Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de mayo de 2006 Num: 585


Portada
Presentación
El impasible
HÉCTOR PÉREZ MARTÍNEZ
Juárez
ALFONSO REYES
Sobre Juárez
JUSTO SIERRA
Principio para un canto a Juárez
RUBÉN BONIFAZ NUÑO
Juárez: indio, liberal y masón
ALFONSO SÁNCHEZ ARTECHE
A Juárez
CARLOS PELLICER
Albricias
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO
Bazar de asombro

Columnas:
Enrique López Aguilar

Verónica Murguia

Angélica Abelleyra

Luis Tovar

Marco Antonio Campos
Noé Morales Muñoz

(h)ojeadas:
Reseña de Gabriela Valenzuela Navarrete sobre Viviendo entre ángeles


Directorio
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HUGO GUTIÉRREZ VEGA

EL INCA GARCILASO DEd LA VEGA (I DE III)

Con Ledo Ivo, Jorge Madrazo y Waldo Leyva comenté la urgencia de dar a conocer más ampliamente la vida y la obra del Inca Garcilaso de la Vega. El escenario de esas reflexiones fue el restaurante La Lupita de Villahermosa. La Secretaría de Cultura del Estado organizó impecablemente las jornadas de homenaje a Carlos Pellicer y a Federico García Lorca. Debo, como es mi costumbre de viejo dado a la gula, decirles que comíamos alegremente unos tostones crujientes, un salpicón de pejelagarto (con todas sus connotaciones políticas) y un pámpano empapelado de perfección campechana. La cerveza yucateca, ahora en las insaciables tragaderas de los "guaches" del centralismo, acompañó con gran dignidad el banquete preparado por nuestro refinado sureste.

Recordamos al maestro del Renacimiento americano (la indiscutible maestra del Barroco es nuestra Sor Juana) y a sus ilustres comentaristas: Porras, Barrenechea, Miró Quesada, Durand, Anderson Imbert, Grier Varnes, Pupo-Walker y, de manera muy especial, a la crítica literaria puertorriqueña, Mercedes López-Baralt, que ha dedicado una buena parte de su vida al estudio de la vida y la obra del Inca Garcilaso de la Vega, de José María Arguedas, Benito Pérez Galdós, Luis Palés Matos y la rica literatura de esa memorable isla que "el gran Gautier llamó la perla de los mares" (gracias a Don Rafael Hernández, cantor de la isla preciosa).

Nos detuvimos en las tres obras fundamentales del Inca, Comentarios reales, Historia general del Perú (segunda parte de Los comentarios) y La Florida del Inca. En las dos primeras la obra y la biografía se unen. La tercera es un prodigio de pura imaginación, uno de esos sueños utópicos que motivaron las grandes proezas (recuerde el lector a la Doña Proeza de El zapato de raso, de Paul Claudel) de los conquistadores que, sin la menor duda, usaron más la espada que la cruz, diga lo que diga su retórica justificatoria.

Nació el Inca en Cuzco, capital del Incario hasta el comienzo de las inacabables riñas entre Pizarros y Almagros. Se llamaba Gómez Suárez de Figueroa, pero se le impuso el nombre de sus tíos paternos. Hijo del capitán español Garcilaso de la Vega y de la ñusta o princesa incaica, Isabel Chimpu Oclo, su estirpe era ilustre de los dos lados, pues el capitán estaba emparentado con el Marqués de Santillana, con don Jorge Manrique y con el poeta toledano Garcilaso de la Vega, el "claro caballero de rocío" de Miguel Hernández. Isabel era nieta de Túpac Yupanqui, sobrina de Hicayna Cápac y prima de los últimos incas, los hermanos rivales Huáscar y Atahualpa.

El quechua o rumasini fue la primera lengua del Inca, y en su hogar cuzqueño escuchó los comentarios familiares sobre la grandeza ida del Incario y vivió de acuerdo con los usos y costumbres de los incas. Por eso, ya adulto, se dio a sí mismo, con orgullo y respeto, el nombre de Inca.

El capitán su padre le puso un ayo, Juan de Alcabaza, para que le enseñara el español y se acercó al latín de la mano del erudito canónigo Juan de Cuellar.

Tenía once años cuando sufrió una gran humillación pues, como nos lo recuerda Mercedes López-Baralt, el capitán abandonó a la ñusta para casarse con una aristócrata española (cualquier parecido con Cortés, La Malinche y la Marcaida es totalmente exacto). El fogoso capitán casó a la ñusta con un modesto mercader, Juan del Pedroche, y se dedicó de lleno a la complicada y retorcida política virreynal. Así su vida transcurrió entre los conflictos protagonizados por los pizarristas y los almagristas, por los partidarios de una especie de autonomía que mucho les favorecía y los fieles a la corona española. El Inca, escribano en la casa paterna, vivió todas esas calamidades y se encerró en sus libros y en sus latines. En 1541 supo que Francisco Pizarro, gobernador y capitán general del Reino de la Nueva Castilla, había sido asesinado en su palacio de gobierno.

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