La Jornada Semanal,   domingo 30 de abril  de 2006        núm. 582

 

El realismo de la historia

Adriana Cortés Koloffon
Entrevista con Margaret Atwood

La escritora canadiense Margaret Atwood (Ottawa, 1939),
quien ha sido postulada para el Premio Nobel de Literatura
en diversas ocasiones, habla en esta entrevista sobre los temas
centrales en su obra,
entre otros el mito y la mujer.
Atwood es autora de alrededor de cincuenta libros de ficción,
de poesía y ensayo, entre otros:
La mujer comestible (1969), La dama oráculo (1976),
El asesino ciego (2000), La casa de campaña (2006).

—La mujer tiene una gran relevancia en su obra, en relación con el mito. En La dama oráculo el lector es cómplice del suicidio literario de Joan. En Penélope y las doce criadas recrea el mito griego de Ulises, desde la perspectiva de Penélope, su fiel esposa. Recientemente algún periodista le preguntó si compartía su punto de vista sobre la victimización de las mujeres en sus novelas, ¿qué opina al respecto?

—Yo no creo que las mujeres en mi obra sean victimizadas. Además, ¿por qué nunca se habla de que los personajes masculinos también son victimizados? ¿Usted cree que yo inventé el poder masculino sobre el cuerpo de la mujer? Piense que esta presión realmente existe en algunos países. Sin embargo, hay modos de defenderse contra ello. Recuerde La Orestiada, donde las mujeres se niegan a tener relaciones sexuales con los hombres. Por lo demás, las mujeres no adquieren derechos hasta que cierto número de hombres está de acuerdo con ellas. La mujer en el mito tiene un papel muy importante. Eva, en la Biblia; en la Ilíada también hay muchas mujeres en el papel protagónico, entre otras, Penélope. También es notable la presencia de las mujeres en la mitología del norte de Europa, y en la azteca. Algunas de ellas son, inclusive, diosas.

¿Por qué le interesa abordar el mito en su obra?

—Hace mucho tiempo hubo una Edad de Oro que perdimos. Los mitos tratan de esto: de una era que termina y la esperanza en otra que iniciará: el Diluvio Universal, por ejemplo. El hombre es el único ser que tiene un lenguaje, que piensa en el tiempo futuro, que crea a sus dioses. Todo el tiempo nos preguntamos: ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos? ¿cómo empezó todo y cómo terminará? Los mitos tratan acerca de estos temas. En mi novela Oryx y Crake, Snowman, el protagonista, se pregunta constantemente acerca del origen, tanto de la Historia como de su propia historia.

Snowman, el protagonista, quien sobrevive a la destrucción del mundo, provocada por los abusos de la tecnología que lleva a los excesos la mutación genética de los animales, regresa a un estado primitivo. Es en este momento cuando intenta recobrar su historia, para darle un significado a su vida. Es una sociedad que pareciera primitiva...

—No soy pesimista. Baso mi realismo en la Historia: cuando quieres conocer a alguien le preguntas cuál es su historia. En Oryx y Crake los personajes, hacia el final de la novela, han sido modificados genéticamente: no necesitan el vestido, ni la agricultura; no reprimen sus instintos sexuales. Regresan a una suerte de sociedad primitiva que carece de lenguaje. Creo que la situación caótica que refleja esta novela aumentará. No conocemos aún los efectos que tendrá la ingeniería genética, ni los avances científicos y tecnológicos. Creo que estamos arruinando al planeta. Si somos afortunados y sobrevivimos, regresaremos a una sociedad primitiva; si no, moriremos todos.

—¿Cuál es su postura frente a los avances de la tecnología?

—Pienso que cada pieza de la tecnología es una herramienta que puede usarse de una manera positiva o negativa. Actualmente encuentro muchas contradicciones. Deseamos la inmortalidad, pero de manera paradójica, queremos destruir al enemigo y que él no nos destruya. Queremos ser bellos: para eso está la cirugía; queremos que una sola persona nos sea fiel y al mismo tiempo ser atractivos para todo el mundo.

—¿Cree que pueda hablarse de un "género apocalíptico" de novela?

—Apocalipsis no significa destrucción, sino revelación, y en cada mitología la hay: una esperanza en que, tras una situación de desastre, vendrá un nuevo principio. El ser humano necesita ser optimista respecto al inicio de un nuevo orden cósmico. De cualquier modo, las cucarachas siempre sobrevivirán a la catástrofe, a lo largo de los años.

—¿Qué opinión le merecen las humanidades, en la actualidad?

—Las humanidades hablan acerca de nuestros deseos en muchos sentidos. La literatura explora la humanidad en sus emociones. Una novela no gira alrededor de las estadísticas. Las humanidades ponen nerviosos a muchos, porque vivimos en una era utilitaria, donde el principal interés de la mayoría es hacer dinero.

—¿Qué espera de sus lectores?

—La única persona de quien puedo esperar algo es de mí. De los lectores: me gustaría que encontraran el espíritu de mis libros, que los disfrutaran, palabra que tiene muchas connotaciones.