Usted está aquí: miércoles 17 de mayo de 2006 Opinión Macroeconomía de la migración

Alejandro Nadal

Macroeconomía de la migración

Alargo plazo una economía no puede crecer más rápido que lo permitido por el aumento en su fuerza de trabajo y la productividad. ¿Qué pasa cuando la productividad no crece lo suficiente y el crecimiento demográfico se detiene? El crecimiento se ve amenazado y la migración permite superar el cuello de botella. Ese es el papel que ha cumplido la inmigración a lo largo de varios periodos críticos en la historia económica de Estados Unidos.

A partir de la década de los años setenta, la tasa de crecimiento de la población en Estados Unidos inicia una tendencia a decrecer y la población comienza a envejecer. Además de tener profundas implicaciones macroeconómicas (en materia fiscal y de seguridad social) sus efectos sobre el crecimiento eran predecibles. Estudios de la Reserva Federal concluyen hoy que la presión sobre la capacidad de crecer se está dejando sentir antes de lo que preveían los demógrafos. A medida que un segmento de trabajadores estadunidenses emprende la vía del retiro o se da de baja de la fuerza de trabajo, la escasez relativa de mano de obra comienza a asfixiar el mercado de trabajo.

La inmigración resuelve la ecuación. En los últimos 15 años, el crecimiento de la fuerza de trabajo descansa cada vez más en el flujo migratorio (casi 50 por ciento del incremento en la fuerza trabajo se debe a la inmigración). En la década de 1991-2001 Estados Unidos recibió un promedio de un millón y medio de nuevos trabajadores migratorios cada año. El crecimiento económico aumentó hasta mantener tasas de 4 por ciento y el desempleo se redujo a 3.8 por ciento, uno de los niveles más bajos en 20 años. Pero tanto Greenspan como Bernanke han manifestado dudas sobre si las tendencias de largo plazo de la fuerza de trabajo en Estados Unidos son compatibles con el objetivo de mantener tasas de crecimiento de 4 por ciento anual. La consultora Moody's es más pesimista y sus conclusiones son que el crecimiento potencial del PIB en Estados Unidos para los próximos 30 años caerá del 3 a 2 por ciento, debido a la reducción en el crecimiento de la fuerza de trabajo.

El otro aspecto de la dimensión macroeconómica de la migración se relaciona con el impacto sobre los salarios. Si la inmigración es saludable para las perspectivas de crecimiento a largo plazo, la contraparte es que existe un impacto negativo sobre los salarios. De hecho, al compensar la reducción en la fuerza de trabajo por cambios demográficos, la migración contribuye a mantener la norma salarial en un nivel que es compatible con la tasa de acumulación histórica de capital. Un estudio reciente llegó a la conclusión de que el creciente flujo migratorio proveniente de México afectó negativamente la escala de salarios en los empleos de trabajadores con menor escolaridad, e intensificó la desigualdad y la dispersión en el abanico de salarios.

Las cosas se tornan más complicadas al tomarse en cuenta todas las ramificaciones en el sistema económico. La huella de la depresión salarial en el segmento del mercado laboral que utiliza fuerza de trabajo no calificada se encuentra en el sistema de precios relativos: los precios de los bienes y servicios intensivos en trabajo no calificado han experimentado una reducción frente al resto del sistema de precios. Eso se debe a que en la mayoría de los casos, aquéllos son bienes de consumo no duradero producidos en ramas de actividad menos concentradas y en las cuales el principal mecanismo de competencia pasa por los precios (las reducciones de costos se trasladan a los consumidores). Eso hace que la depresión salarial inicial beneficie a buena parte de los asalariados y a sus empleadores. Al llegar el momento de las negociaciones salariales anuales, los patrones pueden argumentar que la canasta de bienes salario tiene un costo bajo y los aumentos salariales pueden reducirse.

Esto afecta a la inflación. Sin trabajadores migratorios, la norma salarial aumentaría por la escasez de mano de obra, generando incrementos en la escala de salarios y prestaciones, lo que a su vez afectaría la inflación. A la Reserva Federal ya le preocupan las presiones inflacionarias derivadas de la tendencia al alza en costos laborales en industrias clave como la construcción, servicios de hotelería y restaurantes. La conclusión es evidente: incrementar la inmigración permitirá a Estados Unidos mantener tasas de crecimiento de largo plazo más altas y una inflación controlada.

Frente a estas consideraciones, es claro que el plan de militarización de la frontera con México anunciado por Bush el lunes es un desplante para consumo electoral: el 7 de noviembre se renovarán los 435 miembros de la Cámara de Representantes y 33 de los 100 escaños del Senado. Tres estados en suroeste estadunidense (Arizona, California y Colorado) son claves en esa elección. Lo que anunció Bush no es un plan migratorio sino un esfuerzo por salvar su maltrecha presidencia. Los efectos negativos se dejarán sentir en lo inmediato y a largo plazo.

 
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