Usted está aquí: miércoles 17 de mayo de 2006 Opinión El agua en la ciudad de México

Jorge Legorreta *

El agua en la ciudad de México

El libro El agua en la ciudad de México, como bien lo han señalado sus presentadores Iván Restrepo y David Barkin, plantea una gran interrogante sobre el camino hidráulico tomado hace varias décadas; aquel que consiste en seguir extrayendo más y más agua del subsuelo y traerla de regiones lejanas, marginando, tanto la opción de utilizar la abundante agua de lluvia que cada seis meses del año cae en la cuenca de México, como la de ocupar la que recorre el cause de casi 50 ríos que circundan la ciudad. Agua que se va casi en su totalidad, a los drenajes. ¿Cómo almacenar y utilizar esta abundancia que nos permitiría atender amplios sectores de población sin agua, y eliminar los riesgos de una futura inundación? Más que un problema de escasez, el libro plantea como principal problema la abundancia desaprovechada que al saturar los drenajes convierte a la ciudad en ciertas fases de su historia, en un frágil espacio vulnerable e inundable. He aquí el punto central del texto y de un debate pendiente que debe abrirse con los gremios hidráulicos e instancias legislativas y gubernamentales que deciden las políticas hidráulicas de la ciudad.

Se abordan otros problemas centrales del agua: hundimientos a causa del aumento de pozos cada vez más profundos, hasta de 450 metros; desabastos crecientes con ínfimos niveles de consumo por debajo de 30 litros por habitante al día en una población estimada en 4.5 millones de personas; inundaciones cada vez más duraderas, que rebasan las dos horas en 70 puntos de la ciudad; presencia mayor de mantos y drenajes contaminados con hidrocarburos y la extinción por la expansión urbana de vastas zonas agrícolas y su consecuente reducción de recursos hídricos. El libro plantea enfrentar y resolver dichos retos desde la óptica de una restauración lacustre, aprovechando, por supuesto, el agua que tenemos, no en el subsuelo ni en las fuentes lejanas, sino la que cae del cielo en el interior de la cuenca.

Por eso, una parte fundamental del libro está dedicada a narrar la participación y la experiencia que dos grupos de protagonistas escenificaron a finales del siglo XX por la defensa del agua. Ambos grupos, orgullosamente de origen rural e indígena, se encuentran entre nosotros y les agradezco infinitamente su presencia. El primero son campesinos y chinamperos de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, pertenecientes en su mayoría, entre 1989 y 1994, al Frente Emiliano Zapata para la Defensa del Ejido. Y, así como los ven calladitos y tranquilitos, lograron modificar sustancialmente un plan de impactos urbanizadores que se pretendía realizar, en ese entonces, en sus tierras expropiadas (por parte del gobierno federal y el del Distrito Federal). Se trata simplemente de la lucha agraria más importe y exitosa del siglo XX por la defensa del agua y la tierra, movimiento insuficientemente estudiado por nuestras instituciones académicas. De esa interesante defensa surgió, así de repente, la utopía de hacer de nuestra ciudad de México un espacio donde se preserve la agricultura, las chinampas y sus canales; es decir, una ciudad moderna donde cupieran sus campesinos, los que producen los alimentos para que no los sigamos importando de Estados Unidos; una ciudad donde prevalezcan los hombres del campo aquí presentes. De todos ellos desde aquí distingo allá atrás a don Panchito, a su inseparable esposa doña Martha, a don Juan...

El segundo grupo proviene de las tierras campesinas de Temascaltepec, incluyendo a un grupo de mujeres indígenas mazahuas que, aparte de luchar por sus ancestrales reclamos por la falta de agua en sus comunidades, se han unido al amplio movimiento contra el proyecto gubernamental de traer a la ciudad las aguas del río Temascaltepec; un intento de traer de ese río 5 metros cúbicos por segundo por medio del acueducto de Cutzamala, mientras aquí se sigue enviando impunemente al drenaje, no el agua de uno dos ríos, sino de 48.

El libro narra en voz propia lo dicho por esos campesinos aquí invitados. En el primer caso, el despojo histórico que la ciudad le hizo, hace más de cien años, de sus ricos manantiales mediante la construcción del acueducto porfiriano, y en el segundo, la heroica defensa basada en sólidos argumentos que ellos mismos hacen del porqué no es conveniente seguir trayendo más agua a la ciudad de regiones externas, mientras aquí no se arreglen las fugas, los desperdicios y la costumbre generalizada de seguir enviando las aguas limpias al drenaje.

En fin, el libro transita entre la historia del agua, sus problemas y las propuestas y utopías posibles y entre estas útimas destaca aquella que plantea la posibilidad real de recuperar algunos ríos contaminados que atraviesan la ciudad. Sí, tener en un futuro cercano ríos limpios frente de nuestras casas, como podría pasar con el río Ameca, que se nutre del agua limpia proveniente del volcán Iztaccíhuatl y que se combina después con las aguas negras de muchos pueblos del sur de la ciudad; un río negro que puede ser convertido en uno de aguas blancas hasta La Viga y la calzada Ermita Iztapalapa; una recuperación como la realizada en los antiguos ríos contaminados en París, en Londres, en Berlín y, el caso más reciente, en San Antonio, Texas. Eso que se hizo allá se puede hacer aquí.

He tratado de escribir un libro lo más simple y comprensible sobre un tema apasionante de la ciudad como es el agua. Ignoro si he logrado mi objetivo; sólo ustedes, lectores, lo sabrán. Espero por supuesto, que su lectura crítica permita no sólo mejorar la edición, sino además que ustedes contribuyan a difundir y poner en práctica las propuestas que contiene, principalmente la de almacenar en nuestras casas el agua de lluvia. Esa será la mayor de las satisfacciones para su autor, que hoy hace entrega de este modesto aporte para enfrentar los añejos problemas del agua en la ciudad de México. Estoy seguro de que todos los aquí reunidos deseamos que los sueños y los anhelos contenidos en el libro algún día se hagan realidad.

* Palabras del autor del libro El agua en la ciudad, editado por la Universidad Autónoma de México, que se presentó el pasado 4 de mayo en la Casa Lamm

 
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