Usted está aquí: martes 9 de mayo de 2006 Opinión Perca fluviatilis

Pedro Miguel

Perca fluviatilis

" Pez teleósteo fluvial, del suborden de los Acantopterigios, que llega a tener seis decímetros de largo, de cuerpo oblongo, cubierto de escamas duras y ásperas, verdoso en el lomo, plateado en el vientre y dorado, con seis o siete fajas negruzcas en los costados. Es de carne comestible y delicada"; así describe el Diccionario de la Real Academia al bicho que en español se conoce simplemente como perca, y que fue profusamente mencionado el fin de semana por las agencias de noticias porque un ejemplar de esta especie consiguió algo de veras importante: hacer pasar "su mejor momento en más de cinco años de mandato" al hombre más poderoso del mundo: el inefable George Walker Bush, quien ahora exhibe aficiones haliéuticas. "Diría que el mejor momento de todos fue cuando atrapé una perca de siete y media libras en mi lago", repitió el mandatario en una entrevista con el semanario Bild am Sonntag. Dichoso pescado. La información cablegráfica no especifica si se trató de un Perca Fluviatilis, de un Lepomis Gibbosus, centrárquido originario de Norteamérica o de un black bass, teleósteo semejante al robalo aunque a diferencia de éste habita en aguas dulces. No importa. Bush se puso de tan buen humor al recordarlo que incluso se permitió manifestar una sensiblería: "Personalmente", dijo, "me encantaría cerrar Guantánamo y llevar a los tribunales a los detenidos."

Días antes, una subordinada suya, Sandra Hodgkinson, subdirectora de la oficina de Crímenes de Guerra del Departamento de Estado, afirmó en París que la Casa Blanca estaría muy complacida de liberar a un centenar de los secuestrados que permanecen en el enclave militar, pero que "ningún país quiere recibirlos" y que Washington quería "tener la certeza de que serán tratados en forma humana". Eso fue el 20 de abril. Dos semanas más tarde, el gobierno gringo anunció que cinco chinos de la minoría independentista uigur que se encontraban detenidos en los campos de concentración de Guantánamo, y que tras una larga detención no pudieron ser catalogados como "combatientes enemigos", serían entregados a Albania en calidad de refugiados políticos.

La perca capturada por Bush abrió, pues, una ventana geoestratégica para comprender que Guantánamo es en realidad un refugio para perseguidos y que la actual administración estadunidense opera con un espíritu caritativo muy semejante al de una organización humanitaria.

Se equivocó repetidamente Amnistía Internacional al considerar que la Casa Blanca se había constituido en un factor de violación sistemática de derechos humanos; qué va: en realidad, el gobierno de George Walker es una hermandad que ostenta evidentes afinidades con la institución denunciante. Ya decía Condie Rice que el objetivo de su gobierno no era ser "el carcelero del mundo". Algunos dijeron entonces que la dentada funcionaria tenía razón: un carcelero es alguien que opera una cárcel; la administración actual de Washington trabaja más bien a la manera de los secuestradores que privan de su libertad a cualquier persona al margen de cualquier legalidad. Puras maledicencias. Se equivocó Kofi Annan cuando dijo que había que cerrar Guantánamo y poner a sus huéspedes a disposición de tribunales legalmente constituidos, si es que había algún elemento que justificara un juicio. Incluso se equivocaron aliados tan solícitos de Bush como Tony Blair y Silvio Berlusconi, quienes no tuvieron estómagos tan fuertes para aprobar en público la permanencia indefinida de los mataderos tropicales en los que las fuerzas armadas estadunidenses recluyeron a centenares de personas sin rostro, entre ellas muchas que no tienen más delito que haber sido, antes de ir a parar al infierno, choferes, campesinos, comerciantes o socorristas afganos. Y éstos, desde luego, mintieron en sus testimonios sobre los horrores que padecieron en Guantánamo. Y mienten, desde luego, las agencias internacionales cuando mencionan a desaparecidos políticos como Jalid Shaij Mohammed, Ahmed Jalfan Ghailani y muchos otros que fueron -está documentado- capturados vivos por oficiales estadunidenses en distintos puntos del planeta y que no aparecen, sin embargo, en las listas de reclusos de Guantánamo que fueron recientemente divulgadas -bajo presión, a regañadientes y porque no les quedaba de otra- por el Pentágono.

Ahora resplandece la verdad como la luz del Sol reflejada en unas escamas verdosas: el único ser vivo al que Bush ha privado de su libertad -injustamente o no, eso es otra cuestión, un tema que no corresponde a los derechos humanos, sino a los protectores de animales- es una perca. Y sin quererlo, el animal ha brindado al mandatario el momento más feliz de su vida en el último lustro. Quién lo diría.

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