Usted está aquí: lunes 22 de mayo de 2006 Opinión El día de las expectativas no cumplidas

Leonardo García Tsao

El día de las expectativas no cumplidas

Ampliar la imagen Un buitre desfiló por la alfombra roja del Palacio de Festivales en Cannes rumbo al estreno de la cinta Over the hedge, que se proyectó fuera de competencia FOTOAp

Cannes, 21 de mayo. El Festival Internacional de Cine de Cannes llega a la mitad de su competencia con dos películas filmadas en formato digital. Otro factor las emparenta: la complacencia que se instala en el cineasta cuando anteriores esfuerzos le han ganado premios y/o elogios.

El caso del joven realizador estadunidense Richard Kelly es típico. Su opera prima Donnie Darko (sólo conocida en video en nuestro país) se volvió objeto de culto después de su limitada distribución en 2001, bajo el clima paranoico del mentado 11 de septiembre. En efecto, con todo y sus defectos de primerizo, la película anunciaba a un director que sabía crear un tono apocalíptico de manera original y cotidiana. Sin duda, el éxito retroactivo de Donnie Darko ha envalentonado a Kelly, quien procedió a crear algo desmedidamente ambicioso en Southland tales (Relatos del sur), un total disparate que podría definirse como una sátira futurista con números musicales.

Después de una guerra nuclear y el invento de un nuevo combustible derivado del agua, llamado karma fluido, la sociedad californiana de 2008 está dividida en diversas facciones en pugna, lo cual da pie a cientos de ocurrencias, todas dignas de un preparatoriano pretencioso que ha consumido demasiadas sustancias ilegales. Lo difícil es decidir cuál elemento resulta más insufrible: un guión cuyos intentos satíricos parecen salidos de un sketch televisivo (ahí están, para probarlo, varios tránsfugas del programa Saturday Night Live); la penosa actuación de intérpretes tan ineptos como The Rock, Sarah Michelle Gellar o Seann William Scott, o el feísimo diseño de producción, a medio camino entre Mad Max y Star trek, pasando por Rodeo drive.

Southland tales provocó un éxodo masivo en el Gran Teatro Lumière y es ya el gran fracaso de este festival. Esto no ayudará a la carrera de Kelly, quien, de golpe, podría pasar a la lista del desempleo. Nomás que les pregunte a los actores Johnny Depp y Vincent Gallo cuántas veces han vuelto a dirigir después de haber sido el hazmerreír de Cannes en años pasados.

La decepción causada por el cineasta turco Nuri Bilgué Zheylan y su reciente Iklimler (Climas) es mucho menos grave. Es sólo la marcada superioridad de sus anteriores Nubes de mayo y Lejanía (ganadora aquí de dos premios importantes hace tres años) la responsable de cierta decepción. En su cuarto largometraje, el propio director desempeña el papel protagónico de un hombre que decide separarse de su esposa (Ebru Zheylan) en plenas vacaciones, con los consecuentes sentimientos de soledad y frustración existencial. El título no sólo refiere a los cambios de clima externo (la película abre en una playa soleada y concluye con un paisaje nevado), sino también a las variables emociones de unos personajes atados a su relación.

Zheylan sigue demostrando su habilidad para describir en un solo plano una colisión de sentimientos encontrados. La secuencia más ilustrativa de ese talento ocurre cuando el protagonista somete a la novia de un amigo a una seducción forzada, con una violencia que resulta patética y a la vez chistosa. La inspiración de Iklimler es sin duda autobiográfica -la esposa y madre del director cumplen esos mismos papeles-, pero no le ha bastado en esta ocasión para desarrollar algo más complejo que el sincero reconocimiento de las puñetas mentales de un machín egocéntrico.

Mientras se espera el estreno de las películas de Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro, sus nombres aparecen con frecuencia en las publicaciones diarias dedicadas al festival, haciendo mención de sus siguientes proyectos. Lo que no se ha conseguido es que alguien escriba correctamente el nombre completo de El Negro, como se conoce comúnmente a González Iñárritu, apellido al parecer imposible para los extranjeros.

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