduras, comida italiana, también preparaba la salsa barbecue cuyos ingredientes son catsup, salsa picante, orégano, pimienta, ajo molido, cebolla molida, azúcar, aceite y refresco de sabor. Es una combinación dulce, salada y agria. Esa comida le gustaba mucho a la gente. Luego el patrón me mandó por las tardes a la Universidad de Wochester para aprender sobre la higiene de la comida porque así lo requería la Secretaría de Salud; al poco tiempo me ascendieron a manager pero a los pocos días falleció mi papá y tuve que regresar a Santa Catarina. Mi mujer y mi hija de diez meses, nacida en Estados Unidos, se quedaron allá y al poco tiempo las alcancé."

Trabajar en el extranjero no es fácil, eso bien lo sabe Julio San cuya familia está a miles y miles de kilómetros de este lugar. Por supuesto que Celerino Payán también ha sufrido la nostalgia por su pueblo. Cuando estaba en Nueva York no dejaba de pensar en los naguales que se le aparecen a la gente para asustarlos o causarles enfermedades si no les ofrendan comida, licor y cigarros y ¿cómo olvidar a la mazacatl, que embruja a los hombres que encuentra en los cerros o en las oscuras calles solitarias para conducirlos a la muerte o a la locura? Celerino se pregunta ¿y si estando en el otro lado te pica un alacrán mientras trabajas, en dónde vas a conseguir la yerba "cinco negritos" para curarte? "Son cosas que uno lleva en la cabeza", dice Celerino mientras golpea con la palma de su mano su sien derecha: "En el restaurante yo estaba doce horas diarias, de seis de la mañana a seis de la tarde, sin descansar todo el año. Los únicos días sin labores eran el Día de Acción de Gracias y el Día de la Independencia. A veces ganaba quinientos dólares a la semana."

BUÑUEL "EN LA ORILLA DE LA TIERRA"

Celerino Payán Flores es un hábil tejedor de palma y rafia que continúa reproduciendo de manera natural las grecas de origen prehispánico que aparecen pintadas en códices y pirámides de la región. Menciona que para el próximo viaje que emprenda a Nueva York no sólo irá con su mujer y su hija, sino también llevará rafia para manufacturar artesanías y venderlas en el corazón del imperio. Celerino coloca algunas miniaturas de rafia sobre el cofre de un carro aparcado en la calle. Más allá, la mitad de un hombre, que sólo dios sabe cuándo le fueron amputadas sendas piernas, golpea la prominente panza de una tambora mientras una desarrapada y mugrosa adolescente entona una triste y antigua canción. Los artistas del hambre intentan despertar la compasión de los bolsillos de los lugareños a quienes no les quedan dudas sobre el trágico destino del dueto que lleva la identidad impresa en la panza de la tambora: "Los olvidados del destino".