La Jornada Semanal,   domingo 7 de mayo   de 2006        núm. 583
CINEXCUSAS

Luis Tovar
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 TRES DOCUMENTALES TRES

Todavía es muy pronto como para afirmarlo categóricamente, pero al menos puede decirse que, así sea de manera fugaz, el documental mexicano está siendo parcialmente sacado de su ostracismo histórico y puesto al alcance de un público que no es el televisivo y, de éste, el orientado a los canales Once y Veintidós.

A la todavía reciente corrida comercial de 1973, se suma ahora la exhibición de Ocho candelas, de Sandro Halpen, director, productor y autor del guión. Ocho candelas es, vale decir, una película judía por los cuatro costados, a juzgar tanto por el lema promocional —"Para algunos el judaísmo es una forma de vida... para ellos es una razón para vivir"--, como por lo que Halpen despliega en la hora y diez minutos de duración de su trabajo, primer largometraje documental luego de los cortos Diagram of a Couch Potato (2000) y Anhedonism (1999).

La de Halpen es una búsqueda intensa, lo más exhaustiva que le es posible, de la identidad. Las ocho personas en quienes centra dicha búsqueda son los descendientes de otros judíos que llegaron a México hace siglos, huyendo de la inquisición española, cuando en la Península Ibérica ser judío equivalía a ser perseguido como un criminal y posteriormente quemado por herejía. La conservación y la puesta en práctica de usos y costumbres transmitidos de generación en generación, hasta nuestros días, manifiestan una persistencia cultural que, en este caso, ha valido no sólo como rasgo distintivo frente a un entorno a veces poco comprensivo, otras veces hostil, sino inclusive como razón vital. Halpen consigue plasmar algunas variantes del orgullo que confiere tener una identidad, un modo de pensar y de ser.

Ocho candelas alcanza la exhibición comercial cuatro años después de haber sido producido. Situación agridulce la de haber transcurrido una espera tan larga, tomando en cuenta que se trata de un documental y que éstos, como se apunta al principio, suelen ser víctimas del enlatado que se eterniza.

CÁMARA QUE VINCULA

Muy otra suerte ha tenido el documental En el hoyo, dirigido por Juan Carlos Rulfo (Del olvido al no me acuerdo) y concluido este mismo año. Luego de haber ganado ya más de un premio fuera de México, En el hoyo forma parte del programa de la XLVII Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional; es decir, no tiene distribución comercial como Ocho candelas, pero los circuitos metropolitano y nacional de la Muestra le permitirán, muy probablemente, llegar a un público equivalentemente numeroso.

A dicho público, en correspondencia, le será posible apreciar un trabajo sólido, sensible y no exento de esa estética visual que Juan Carlos ha convertido en un auténtico sello propio. Como dice el propio director, la construcción de los segundos pisos del periférico de Ciudad de México es casi un mero pretexto para acercarse al modo de ser, a las palabras, las preocupaciones, el espíritu de los hombres y mujeres que con su anónimo trabajo cotidiano levantaron esa impresionante obra de ingeniería.

Rulfo estuvo ahí, y con esta frase no quiere indicarse solamente el hecho obvio de que fue a grabar una serie de testimonios para luego combinarlos de modo eficiente. Rulfo de verdad estuvo ahí, es decir, la cámara esta vez fue vínculo y no frontera, como a veces ocurre en la producción de un documental. De verdad estuvo, y su registro de una cotidianidad circunstancial —valga la paradoja-- a todas luces extraordinaria, se impregnó del ser íntimo de las personas reales que plasmaron lo que son tanto en la obra citadina como En el hoyo.

PENSAR PARA ELEGIR

Sorpresivo, por decir lo menos, es que Luis Mandoki, de quien Muchagente no sospechaba ni rastro de vena o preocupación sociopolítica, haya realizado el ya célebre ¿Quién es el Sr. López? El propio Mandoki ha explicado las razones que lo llevaron a dicha tarea, dividida en tres partes, la primera de las cuales circula ya incluso en puestos de periódico. Más o menos desapegado y desinformado en un principio de la realidad electoral que vivimos hoy, a Mandoki le ocurrió sensibilizarse al respecto y, a partir de la información obtenida, elegir. Y, de nuevo como él mismo afirmó, estos son tiempos de escoger y de pronunciarse, no de seguir con la bandera del indeciso desplegada. No se necesita ser propeje ni antipeje para ver este documental: lo que se necesita, como ante cualquier obra honesta y ante toda decisión, es tener los ojos y las entendederas dispuestas. En eso debiera consistir, dentro de la democracia, el ejercicio electoral.