La Jornada Semanal,   domingo 7 de mayo   de 2006        núm. 583
MUJERES INSUMISAS

Angélica Abelleyra

SYLVIA NAVARRETE: UNA DIMENSIÓN AFECTIVA AL ARTE

Se mueve entre dos campos: la literatura y el arte. En el primero la marcó la academia y en el segundo la autoformación. Con ambos, Sylvia Navarrete Bouzard (París, 1961) explora las posibilidades de la escritura y busca darle una dimensión afectiva a los personajes que escudriña. Investigadora, no sólo atiende el cedazo de la historia en sus búsquedas; también le importan las mentalidades y las sensaciones de determinada época o movimiento para convertir sus estudios en ámbitos expandidos, de carne y hueso, cada vez menos etéreos y más asequibles a los públicos interesados en el arte o que apenas están aprendiendo a integrarlo como parte de su existencia.

De padre diplomático mexicano y madre francesa, el viaje la acompaña desde su infancia. Y junto a esa estela de cambio y sorpresa que toda condición nómada lleva, también la ha impregnado de un sentimiento de inestabilidad. Viviendo como a salto de mata, estuvo a punto de nacer en Portugal, pero su madre fue a la capital francesa a parirla. Y a partir de ese primer traslado se movió de París a Berlín, a Varsovia, a Copenhague… hasta que hace veinte años hizo un poco más de tierra cuando llegó a México a anclarse.

En la casa familiar sus oídos adolescentes habían escuchado que México era horrible, lleno de pobreza y desidia; era más conveniente permanecer en París. Dado su espíritu de contradicción, Sylvia decidió probar suerte en ese país que conocía por las vacaciones en Acapulco, un paraíso frente a los treinta grados bajo cero en Copenhague o donde la familia mexicana era más afectuosa e impredecible que el ámbito galo, cartesiano y exigente. En fin, México le divertía más y esta situación la hizo llegar con muy buena disposición al desmadre con que el nuevo terreno la acogería.

Trajo bajo la manga sus estudios en Letras Modernas y Literatura Latinoamericana en La Sorbona, cursos de arte en el Museo del Louvre, una presencia escritural en periódicos galos y una larga experiencia como visitante de galerías y museos europeos. Así, la llegada en 1986 a un nuevo terreno fue más o menos tersa en medios como La Jornada, y revistas independientes donde las manifestaciones artísticas fueron su interés.

La investigación de largo aliento tocó a su puerta al ingresar al Centro Cultural Arte Contemporáneo de la Fundación Cultural Televisa ac. Sus personajes más queridos entonces: Miguel Covarrubias y María Izquierdo, quienes por aquellos años de 1987 a 1989 fueron motivo de estudio y acercamiento a toda una época del arte moderno mexicano que Navarrete no suelta; al contrario, insiste en esa cueva de Alí Babá que pueblan los archivos, las cartas, las fotografías y los bocetos que le dan luz a esos artistas y al contexto cultural que les tocó vivir.

Además de trabajar en la ip cultural, Sylvia ha sido burócrata intermitente: en 1993 estuvo en la dirección del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (maco), a fines de esa década fue subdirectora de documentación del Centro Nacional de Investigación, Difusión e Información de Artes Plásticas (cenidap) del inba y de 2001 a la fecha ocupa la subdirección del Museo Carrillo Gil.

Apasionada del tema de las vanguardias artísticas porque marcan una ruptura radical con los viejos moldes y construyen maneras de ver la vida, muy vigentes, se adentrará en los movimientos vanguardistas en Veracruz. Se echará un segundo clavado en el estridentismo e irá tejiendo redes entre Alva de la Canal, Jean Charlot y Fermín Revueltas en un contexto, así como Duchamp, Marius de Zayas, México y Apollinaire en otros ámbitos, para tratar de encontrar otras perspectivas del movimiento. Asimismo, la investigadora continúa con su obsesión por ese "compañerito de muchos viajes" que es Covarrubias; de él prepara otro libro con la Universidad de Las Américas y salvará uno de sus pendientes con el escultor Germán Cueto, de quien se lanzará una exposición en el Museo Carrillo Gil a fines de año.

Enfocada en las revisiones de la colección permanente de ese recinto, en un plano más personal atiende los impulsos por engancharse una y otra vez con sus personajes y sus temas. A todos les da una dimensión afectiva, les otorga un cuerpo que quizás como escritora no ha logrado en su otra veta inconclusa, la de novelista: su sueño jarocho que no logra aterrizar tal vez por el miedo a soltarse. Ella, acostumbrada a trabajar con documentos y archivos en esa cueva de Ali Babá, seguramente pronto se le develarán claves para escribir con otro tipo de libertades.