Usted está aquí: martes 23 de mayo de 2006 Opinión Kaursimäki y Moretti, en los extremos opuestos del cine de autor

Leonardo García Tsao

Kaursimäki y Moretti, en los extremos opuestos del cine de autor

Ampliar la imagen El director italiano Nanni Moretti cierra los ojos a su paso por la alfombra roja del Palacio de los Festivales para la proyección de Il caimano, al lado de la actriz Jasmine Trinca Foto: Ap

Cannes, 22 de mayo. Dos expresiones del cine de autor de sendos veteranos de Cannes se proyectaron hoy en competencia. El mejor librado fue el finlandés Aki Kaurismäki, quien sigue siendo fiel a su muy particular estilo. Laitakaupungin valot (Luces en el crepúsculo) es, según ha declarado él mismo, la tercera parte de su Trilogía de los fracasados, integrada por Las nubes se alejan (1996) y El hombre sin pasado (2002). El argumento podría pertenecer a un clásico del cine negro de los 40: un guardia de seguridad es seducido por una mala mujer, cómplice de gángsteres, que lo engaña para robar un botín de joyas y echarle la culpa.

La película guarda también un fuerte parentesco con Ariel (1988, sólo vista en México por Canal 22), la primera obra importante de Kaurismäki, en el sentido de que los protagonistas son hombres solitarios que soportan con lacónico estoicismo todas las desgracias de un destino inexorable. No obstante, en esta ocasión el cineasta muestra más su lado melancólico que su singular sentido del humor. Las elocuentes imágenes de desolación de un Helsinki deprimente -vacíos muelles industriales, paisajes de fábricas y otros edificios inhóspitos- contribuyen a este conmovedor relato sobre la soledad del hombre contemporáneo. Al mantenerse rigurosamente en su línea, Kaurismäki ha preservado una encomiable pureza en su cine, al margen de modas y caprichos. (Como curiosa coincidencia, las dos mejores películas del concurso hasta ahora -ésta y la de Almodóvar- han incluido el tango Volver, de Gardel, en su banda sonora.)

En contraste, el italiano Nanni Moretti ha querido abarcar demasiado en su reciente Il caimano (El caimán) sin desarrollar satisfactoriamente ni uno de sus diversos intereses. La película empieza como una sátira burda del cine italiano comercial de las décadas pasadas, por medio de la figura del productor Bruno Bonomo (Silvio Orlando) cuyos innobles churros apócrifos (Los mocasines asesinos, Maciste vs Freud) son objeto de culto. Por ello, una aspirante a cineasta le propone realizar un proyecto ambicioso sobre las corruptelas de Berlusconi. Entonces la burla se vuelve política en el mismo tono estridente, con extractos de algunas apariciones televisivas del político. Resulta que Bonomo se ha separado de su esposa actriz (Margherita Buy), y eso lo lleva a una crisis personal; subtrama que le permite a Moretti continuar por la línea del melodrama familiar. Sin embargo, retoma el ataque fácil contra Berlusconi y concluye con una serie de declaraciones del ex primer ministro, pronunciadas en plan histriónico por el propio Moretti.

Lo terrible del caso es que ninguna de las partes es especialmente convincente. Al igual que en las sátiras ensayadas por las hollywoodenses Fast food nation y Southland tales, la dispersión narrativa diluye el contenido crítico, con la adicional ironía de que Berlusconi no está más en el poder y la denuncia resulta ahora algo anticlimática. Moretti se muestra tan inseguro de su punto focal que añade a la mezcla un número musical (al parecer, el tic de moda en el nuevo milenio) y una innecesaria escena sobre las preferencias sexuales de la incipiente realizadora, un personaje por demás desdibujado.

Lo que promete ser un escándalo político, digno de su propia versión cinematográfica, ha sido la reacción del gobierno chino a la exhibición no autorizada de Palacio de verano, de Lou Ye. Según se sabe, varios periodistas chinos han sido obligados a regresar a su país, porque se les ha prohibido aludir al Festival de Cannes a través de cualquier medio. Al margen de los méritos de la película, esto sin duda ejercerá algún tipo de presión sobre dos miembros del jurado, dada la nacionalidad del presidente, el célebre director Wong Kar-Wai (nacido en China y habitante de Hong Kong) y la actriz Zhang Ziyi.

Por otra parte, esta es la primera vez que un cineasta chino ejerce la presidencia del jurado en Cannes; por ello, Wong ha sido objeto de varios reconocimientos: el cartel del festival se ha ilustrado con una imagen de su obra maestra Deseando amar, y se le han otorgado varias medallas francesas, como la Legión de Honor. A todo eso, el hombre no se ha quitado jamás sus característicos lentes oscuros.

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