Usted está aquí: domingo 30 de abril de 2006 Opinión Una oportunidad que no debe perderse

Néstor de Buen

Una oportunidad que no debe perderse

Los problemas que se han suscitado por la inadecuada actitud de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (¿no será "imprevisión social"?) al desconocer el registro legal del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana y tratar de imponer a un supuesto dirigente que ni siquiera es trabajador y, además, lo único que ha hecho desde el regalo de la toma de nota es llevar a cabo medidas contra los asalariados que dice representar, deben ser resueltos con audacia e inteligencia. Y como alguna vez me dijo un amigo, Sócrates Huerta -que era mi jefe en el Instituto Mexicano del Seguro Social-, "no trates de resolver todos los problemas al mismo tiempo", habrá que buscar entonces soluciones de poquito a poco pero, eso sí, con prisa particular, aprovechando los resultados que tenga la convención del sindicato minero que habrá de celebrarse a partir del próximo 2 de mayo.

Es obvio que todo proceso conciliatorio exige una actitud. Y lo cierto es que la autoridad laboral, si es que merece ese calificativo, no ha demostrado la menor intención de resolver las cosas. Por el contrario, su reiterada insistencia, totalmente carente de justificación, de mantener el reconocimiento (que no es tal sino un obsequio mal intencionado) a un personaje siniestro, no hace pensar en otra cosa que la intención de intensificar el conflicto.

Lamentablemente esa actitud nada conciliadora ha provocado problemas muy graves, especialmente el ocurrido en Lázaro Cárdenas, Michoacán, y me cuesta mucho trabajo entender cómo un organismo que en su vocación principal tiene la de ser conciliador, como debe ser la Secretaría del Trabajo, se ha convertido en cómplice de intereses no tan subterráneos recurriendo a la Procuraduría General de la República para reforzar su antisindicalismo y la permanente violación de la Constitución, del Convenio 87 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la Ley Federal del Trabajo.

México ha sido, por muchos años, huésped del Comité de Libertad Sindical de la OIT, donde han proliferado las quejas por la actitud del gobierno absolutamente contraria a la autonomía sindical: derecho de las organizaciones, y a la libertad sindical: derecho de los trabajadores. Pero en el caso actual ha llegado a extremos verdaderamente inconcebibles.

En algún momento sostuvimos conversaciones con representantes de las secretarías de Gobernación y del Trabajo, y fue notable la diferencia de actitudes entre la primera, que buscaba soluciones aunque no fueran admisibles por sí mismas, y la segunda, que mantenía un silencio ominoso. Las conversaciones se interrumpieron y por ahora no parece que haya esperanzas de una reanudación.

Claro está que los trabajadores no pueden estar de acuerdo con esa actitud y cuando se les cierran los caminos ordinarios, su alternativa, que saben ejercer con enorme gallardía, es rechazar someterse a los dictados de unos representantes del Ejecutivo federal que hacen todo lo posible por demostrar que no merecen serlo.

De otro lado, el ejercicio de las garantías constitucionales conduce a la presentación de demandas de amparo, y cabe confiar en que los responsables de los juzgados de distrito en materia laboral del Distrito Federal hagan honor a su alta responsabilidad.

En tanto, una consecuencia de especial importancia es que las viejas alianzas de centrales obreras con el gobierno se han convertido en polvo. El obsequio a Víctor Flores de otra toma de nota que acepta su relección, violando disposiciones expresas del estatuto del Congreso del Trabajo (artículo 27) y los términos de la convocatoria, ha generado con toda la razón del mundo la abierta oposición de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos, con el notable apoyo de la Confederación Regional Obrera de México. Eran, en tiempos no tan lejanos, fieles aliados del gobierno.

Mañana, primero de mayo, la actitud de los trabajadores hará presente su indignación por la violación de sus derechos fundamentales. Si la Secretaría del Trabajo no los escucha, las cosas se van a complicar mucho.

 
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