Usted está aquí: sábado 13 de mayo de 2006 Ciencias Prevenir la transmisión perinatal del VIH, una tarea descuidada

Patricia Volkow*

Prevenir la transmisión perinatal del VIH, una tarea descuidada

No hay intervención médica más eficiente que la que previene el daño. Nadie puede negar que este derecho debe ser efectivo e inalienable, sobre todo cuando nos referimos a los niños y las niñas.

En los años recientes de mi ejercicio como médica que atiende pacientes con VIH/sida he visto crecer de manera alarmante, tal como sucedió a finales de la década de los 80 con los casos de sida por transfusión sanguínea, los de mujeres que han sido diagnosticadas como seropositivas después de que se descubre la infección en sus hijos.

Todos estos niños han nacido sin el derecho a la salud. Serán siempre niños enfermos que requerirán la toma de varios medicamentos, y muchos morirán a edades tempranas. Su vida jamás podrá equipararse a la de un niño no infectado. No sólo sufrirán el martirio de tomar jarabes y pastillas, las visitas frecuentes al médico, las inyecciones para tomar muestras para el laboratorio, las hospitalizaciones durante toda su vida, sino que tendrán que enfrentarse a la discriminación en las escuelas. Lo dramático es que desde 1994, hace más de 10 años, se cuenta con estrategias para disminuir al mínimo la transmisión del VIH de una mujer embarazada a su hijo.

Las cifras de Censida señalan que para el 15 de noviembre de 2005 se habían registrado mil 434 casos de sida por infección perinatal; pero el número de casos ha crecido considerablemente en los años recientes, y la tendencia es mucho mayor para la década anterior de la epidemia.

Esta tendencia creciente no parece que pueda ser abatida, pues se carece de un programa de prevención perinatal efectivo. Esta ausencia contrasta con los resultados obtenidos en la Unión Europea y Estados Unidos: mientras en Francia 91.4 por ciento y en Estados Unidos 83.3 por ciento de los casos de sida por transmisión de madre a hijo fueron informados antes de 1997, año en que comenzaron las campañas preventivas en mujeres embarazadas en estos países, en México la tendencia ha sido inversa. Antes de 1997 sólo se tenían registrados 25.8 por ciento, la gran mayoría de los casos han sido notificados y diagnosticados después de 1997. La información científica disponible ha resultado de muy poca utilidad.

En el pasado, las infecciones de VIH por transfusión sanguínea representaron un importante problema para México; en 1997 se tenían registrados 2 mil 216 casos de sida por transfusión, pero, a diferencia de lo que sucede en las infecciones perinatales, la mayor parte se presentó en la primera década de la epidemia en México, cuando el crecimiento fue exponencial. El número de casos notificados de sida por transfusiones en los cinco años recientes se cuenta con los dedos de una mano. ¿Por qué esta enorme diferencia en las tendencias?

En 1986, México instauró el tamizaje obligatorio de toda la sangre para transfusión, tan sólo unos meses después de que se hiciera en Estados Unidos, y un año después prohibió el comercio de sangre. Estas decisiones políticas se respaldaron en la información científica que se estaba generando en el momento; las medidas se aplicaron con presupuesto suficiente para crear una red de centros de transfusión sanguínea en todo el país, bajo control del Estado.

Hoy, a más de una década de que se publicó el primer estudio que demostraba la efectividad de los tratamientos para prevenir la transmisión perinatal del VIH, los niños mexicanos antes de nacer no tienen garantizado que lo harán libres de la infección. Un programa amplio podría ser muy eficiente, como lo muestran las cifras del Instituto Nacional de Perinatología. En los cinco años recientes, de las 140 mujeres VIH positivas embarazadas que han recibido tratamiento preventivo prenatal oportuno -es decir, un mes antes del parto-, no

ha habido un solo caso de infección. Pero el gobierno de Vicente Fox y el secretario de Salud, Julio Frenk, no han considerado el tema como prioritario. No es un problema económico: el costo de la atención médica de los niños que nacen infectados es más elevado que un programa eficiente de prevención de transmisión perinatal del VIH.

Las mujeres mexicanas se infectan en sus casas, con su pareja, por ello, más de 90 por ciento no se reconocen en riesgo. 80 por ciento de la mujeres que los médicos vemos en la Clínica de Cáncer y Sida del Instituto Nacional de Cancerología se supieron infectadas cuando a su hijo le diagnosticaron VIH, después de meses de enfermedad, muchas veces internados en un hospital por algún problema grave.

Hoy nos toca exigir que el nuevo gobierno, independientemente de su color, tenga entre sus prioridades un programa integral de prevención de la transmisión perinatal del VIH. Hacer una realidad el derecho a nacer sin el virus, pues la información científica y la tecnología para hacerlo existen; sólo falta voluntad política.

* Médica especialista del Instituto Nacional de Cancerología.

 
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