Usted está aquí: miércoles 26 de abril de 2006 Opinión Lastres para Calderón

Luis Linares Zapata

Lastres para Calderón

En días previos al debate entre los candidatos (menos uno, el adelantado) el gobierno de los gerentes dio muestras fehacientes de su incompetencia. Hecho que, atestiguado por lo ocurrido en Michoacán, alcanza el rango de criminal. Varios obreros muertos confirman el defectuoso quehacer gubernamental. Fox y sus secretarios de Gobernación, Trabajo y Seguridad Pública generaron un problema innecesario que devino tragedia y ahora vaga insoluto en busca de, al menos, un prudente tratamiento de aquí en adelante. El presbítero de Bucareli y su acólito que parlotea en su antiguo púlpito (Monsiváis dixit) han logrado hacer un embrollo de magnitud nacional. En el camino han enturbiado las ya de por sí afectadas relaciones entre los mineros y sus furibundos patrones, desataron una campaña de denuncias contra el líder de ese gremio y alebrestaron a un segmento importante del sindicalismo llamado independiente. Y, por si fuera poco, pusieron al candidato de su partido, Felipe Calderón, contra la pared en la que él, ciertos encuestadores, consejeros y algunos fieles militantes pensaban, no sin mucho convencimiento, que era una ruta ascendente hacia la Presidencia en el julio de sus ensueños.

De aquí en adelante, tiempos cruciales para la formación del juicio final de los electores, Felipillo tendrá que agregar al papel de panista envalentonado en que se ha convertido una serie de pesados fardos, verdaderos lastres que le hereda la gestión del gobierno panista. Y lo peor es que el peso y volumen de la carga a sobrellevar aumenta con el paso de los días.

Fox se ha convertido, así lo atestiguan cotidianamente sus intervenciones plagadas de presagios desventurados hacia los rivales (en especial hacia su predilecto y obsesión) y condenas al vomitable populismo, en un redundante, avejentado e informal candidato en esta feroz campaña electoral. Sólo los choques de realidad lo fuerzan a sentarse al frente de su gabinete de seguridad para que le cuenten, le expliquen, lo aleccionen de lo que salió mal, muy mal por cierto. Don Vicente ha dejado al garete su administración y ésta da tumbos por doquier. Su improvisada Secretaría de Desarrollo Social difunde la neta de un estudio que hubieran querido guardar en secreto: 10 por ciento de los beneficiados por el programa Oportunidades pueden ser sujetos de manipulación. Dicha tal cosa, todos voltearon la mirada hacia la para nada conspicua figura de la ex secretaria Vázquez Mota, ahora al mando de la tropa panista que intentará reponer tal numerito. Tratan, con toda suerte de artilugios, de inclinar la balanza de las urnas a favor de su jefe. Un toque de la política manipulable al estilo priísta que nunca han dejado de reverenciar los panistas.

Los señalamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI) han desahuciado con tajantes afirmaciones a los gerentes y a Fox sin que atinen a responderle de manera coherente y creíble. El mero núcleo activo de su fe neoliberal los ha reprobado. El oráculo donde se originan las consignas que Fox, aliados, voceros, secretarios y asesores que lo rodean siguen a pie juntillas deja sentado lo que bien puede ser un juicio terminal hacia su administración. Dijo el FMI que el gobierno de Fox volvió a malgastar los recursos de la bonanza petrolera: 65 mil millones de dólares em-pleados en paliar el déficit fiscal durante su gestión lo atestiguan. Presto a escabullir tan tremenda sanción, trata Fox de esquivar el golpe dirigiéndolo hacia los legisladores que no le aprobaron las reformas solicitadas. El Banco Mundial vuelve a la carga y degrada la economía mexicana del décimo al decimocuarto lugar. Esta vez ni su atento escudero, ahora auxiliar de Calderón en la campaña, salió a explicar, con depreciaciones, gráficas de Power Point y subidas del dólar, lo relativo de tal hecho.

Y, para rematar la semana, se difunden cifras (PNUD) que confirman la terrible, la ignominiosa concentración del ingreso que sufre este país, con su fantasmagórica cauda de pobreza y marginación, similar a la de cualquiera de las naciones africanas más disparejas. Una colección nada envidiable de recordatorios, de datos duros que atestiguan la ineficiencia de una administración que se extingue, consumida por sus propios errores e incapacidades. El finiquito de una forma de gobierno, de un modelo, de toda una manera de tratar y conducir los asuntos públicos que ya dura décadas. Un intento modernizador que se esfuma entre gritos destemplados que intentan prevenir de un peligro inexistente, verdaderos sollozos por la oportunidad que fue martirizada. Un modelo que, contra viento y marea, unos cuantos arrojados quieren continuar, darle un jaloncito más aunque sea a costa de sangre derramada inútilmente.

Poco importa quién ganó el cotejo, disfrazado de debate, que se escenificó en los medios. El PAN tendrá que pedalear, de aquí hasta el final, con un conductor de campaña que ya pocos escuchan. La repetición cansina de sus dichos ("trote que canse", "cambio de mula o arriero", etcétera) irá cavando las trincheras en las que se han hundido los defensores de la continuidad.

 
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