Usted está aquí: miércoles 10 de mayo de 2006 Cultura Pronto la muerte estará en la mente de todos: Philip Roth

En entrevista, devela los secretos de Everyman, su nueva novela acerca de la mortalidad

Pronto la muerte estará en la mente de todos: Philip Roth

La escena inicial alude al funeral de Saul Bellow, su amigo y mentor literario

''Mueren los abuelos, luego los padres; lo alarmante llega cuando los amigos empiezan a morir'', reflexiona

JOHN FREEMAN THE INDEPENDENT

Ningún novelista estadunidense conoce su oficio mejor que Philip Roth. Pero en la década pasada, mientras producía una serie de obras maestras y a los 70 años de edad volvía a ser un best seller, Roth se hizo aprendiz de una forma nueva en él: la elegía. ''No es un género que quisiera dominar", confiesa el escritor en la oficina de su agente en Manhattan. Viste un suéter negro y una camisa azul Oxford. ''Había ido al funeral de, digamos, cuatro amigos cercanos, uno de los cuales era escritor." No estaba preparado para ninguno de esos decesos.

''El plan va así", dice Roth, nacido en Newark: ''Mueren nuestros abuelos, y luego, con el tiempo, mueren nuestros padres. Lo alarmante llega cuando los amigos empiezan a morir; no está en el plan". La experiencia lo impulsó a escribir Everyman, su novela más reciente, impactante meditación sobre el sentido de la mortalidad. La acción comienza en el funeral de su héroe sin nombre, y de ahí retrocede para narrar su historia. En muchas formas Everyman (Todo hombre) no es un típico personaje de Roth. Trabaja en publicidad y durante largos periodos es un fiel esposo y padre. ''Quería un hombre común y corriente", explica el autor. ''Así que este tipo intenta llevar una vida dentro de las convenciones, y las convenciones le fallan, como ocurre convencionalmente".

Reducción a una historia clínica

Con el tiempo, conforme su organismo se deteriora, el personaje de Roth deja su matrimonio, se distancia de su hermano y al final se retira de la publicidad para dedicarse a pintar. Durante todo ese tiempo su reloj orgánico se va deteniendo. De hecho la novela, que alguna vez tuvo el título de La historia clínica, podría leerse como un reporte médico muy bien detallado. ''Conforme las personas avanzan en edad", comenta Roth, quien en marzo cumplió 73 años, ''su biografía se va reduciendo a su historia clínica. Pasan tiempo en manos de médicos, hospitales y farmacias, y poco a poco, como ocurre aquí, se vuelven casi idénticas a su historia clínica".

Ya nada más en cuestión de cifras Roth tiene aquí una idea ganadora: la población envejece, sobre todo en Estados Unidos, y las cuestiones de salud -y de mortalidad- estarán en la mente de todos. El doctor Jerome Groopman, columnista médico de The New Yorker y profesor en la Escuela de Medicina de Harvard, opina que Roth ''sin duda hizo la tarea en lo que se refiere a muchos de los aspectos clínicos".

Varias escenas de intervención quirúrgica se describen en detalle, al igual que los aspectos técnicos de los procedimientos. Pero Groopman cree que la novela tiene mucho más que eso. ''La esencia del libro, su núcleo, es la historia de ese hombre y de la condición humana, y los errores que cometemos en la vida: cómo después vuelven y muestran que no sirvieron para protegernos del temor y la soledad de encarar la mortalidad".

La novela abreva en el drama moral del siglo XV llamado Everyman, en el que un joven vigoroso se encuentra a la Muerte en el camino. ''Everyman murmura entonces -explica Roth- una línea tan fuerte como cualquiera que se haya escrito entre la muerte de Chaucer y el nacimiento de Shakespeare: 'Oh, Muerte, vienes cuando menos pensaba en ti'". El héroe de Roth tiene varios de estos momentos. En su infancia, casi muere de apendicitis. En su juventud experimenta una revelación cuando está parado en una banca: ''La profusión de estrellas le dijo sin ambages que estaba condenado a morir", dice el pasaje.

Roth ha escrito de la mortalidad en otras ocasiones. Abordó al tema con pasión en sus memorias, Patrimonio, que le valieron el premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros, y con humorismo histérico en su novela El teatro de Sabbath, ganadora del Premio Nacional del Libro. La línea final de este libro dice: ''¿Cómo podía partir? ¿Cómo podía irse? Todo lo que odiaba estaba allí". Everyman, sin embargo, no tiene ninguna de esas florituras hiperbólicamente graciosas. ''Es extremadamente oscura", comenta Mark Strand, poeta ganador del Premio Pulitzer, amigo de Roth durante más de 40 años. ''Y en realidad sin que la aligeren los acostumbrados juegos y el humorismo que Roth sabe inyectar en sus novelas".

Sería interesante ver si los lectores de Roth lo seguirán hacia este territorio oscuro. Su novela anterior, La conjura contra América, vendió 10 veces más ejemplares en pasta dura que los libros que la precedieron. Agradecido pero preocupado, Roth no deja que este hecho lo consuele: ''Bueno, no cambia mi opinión sobre los hechos culturales", expresa, frunciendo el ceño: ''que este libro o el de Joan Didion ganen el favor del público no cambia el hecho de que la lectura no es una forma de sostenimiento o de placer para un grupo de personas que antes leían por ambas razones". Esos factores no han cambiado nunca lo que Roth ha escrito. ''Escribo la obra de principio a fin", señala, explicando que trabaja ''por tramos, haciéndola crecer desde adentro, lo que significa que tiendo a no trabajar añadiendo. Tengo la historia, y lo que encuentro que necesito desarrollar es lo que hay dentro de la historia que le da contundencia, que robustece el interés".

Personajes y debilidades

Cuando llega al punto en que ya no puede trabajar más, lleva el manuscrito a cuatro o cinco lectores iniciales, cuyo nombre no menciona. ''Y luego voy y me siento con ellos tres o cuatro horas, lo que haga falta, y escucho lo que tengan que decir. Durante la mayor parte no digo nada; lo que ellos opinen es útil, porque lo que obtengo son las palabras de otra persona acerca de mi libro. Eso es lo útil: lo que hacen es abrir el libro, sacudirlo, y entonces puedo irme para el ataque final".

El novelista Paul Theroux, que leyó la novela ''de una sentada" y luego una vez más ''con aún mayor placer y admiración", expresa que se trasluce con brillantez la cuidadosa consideración que Roth dedica al efecto de su historia. ''Algo que admiro mucho es su aparente desenfado: en realidad sus efectos están cuidadosamente construidos". En este caso, la capacidad de Roth de trabajar sin sus trucos acostumbrados es lo que vuelve la novela tan impresionante para él. ''Su fuerza dimana de... sus convincentes detalles, de sus personajes, completamente desarrollados y reconocibles, en especial en sus debilidades".

En el pasado Roth ha escrito tanto en forma autobiográfica, que es fácil confundirlo con sus personajes... y sus debilidades. Durante la década de 1960, cuando su novela El lamento de Portnoy vendió medio millón de ejemplares, hasta Jacqueline Susann, autora de El valle de las muñecas, decía en broma que le gustaría conocerlo, pero no estaba segura de que quisiera estrechar su mano (el personaje de la novela confiesa que de adolescente se masturbaba compulsivamente, N. del T.). Everyman tiene su parte de rasgos de Roth -por ejemplo, es notablemente viril a sus setenta y tantos-, pero tiende a ser una nota autobiográfica tierna. La escena inicial alude al funeral de Saul Bellow, amigo cercano de Roth y su mentor literario. Más tarde, después de varias operaciones, el personaje de Roth llama a sus amigos, que también están enfermos, para decirles adiós. Por último visita la tumba de sus padres y conoce al hombre que probablemente cavó la fosa. ''Ese pasaje casi de seguro se basa en una experiencia de Roth", señala Strand. ''Philip no desperdicia nada: lo que puede usarse lo usa".

Ilusión con la tecnología

Con todo, sería un error creer que Roth contempla el fin con manos temblorosas. En persona el novelista aparece sano y vigoroso; llega a la entrevista con una maleta deportiva, como quien acaba de llegar de un gimnasio. Su mirada es poderosa e intensa. La muerte aún no lo espanta. El libro ''no estaba en mi mente por mi propia muerte, que no creo que sea inminente; espero que no", dice, riendo. Pese a que se sometió a una operación a corazón abierto en 1988, no pensó dos veces en el fin. ''Bueno, nunca creí que expiraría. Estaba seguro de que esos tipos sabían lo que hacían; que me arreglarían, y lo hicieron".

''Ha tenido sus problemas físicos -refiere Strand-, pero se encontraba mucho más fuerte y atlético que la ma-yoría de nosotros. Cuando lo conocí era excelente beisbolista, e intelectualmente es una de las personas más despiertas que conozco. Cuenta anécdotas fascinantes y llenas de hilaridad."

''Cuando yo era niño -recuerda Roth-, como mi papá estaba en el negocio de los seguros, tenía folletos actuariales, y yo sabía que las mujeres vivían hasta los 63 años y los hombres hasta los 61. Ahora son 73. No ha sido un cambio tan dramático si pensamos en todo el progreso de la medicina en la posguerra."

El doctor Groopman ve una triste verdad en este aserto. ''Existe una persistente ilusión con toda la tecnología que tenemos... hay la sensación de que tenemos control sobre nuestro resultado clínico". Pero el héroe de Roth descubre, como todos, que no es así. ''El contrato es desventajoso y hay que firmarlo", advierte el autor con voz sombría. En la ficción del siglo XIX, como en La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi, la conciencia del final de la vida empujaba a los personajes a acercarse a Dios o a la religión. No ocurre así con el Everyman de Roth, ni con su creador: ''Nada forzará mi mano", asegura en forma inequívoca.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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